Por azares y desventuras de la vida, mi prima se ha visto obligada a mudarse a San Sebastián (Donosti) hace unos meses. Para ella ha sido algo dificil y duro por momentos. Alejarse del hogar, la familia y los amigos no es fácil. Y como yo siempre estoy buscando la más mínima excusa para viajar, ésta me pareció una ocasión excelente para apoyar a mi prima en estos trances y a la vez visitar la ciudad y escapar al menos durante un fin de semana de los agobiantes calores de Madrid en agosto.
Ya había estado en San Sebastián hacía unos cuantos años con unos compañeros de trabajo y la verdad es que en esta segunda ocasión, pude comprobar que la ciudad no había cambiado demasiado.
En esencia seguía siendo la misma que yo tenía viva en mis recuerdos. No había pasado tanto tiempo. Como mucho cinco años.
San Sebastián es una ciudad bonita pero muy pija. Sigue siendo una ciudad de dinero. No en vano, la capital donostiarra tiene el honor de ser la ciudad con el suelo más caro de toda España, más incluso que Madrid o Barcelona. Y eso se nota, no sólo en las calles o las ropas y actitud de sus habitantes, si no también en el mismo instante en que uno va a pagar la cuenta del restaurante. Pero personalmente por encima de todo esto y de su inigualable vida cultural (reforzada por el moderno Kursaal, sede del famoso Festival de Cine) yo siempre me quedaré con el hecho de que San Sebastián es una ciudad fronteriza. Francia se encuentra a unos pocos kilometros y eso se nota.
A mi siempre me han llamado poderosamente la atención las ciudades fronterizas. Desde luego, hay algo en ellas que las diferencia del resto. Son puntos donde dos paises se mezclan, se difuminan, se emborronan hasta mezclarse ligeramente. La historia les ha dado un papel protagonista en ocasiones y han pasado de una mano a otra de forma repetida. Siempre son lugares peculiares, a veces incluso un poco canallas, pero siempre son ciudades de paso, de tránsito de personas y mercancias. Las lenguas se intercambian con una pasmosa naturalidad y el comercio y el intercambio cultural hacen que la frontera perfectamente trazada en el mapa separando los dos paises se desdibuje levemente sobre el terreno.
Y Donosti es un buen ejemplo de todo esto que os cuento. San Sebastián tiene un marcado caracter francés (y no sólo por la horda de turistas franceses que invaden sus calles) y su vecina Biarritz es una ciudad francesa con un notable color español (o vasco).
Este fin de semana ha sido fantástico. Disfrute de la noche donostiarra, como ya hice en mi anterior viaje, y del sol y del mar francés durante el día, ya que tuvimos a bien adentrarnos en territorio galo con unos amigos de mi prima. Y todo ello lo he hecho en buena compañía. No se puede pedir más.
De la noche donostiarra he podido constatar su sorprendente animación y su gran oferta de restauración y de ocio. Y es que todo el casco antiguo esta plagado de bares y de restaurantes.
Uno puede dejarse perder por el centro histórico y simplemente ir entrando en cada uno de los bares y tabernas e ir probando los pinchos expuestos en la barra. No tengo ni que decir que el pincheo es la forma de ocio gastronómico estrella en la ciudad.
Nosotros probamos unos cuantos sitios siempre guiados por mi prima y sus amigos. He aquí algunos. De otros ya no me acuerdo.
Bar Martínez: Calle del Treinta y Uno de Agosto, 13 20003 Donostia-San Sebastián 943 42 49 65: Una buena oferta de pinchos, un poquillo más tranquilo que otros, un buen lugar para comer
sentado…
Gaudeamus: Mucho más abarrotado que el anterior. En este como en todos los demás sitios, hay
que abrirse a codazos para coger un pincho. Aún así he de decir que el lugar parece todo un clásico.
La Mejilloneria: Calle Puerto, 15 San Sebastián, 20003 Distrito: Centro – Barrio: Parte Vieja
Horario: De 11:30 a 14:45 y de 18 a 22:45. Un lugar cutre en apariencia, muy castizo y muy marinero a la vez.
Horario: De 11:30 a 14:45 y de 18 a 22:45. Un lugar cutre en apariencia, muy castizo y muy marinero a la vez.
El lugar es famoso por sus raciones de patatas bravas con mayonesa, por sus calamares y como no, por sus
mejillones, como atestiguan el nombre del bar y el centenar de conchas de mejillon que pueblan el suelo.Fritanga al poder. Aquí queda claro que no todo son pinchos en Donosti. Barato y recomendable.
A fuego lento: Calle del Treinta y Uno de Agosto, 31 20003 Donostia-San Sebastián 650 13 53 73. En una esfera diametralmente opuesta al anterior. Pinchos de diseño que se cocinan al
momento. Un lugar mucho más cool. Atención a las hamburguesas de kobe, buenisimas.
Buenísimas pero pequeñas. Cuidado que la cocina cierra a las once.
He de decir que este último restaurante refleja como nadie los defectos y
virtudes del pincheo por Donosti.
Lo que digo ahora es una opinión personal y que nadie se la tome a mal. Cenar en Donosti es carisimo.
Y un pincho, por muy elaboradoque esté, no deja de ser un trozo de pan con comida por encima. Y de media un pincho cuesta unos 3,50 euros.
No hay mucha diferencia entre los pinchos en Donosti y los que uno puede disfrutar en cualquier otro punto
de la provincía o en Burgos o Valladolid, mismamente.Sinceramente, sin querer menospreciar a la ciudad, San Sebastián, que es una ciudad increible y preciosa,
la relación
calidad/precio allí en general no es muy buena. Cierto es que estabamos en la zona turística y probablemente
a las fuerascomo siempre la relación calidad precio mejore. Pero aún así, sigo creyendo que la comida no es el punto
fuerte de la ciudad…
El sabado madrugamos y partimos a Biarritz en autobus. Existen varias compañías y bastantes autobuses
que conectan San Sebastián y
Biarritz.
El autobus tarda una hora y media en recorrer los 40 kms que separan las dos ciudades ya que va haciendo
paradas en bastantes pueblos costeros del pais vasco francés: Hendaye, San Jean de Luz…
La carretera serpentea a lo largo de la costa y el paisaje del que uno disfruta durante el camino es bastante
bonito. Pequeños acantilados, bonitas playas, agradables pueblos pesqueros y el mar hacen de la hora y media
de curvas un poquito más agradable.
Biarritz cuenta tan sólo con una población de 27000 habitantes y en sus origenes fue fundamentalmente un pueblo
pesquero, pero desde principios del siglo pasado o finales del XIX se reconvirtió al turismo, convirtiendose hoy en día en un
importante punto balneario y un destacado emplazamiento para la práctica del surf.Biarritz en si es pequeño, coqueto y agradable. Tiene un cierto aire pasado de moda prueba inequivoca de su importancia como
centro de veraneo desde finales del siglo XIX y las casas y las calles
son muy del gusto de la época y desprenden cierto aroma incluso decadente.Un destacado testigo de su glorioso pasado turistico es el imponente Hôtel du Palais, construido en 1854
por orden de Napoleón III para su esposa Eugéne de Montijo, lugar donde se han alojado grandes celebridades
a lo largo del siglo XX.
Aún así, el principal atractivo de Biarritz es su largo e impresionante paseo marítimo. Desde el faro de la point
Saint Martin hasta la roca de la Virgen, verdadero emblema de la ciudad, uno puede disfrutar de varios kilometros
de vivificante paseo a lo largo del mar.
Bonitas iglesias al borde mismo del océano y un pequeño puerto de pescadores (antiguo puerto ballenero), y playas
atestadas de turistas hacen de este paseo la verdadera columna vertebral de la visita a Biarritz a través de la cual uno
puede ir conociendo el resto del pueblo dejandose caer por sus pequeñas callejuelas atestadas de restaurantes y
tiendas de souvenirs.
Ya para terminar concluiré que Biarritz puede suponer una bonita excursión desde San Sebastián y una buena ocasión para