Puglia: Bari, Polignano a Mare y Alberobello

Italia es un pais con un patrimonio artístico, natural y cultural inmenso, inabarcable. Ciudades como Roma, Florencia o Venecia son el destino de miles de turistas todos los años, mientrás que Milán se convierte en el foco de atención por su enorme peso político y económico. Y quizás víctimas involuntarias de ello sean otros pequeños rincones del país que intimidados por sus ciudades vecinas pasan bastante desapercibidos y merecerían recibir una atención mayor de la que al final reciben.
Tal es el caso de la región de Puglia y su capital, la ciudad de Bari. Puglia situada en el extremo suroriental del país constituye lo que viene siendo la punta de la bota y su capital Bari ofrecen al visitante una combinación perfecta de mar, sol, montaña,  patrimonio artístico y una gastronomia a la altura de la del resto del país.
Una buena amiga me ha invitado a pasar unos días en su casa en Bari y  no he desaprovechado la ocasión. He comido hasta hartarme, he disfrutado de un mar azzurro digno del lienzo de cualquier maestro de pintura y de un paisaje vivificante de gran sabor mediterraneo. Además de disfrutar de la compañía de mi amiga (no menos importante).
La ciudad de Bari cuenta con cerca de 400000 habitantes y se encuentra al borde del mar Adriático, cerca de la costa de Albania, país con el que empiezan a tener relaciones después de años de comunismo albanés y mucha desconfianza. Bari cuenta con un pasado agitado y una estratégica posición que hizo de ella un codiciado puerto en el Meditarraneo en el pasado. Aún sigue siendo un puerto importante y es origen y destino de numerosos ferrys que surcan el Mar Adriático.  Es una ciudad diferente, con un sabor muy mediterraneo, nada que ver con las ciudades del norte de Italia mucho más frías y formales. Ha sido mi primera vez en el sur de Italia y la diferencia norte-sur es palpable. Evidente. Obvia. Cuando hablan sobre su propia ciudad, sus habitantes se muestran a la vez modestos y orgullosos, acomplejados quizás por el poderío económico del norte y la belleza de ciudades como Florencia o Roma. Incluso no tienen problemas en ironizar sobre el tema, «Se a Parigi ci fosse il mare, sarebbe una piccola Bari» dicen entre sonrisas. Si París tuviese mar, sería una pequeña Bari. Una frase bastante clara sobre lo que Bari significa para sus habitantes.

                                  

A mi llegada a Bari, un paseo por la ciudad antigua. La Barivecchia y el puerto deportivo. La ciudad antigua llena de encanto es una suerte de callejuelas y edificios históricos e iglesias organizadas en torno a dos bonitas plazas Piazza Mercantile y la Piazza Ferrarese.  Las calles, la mayor parte de ellas peatonalizadas, están llenas de gente, hablando y bebiendo agolpándose en torno a los numerosos bares que pueblan el casco histórico. Mis acompañantes y guías una vez más me dejan claro las diferencias con el sur. Esto es el sur de Italia. Gente en la calle, alegría y calor humano.
Son los preparativos para las fiestas de San Nicolas, patrón de la ciudad, y todos los edificios están decorados y engalanados para celebrar un año más las fiestas anuales más importantes de la localidad de Bari. Un dato curioso es que la ciudad de Bari cuenta con una iglesia ortodoxa rusa con sus cúpulas típicamente eslavas en el centro de la ciudad. Toda una sorpresa, una iglesia de estas características por estos lares.  Fue construida a principios del siglo XX para dar acogida a todos los peregrinos rusos que venían a visitar los restos de San Nicolás. Fueron navegantes y cruzados de esta ciudad quienes rescataron los restos del Santo en territorio bizántino y lo trajeron a la ciudad en torno al año 1087. Fue desde entonces que Bari se convirtió en centro de peregrinaje religioso de toda Europa, especialmente ortodoxa. Actualmente sus restos reposan en la Basílica de San Nicolas en el centro de Bari catedral cuya forma se dibuja claramente en el perfil urbano nocturno de la ciudad.
Mis amigos también me hablaron con insistencia del Teatro Petruzzeli, edificio que tuve la ocasión de ver en nuestro paseo por la ciudad.  Uno de los teatros de opera más grandes de Italia, después de la Scala de Milan o el teatro de Napoles. Es un edificio imponente en pleno centro de la ciudad.  Lamentablemente lo que podemos ver hoy en día es una reconstrucción porque el edificio ardió y fue destruido hace unos años para posteriormente ser rehabilitado y abierto al público de nuevo en el año 2009. Reforma polémica por lo que he podido deducir y sobre la cual no hay un consenso o un veredicto claro.

                                                                                                                                                                 

Finalmente, es desde el Castello Svevo desde donde se puede disfrutar de una buena panorámica tanto del puerto y del mar como de la ciudad. Es ahí donde termina nuestro paseo por la ciudad y parece el lugar perfecto para hacerlo: la brisa marítima nocturna, las luces mortecinas de la ciudad y del puerto deportivo y la animación callejera son el punto ideal para terminar el día…
Pero afortunadamente he podido comprobar en mis propias carnes que los alrededores de Bari tenían todavía mucho más que ofrecer.
Muy bien acompañado por mi amiga y algunos familiares suyos, nos desplazamos en un viaje de media hora en coche a la hermosa localidad de Polignano a Mare. Polignano a Mare es la típica postal, la típica fotografía que todos tenemos en nuestra cabeza sobre el Mediterraneo en Italia. Casas de un color blanco nuclear arrimadas al borde de enormes acantilados de roca sobre las que han sido construidas y sobre las que parecen querer abalanzarse para observar un mar de un azul tan intenso y transparente como hermoso. El azul y el verde de las aguas se combinan con el marrón de las rocas del fondo de tal forma que la combinación de colores y matices parece infinita.
Polignano a Mare es un pueblo tranquilo, puramente mediterraneo, pesquero y eminentemente turístico pero todavía por descubrir al turismo de masas.
Sus estrechas callejuelas que transcurren entre las paredes blancas de las casas  terminan a menudo en enormes balconadas al mar donde se puede observar la inmensidad azzurra del mar Adriatico y comprobamos que Polignano al Mare está construido sobre el mismo acantilado, sobre las rocas escarpadas. Los turistas y los paseantes se inclinan sobre las varandillas y observan las pequeñas barcas turísticas y pesqueras que se balancean más abajo sobre la superficie de un mar tranquilo, en calma.  No es la primera vez que me encuentro con el Mar Adriático y siempre es un mar manso, como una balsa, incluso más todavía que el Mediterraneo. Una buena idea para poder obtener otra perspectiva visual de Poligniano es alquilar precisamente una de las barcas y así además de disfrutar de un hermoso paseo y ver Polignano desde abajo y acercarse un poquito más a ese mar de aguas azules.

      

Poligniano es mundialmente famoso por ser el lugar donde todos los años se celebra el mundial de salto de altura libre sobre el mar. Se hace precisamente desde una de las balconadas  y la altura desde la que se tiran es realmente intimidatoria. (especialmente para mí que tengo pánico a las alturas).
No muy lejos de Bari se encuentra el pequeño pueblo de Alberobello, que tiene el honor de albergar parte del Patrimonio Mundial de la Unesco: i trulli.
        

Una estrecha y serpenteante carretera desde la localidad de Monopoli conduce hasta el pueblo de Alberobello. El paisaje es increible y el camino asciende suavemente por una montaña llena de olivos, vides y una naturaleza puramente mediterranea. El azul del mar y el propio azul del cielo impecable pero sin nubes contrasta con las naturaleza y el paisaje rural de las montañas. Sólo el viaje en coche a Alberobello merece la pena en si mismo. Y desde luego, el final del trayecto está a la altura de lo esperado.
Fue en el siglo XVI cuando los condes que dominaban la región autorizaron a los campesinos que quisieran instalarse en la comarca, a asentarse y construir sus casas, pero, por ordenanza, estas casas debían ser fabricadas exclusivamente con piedra seca, sin cemento, para poder ser derruidas rapidamente en caso de una inspección por parte de los reyes de Napoles, y de esta forma evitar el pago de tributos que los reyes de Napoles exigían a cualquier nuevo asentamiento urbano dentro de sus feudos.

 

Este es el origen curioso (una evasión de impuestos ya en el siglo XVI) para unas extrañas edificaciones únicas en el mundo de base circular con techo en forma cónica. Todas las paredes están pintadas de blanco y en el techo se pueden observar pinturas zodiacales o de significado religioso o supersticioso que identificaban a la familia a la que pertenecía el trullo. El resultado es un conjunto arquitectónico diferente, casi extraterrestre y de una belleza enigmática. Mi amiga me comentó orgullosa que esto es algo que solo podría encontrar en Bari.

Y así es.
Cierto es que hoy en día i trulli de Alberobello están reconvertidos al turismo y esto quizás les haga perder algo de autenticidad. Practicamente nadie vive ya en estas incomodas construcciones y souvenirs y postales y demás baratijas ocupan las paredes de los distintos trulli reformados. Pero es fácil olvidarse de ello, dejandose perder por las callejuelas adoquinadas decoradas con flores de colores por todas partes.
Pero no sólo en Alberobello podemos encontrar trulli, si no que cientos de ellos se hallan dispersos por toda la comarca. El tío de mi amiga está reformando uno perdido en medio del campo y nos llevo allí para verlo, una ocasión estupenda para ver un trulli sin reformar, a la antigua usanza y poder seguir disfrutando del magnífico paisaje rural de la región.
Por último y para terminar esta entrada me gustaría hablar de comida… Me encanta comer y en Italia, en cualquier parte de Italia, se come de maravilla… La comida en Bari, en el Sur, es mucho más ligera que en el norte, la comida allí es mucho más contundente y emplean mantequillas y salsas mucho más profusamente que el sur.
Aceite de oliva, verduras y pescados, además de una enorme variedad de quesos pueblan las cartas de los restaurantes en Puglia.
He comido en un restaurante, entre otros, llamado Il Quadrifoglio en Via Generale Carlo Alberto Dalla Chiesa 2 en Bari, donde mi amiga me llevo a cenar. Además de las enormes pizzas gigantes que ocupaban toda la mesa, (nosotros nos comimos cada uno una pizza normal), pudimos disfrutar de una selección interminable de antipasti, a cual más bueno: mozzarella de la región, queso de rucula, parmigiano, pure de patatas con mozarella, salchichas… Dios, comi hasta reventar. El steak es una especia de jamón muy propio de la región, muy parecido a nuestro jamón serrano pero bastante menos curado. También pude comer focaccia, plato muy tradicional de la comida italiana, un par cubierto con hierbas. La focaccia alla barese está simplemente hecha con tomates y está buenisima.
El pescado y el marisco de toda la región están impresionantes (y eso que yo no soy mucho de pescado), dada la omnipresencia del mar en todos los rincones de la región.
En resumen, al final de mi viaje en Puglia, puedo afirmar que no he pasado hambre para nada, vuelvo con un saludable color gracias al sol y a la brisa marina, he desconectado de la rutina diaria, he practicado italiano y he disfrutado de todo esto en buena compañia. No se puede pedir más.

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