ESCRITO POR MARCOS DE T
Lamentablemente, los budistas Zen de Shaolin se han vuelto muy populares últimamente. Así que me he animado a comentar mi última escapada en China. La visita al Templo de shaolin y las cuevas de longmen.
Parecerá de coña, pero lo de “be water my friend” explica el espíritu que hay que tener cuando uno decide ir por esas tierras, y este será otro clarísimo ejemplo. A nuestra desorganización, se le suma la suya y ya está, el caos.
Pues bien, decidimos irnos un fin de semana por China y el destino fue el templo de Shaolin y las cuevas de Longmen. Pequín estación oeste, tren cama hasta Zheng Zhou, y allí nos plantamos, noche cerrada, 2 de la mañana y sin un hotel.
La búsqueda de hotel fue un desastre, los recepcionistas de todos los hoteles estaban tranquilamente dormidos, así que, cuando les despertábamos, o nos daban un precio imposible o nos decían que estaban llenos. Terminamos durmiendo en casa de un paisano que convirtió un magnífico loft en un dúplex que daba miedo.
Al día siguiente, nos cogimos un autobús a primerísima hora de la mañana en dirección Shaolin. Empezamos a sospechar que algo no era normal, cuando un chino motivado empezó a ejercer de guía y a soltarnos una chapa sobre no sabemos qué.
Y sí, nuestros más profundos temores se hicieron realidad. Nos habíamos cogido el autobús erróneo y estábamos atrapados en la típica excursión del “IMSERSO”, con sus vendedores de mantas eléctricas incluidas.
Tras varias paradas por el camino, estallé y pedí que nos llevaran de inmediato al templo, terminaron accediendo, nos cambiaron de autobús y para ya que fuimos. El templo de Shaolin es algo parecido al disneylandia de todos los “Kunfu pandas” del mundo. Un templo inmenso donde conviven monjes y aprendices del budismo Zen.
El templo permite comer comida vegetariana, ver un espectáculo de Kunfu, visitar un centro de exposiciones, el templo en sí mismo, las zonas de aprendizaje e incluso el cementerio de las personalidades del templo. Una experiencia muy completa en la que sentirse un chino zen, rodeado de chinos y más chinos con cámaras de fotos
Nosotros tuvimos la mala suerte de llegar al templo con lluvia y granizo y que fuera a peor minuto a minuto con pequeñas treguas que nos permitieron ver “algo”. El entorno parece muy bonito y de hecho se puede hacer un pequeño paseo por la montaña, lástima que nos hiciera un día tan horroroso.
De allí, empapados y molidos por la falta de sueño, tomamos rumbo a Luoyang; donde cenamos en el mercado nocturno y nos fuimos a un hot pot cercano a tomar una cerveza. En ambos sitios, fuimos observados como estrellas de Hollywood, todo atenciones.
Al día siguiente visitamos las Cuevas de Longmen, un paraje increíble. Estas cuevas junto a las de Mogao y a las de Dunhuan, son unas cuevas budistas que reflejan el esplendor de china en tiempos pasados.
Luoyang fue capital china, y de ahí que se construyesen las cuevas de Longmen a su vera.
Ahora, éstas se han convertido en un paseo sobreexplotado por hordas y hordas de turistas locales. Jamás he visto tal acumulación de turistas. Aunque me temo que esto, en China, es bastante habitual.
Lo cierto es que, aunque agobiante, la visita es impresionante. El turista se encuentra con decenas de cuevas llenas de imágenes budistas, algunas de ellas de gran tamaño. Se pueden encontrar tallas de distintas periodos históricos y con estilos marcadamente distintos. Pero lo que más llama la atención es el conjunto, es pensar en cómo se construyeron esas cuevas, en lo inaccesible del emplazamiento, en la cantidad de vidas que se dejaron por el camino…