Situada en el extremo sur del continente, Sudáfrica hace honor al acertado sobrenombre de nación del arcoiris. Con sus once lenguas oficiales Sudáfrica constituye un verdadero crisol cultural y racial en el que conviven decenas de etnias de población negra con las mayores comunidades de ascendencia europeas e hindúes de toda África. Esta enorme diversidad viene acompañada también, por desgracia, en unas apabullantes desigualdades económicas y sociales. Es la otra cara del efecto irisado. Grandes townships acordonando las grandes ciudades y altas tasas de VIH cohabitan descaradamente con una naciente y emergente clase media y con la acomodada clase alta del país. Y son estas enormes diferencias sociales la causa de las altas tasas de delicuencia y la afamada peligrosidad del país. Es parte del capital social que hereda el país fruto de su historia, una historia con más oscuros que claros, algunos de los cuales son compartidos con el resto del continente africano y otros son más bien propios y particulares de este peculiar país. Y es que es imposible hablar de la situación actual de Sudáfrica sin adentrarse en su agitado y convulso pasado político. Aún hoy en día el nombre de Sudáfrica está asociado al apartheid, el terrible y controvertido régimen político impuesto por una clase alta blanca que quería mantener el control económico y político de un país a costa de la mayoritaria población negra. Un regimen que supuso años de aislamiento internacional y embargo económico y cuyas heridas todavía permanecen abiertas.
Aún así, hoy en día, Sudáfrica es, por fin, una joven democracía con un prometedor futuro, no exento de incertidumbres, y toda la sociedad sudáfricana parece afanarse en encontrar un objetivo común y solución a sus multiples problemas y limando asperezas para dejar definitivamente atrás las rencillas del pasado. Desde luego, no es tarea facil y los retos que afronta la nueva Sudáfrica no son poca cosa.
Pero por encima de todas estas consideraciones, he de decir que Sudáfrica es una verdadera perla turística que ha reventado definitivamente al gran público con la Copa Mundial de Futbol de hace dos años, verdadero escaparate de esta nueva Sudáfrica renovada. Desde el mítico Cabo de Buena Esperanza, el punto más meridional del continente, hasta las grandes reservas naturales del norte del país, pasando por las grandes urbes, el viajero podrá disfrutar de grandes playas, degustar buenos vinos y podrá conocer parte de un continente, África, sin renunciar necesariamente a las comodidades de occidente.
Un buen amigo me invitó a pasar unos días en casa de sus padres en la región del Cabo Occidental y no desaproveché la ocasión. En futuras entradas os contaré mis viajes y experiencias en esa fantástica ciudad que es Ciudad del Cabo (Cape Town) y en este increible pais.
A pesar de los incontables atractivos naturales y de la fabulosa experiencia que supuso visitar un país como Sudáfrica guíado y compartiendo mi tiempo con locales, lo cual no tiene precio, si tuviera que reducir en una sola palabra las sensaciones que este pais me produjo lo tendria bastante claro: espacio. Sudáfrica es un pais espacioso, algo que hace mucho tiempo hemos olvidado en las grandes urbes europeas. Vayas a donde vayas, enormes extensiones de terreno vacias se abren ante tus ojos y ese espacio produce una vaga sensación de libertad que yo no había experimentado hasta entonces, al menos de esa forma. Y es que cuando te asomas desde la ventana del coche, y contemplas el intenso cielo azul libre de nubes y la inmensidad vasta del espacio natural que el pais te ofrece justo entonces, una ligera sensación parecida a la libertad te embriaga te rodea y parece alzar tu espíritu y tu ánimo.