Llegada a Haridwar: pasando el rato antes del Har-Ki-Pauri.

Llegamos a Haridwar muy cansados después de una noche de viaje en tren desde Amritsar. Una buena paliza de kilometros y de horas con el único objetivo en Haridwar de asistir a la famosa puja o celebración local del Har-Ki-Pauri, una de las más importantes fiestas religiosas del estado de Uttarakhand y por añadidura de toda India, que tiene lugar a diario precisamente en Haridwar en el ghat de Har-Ki-Pauri a orillas del Ganges, no demasiado lejos del nacimiento del río, donde el Ganges es todavía joven y sus aguas no están tan contaminadas como al final de su recorrido.

La estación de Haridwar estaba bastante sucia (las estaciones de trenes en India siempre son lugares difíciles), llena de monos, moscas y mugre. Los viajeros se agolpaban en los andenes y en las esquinas unos cuantos mendigos pedían algo de limosna. (¡Y eso que la estación de Haridwar era mucho más tranquila que otras que visitamos más tarde!)
Mientras todos los pasajeros del tren nos ibamos bajando al fin de los vagones, los trabajadores ya comenzaban a descargar las sábanas sucias y las mantas que todos nosotros habíamos usado para dormir durante la noche. No se porqué pero precisamente aquella imagen de cientos de sábanas arrugadas, llenas de moscas, tiradas en el suelo del andén, amontonadas esperando ser llevadas al servicio de lavandería me revolvió el estómago. Y en ese instante, yo, con sueño, cansado y tras varias horas de viaje empecé a preguntarme a mi mismo, justo entonces, que coño hacía pasando mis vacaciones en un lugar como aquel y que demonios se me había perdido a mí en la India.
Una guapa chica israelita que había viajado con su novio en el mismo vagón que nosotros y que ya llevaba bastantes viajes por el país sobre su mochila, nos miró y por nuestras caras debió de deducir que no estabamos disfrutando precisamente de nuestra llegada a Haridwar. No sin cierta sorna y algo de «estoy encantada de conocerme», nos sonrió y nos dijo en un perfecto ingles: Are you shocked? This is India!. Volveríamos a coincidir con ella más tarde a lo largo de nuestro viaje por el país, pero ya para entonces yo ya estaría en mejores condiciones anímicas. En aquel momento solo le pude devolver una tímida sonrisa sin pretender si quiera hacerme el fuerte.
Cuando salimos a la calle, comenzó el reto de buscar un medio de transporte hacia el hotel. Una tarea que justo entonces a mi se me hizo un poco cuesta arriba. Y aquel fue uno de esos momentos en que yo agradecí no viajar sólo. No teníamos nada reservado y no sabíamos muy bien a donde dirigirnos. Estabamos un poquito desorientados y sólo contabamos con nuestra guía Lonely Planet como ayuda.
Buscamos entre las opciones que la guía nos ofreció y escogimos el que mejor pinta tenía, el que tenía una mano con un pulgar hacía arriba, la mejor opción a priori. La verdad es que tampoco relataba maravillas del lugar (todo lo contrario) pero la guía, con el presupuesto que nosotros contabamos, nos aseguraba que el resto de hostales y hoteles con los que la pequeña ciudad de Haridwar contaba eran todavía peores.
Encontrar un rickshaw no fue fácil. Un montón de conductores y personas que no sabía muy bien de donde salían empezaron a rodearnos y entre el calor y el cansancio, aclararse entre el batiburrillo de voces y ofertas se nos hizo complicado. Todo me resultaba algo irritante aquella mañana. La verdad es que no estaba de muy buen humor en aquel momento.
Finalmente, dos chicos accedieron a llevarnos en sendos rickshaw hasta el hotel, situado en la calle principal de la ciudad por una cantidad de dinero que consideramos razonable. Ahi recostado en el asiento del rickshaw, viendo a aquel pobre indio de piernas delgadas pedaleando por las empinadas calles de Haridwar llenas de baches, me sentí algo culpable por haberme enfadado y haberles regateado hasta la última triste rupia. La pobreza de los demás, tan evidente en la India, siempre me hace sentir un poco niñato. No era una sensación nueva.
Llegamos al hostal. Después de varios minutos de inevitable regateo, conseguimos un buen precio, pero una vez dentro de las habitaciones,a  pesar de la prometedora entrada y el bonito patio interior, las habitaciones y las camas estaban muy sucias.
Decidimos probar suerte en algún que otro albergue de la misma calle, pero  tras varias muestras de antros ofreciendo cuchitriles con comida podre tirada en el suelo de las habitaciones, cucarachas y demás insectos, decidimos volver al primer hostal. Va a ser que tal vez la guía tuviese razón y aquel fuese a ser el mejor sitio…
Al final no estuvo tan mal, ya que en la habitación de al lado se alojaba una jovencita pareja suiza (realmente él era español residente en Ginebra y estaba viajando con su novia por todo el norte de la India) y lo cierto es que tras varios minutos de primer contacto, nos relajamos, establecimos conversación y  aquel encuentro sería el inicio de alguna que otra experiencia compartida  a lo largo del viaje.
Tras una ducha y una hora de descanso, nos lanzamos a descubrir la ciudad de Haridwar aprovechando así el tiempo antes del inicio al atardecer del Har-Ki-Pauri.
Haridwar es una de las siete ciudades sagradas del hinduismo, ya que fue allí uno de los cuatro lugares donde se vertió el Amrit, o elixir de la inmortalidad, que portaba el pájaro celestial Garuda. Justo el lugar donde permanece la marca del Amrit se situa el ghat más sagrado de la ciudad y es donde tiene lugar el Har-Ki-Pauri, del que os hablaré en otra entrada. Lo bonito de la India es que siempre hay una historia curiosa detrás de cada tradición y cada lugar y como no, un sitio de la sacralidad del Har-Ki-Pauri no podía ser menos.
Hoy por hoy, Haridwar tiene una población de unos 175000 habitantes, siendo así casi un pequeño pueblo considerando la enorme población del país y las gigantes dimensiones de las grandes ciudades indias, como Delhi, Calcutta o Bombay.
Situado a las orillas del Ganges, uno ya puede percibir la proximidad del pre-Himalaya indio en el aire fresco procedendete de las montañas,  algo más limpio que en otras partes del país, y en la temperatura algo más moderada.
A pesar de su «escasa» población, Haridwar es una ciudad bastante animada. La calle principal, muy transitada, está repleta de comercios y puestos de comida. No en vano, Haridwar recibe cientos de miles de peregrinos diariamente y como una mini-Fátima a la hindú, por decirlo de alguna forma, la ciudad se prepara a diario para acoger a los visitantes y proporcionarles alojamiento y comida.
Dada la destacada importancia religiosa de la ciudad, además, Haridwar está a rebosar de templos, ashrams para meditación y diferentes ghats a orillas del Ganges  contribuyen a acrecentar el efervescente ritmo de la ciudad.
Lo cierto es que en Haridwar no hay apenas turistas. Parece ser que por mucho que sea una de las siete ciudades más sagradas del hinduismo y por muy plagada de templos que se encuentre, Haridwar no ha sabido captar la atención del turismo extranjero que pasa de largo aquí en su camino hacia la cercana y popular Rishikesh, enclavada en las montañas y preferida por los turistas para disfrutar de la región y practicar el yoga a pesar de la espiritualidad a veces un poco de pega de Rishikesh y aún cuando ésta última sea mucho menos importante desde el punto de vista religioso que Haridwar.
La verdad es que objetivamente a pesar de ganar en espiritualidad a su vecina, Haridwar no es demasiado bonita (diría incluso que un poco agobiante y estresante) pero desprende autenticidad en cada calle y a cada paso y no es dificil descubrirse a uno mismo recorriendo la ciudad siendo el único occidental de los alrededores siendo objeto de las miradas curiosas de los viandantes.
Además del ya mencionado Har-Ki-Pauri, en Haridwar podemos encontrar muchos otros templos de gran importancia para la religión hinduista. Nosotros solamente visitamos dos, mientras haciamos tiempo hasta el comienzo de la ceremonia vespertina. No había ni tiempo ( ni ganas, he de confesar) para más.
El Chandi Devi está dedicado al dios Chandi Devi. Esta situado a cierta distancia de Haridwar (unos 5 kilometros) y para alcanzarlo es necesario zamparse una ruta de tres kilometros subiendo una montaña o bien (como nosotros hicimos) optar por un cómodo teleférico. Y es que ojo, el Chandi Devi se encuentra a 2900 metros de altitud (no hay que olvidar que nos encontramos en las estribaciones más meridionales del Himalaya) y la ruta de subida no parecía moco de pavo. A pesar de ser uno de los templos más antiguos de toda la India (y visita obligada para todos los peregrinos que visiten Haridwar con objeto de asistir al Har-Ki-Pauri) , no os dejéis engañar.  El templo no es  bonito  pero, eso sí, las vistas desde el teleférico y los paisajes de las montañas que uno puede contemplar desde allí son impresionantes. El templo está abierto desde las seis de la mañana hasta las ocho de la tarde y justo al lado se encuentra el templo Anjana, dedicado al dios mono Hanuman, lugar donde  un mono bastante agresivo me atacó para intentar robarme la coca cola. Algo me querrían decir los dioses. Grité como una niña y empuje al mono lejos de mí… Lo peor de todo es que al ser los monos animales sagrados, a la vista de todos los peregrinos, el culpable del ataque fuí yo… y desde luego no fue demasiada bien vista mi reacción…
También situado en lo alto de una montaña y muy cerca del Chandi Devi está el Mansa Devi, dedicado precisamente a la diosa Mansa Devi. Y es, como os podéis imaginar, otra visita obligada para los peregrinos que acuden a Haridwar con motivo del Har-Ki-Pauri. Y al igual que el Chandi Devi ofrece unas vistas espectaculares del Ganges y de la ciudad de Haridwar. La verdad es que eramos los únicos occidentales allí y nos convertimos en la atracción fundamental del momento. Las visitas a estos templos fueron bastante divertidas y compensaron un poco los dificiles comienzos de la jornada, la verdad.  Un chiquito joven hasta nos dió su facebook y nos hicieron tantas fotos que parecíamos famosos.
Ya estaba bien entrada la tarde cuando decidimos que ya era suficiente de templos y descendimos de las montañas, de vuelta a Haridwar, para descansar un rato y refrescarnos de los calores del día y prepararnos para la gran ceremonia nocturna del Har-Ki-Pauri e intentar remontar un día en el que me estaba resultando complicado conectar con la espiritualidad de la India…

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