Una de las cosas que más me llamaron la atención en nuestro trayecto por carretera a lo largo de la costa sudafricana fue la enorme cantidad de gasolineras de petróleo sintético producido a partir de carbón que había por todo el país.
La historia de la producción de petróleo sintético a partir de la licuefacción de carbón en Sudáfrica antecede a los ya pasados años 50 y 60. Durante aquellos años, el petróleo era muy barato y el desarrollo de tecnologías que permitieran construir combustibles líquidos a partir del carbón no era demasiado atractivo, además de bastante caro en comparación con el precio del barril del petróleo (estamos hablando de los tiempos previos a la crisis del petróleo de los años 70). No en vano, las condiciones de hidrogenación y transformación del carbón requieren unas condiciones extremas que implican unas elevadas presiones y altas temperaturas, lo cual hace que el proceso sea realmente costoso.
Pero por aquel entonces el clima político internacional con respecto a Sudáfrica era bastante tenso. Por aquellos años los abusos cometidos por el régimen del Apartheid llevaron a la comunidad internacional a imponer un terrible embargo económico sobre el país para intentar hacer pasar por el aro al gobierno racista de la supuesta nación más rica de África y Sudáfrica llevada por las circunstancias se las tuvo que ingeniar para buscar alternativas razonables al preciado oro líquido y superar el corte de suministro energético que amenazaba con hacer tambalear a la Unión Sudafricana.
Pero claro, Sudáfrica contaba (y cuenta) con la tercera reserva de carbón más importante del mundo y ya desde la edad de hierro, el carbón había sido una parte inherente y fundamental de la economía de la región, especialmente a partir de mediados del siglo XIX cuando comenzó la explotación a gran escala de las minas. El gobierno de la Unión Sudafricana tenía, por tanto, la solución en casa y dispuestos a jugar esa carta, los sudafricanos invirtieron grandes esfuerzos en el desarrollo de estas tecnologías de licuefacción del carbón. (algo en lo que la Alemania nazi ya había sido pionera durante la Segunda Guerra Mundial, fueron químicos alemanes en los años 20 quienes diseñaron el proceso).
La empresa pública Sasol, que sigue funcionando hoy en día, se enriqueció a costa del negocio del carbón, dio nombre al combustible líquido que producía y en las gasolineras que lo suministran todavía aparece en enormes letreros el destelleante nombre de SASOL.
Construyeron tres plantas y se estima que en los años ochenta la capacidad de producción de Sudáfrica superaba los 400000 barriles al día. Unas cifras impresionantes que permitieron al régimen del Apartheid mantenerse durante décadas a pesar de los esfuerzos internacionales por arruinar económicamente al país y hacer caer así al gobierno. Digamos que en cierta forma, el sasol fue el verdadero sostén energético del Apartheid.
Hoy en día, y como ya comenté en alguna entrada anterior, el sector de la energía en Sudáfrica sigue siendo crítico para la economía y la Sudáfrica arcoíris continúa dependiendo fuertemente del carbón y de los combustibles sintéticos. Sudáfrica produce un exceso de 255 millones de toneladas de carbón y aproximadamente el 77% de la energía de las necesidades de Sudáfrica derivan directamente de esa producción. Y la tecnología de licuefacción del carbón sigue vivita y coleando: más del 25% de la gasolina, del diésel y del queroseno utilizado en Sudáfrica proviene de estas tecnologías.
Es más, Sasol empieza a extender sus tentáculos fuera de sus fronteras y animados por la escalada periódica de los precios del petróleo y las poco halagüeñas previsiones de abastecimiento del mismo, ha empezado a vender su tecnología, altamente desarrollada después de décadas de experiencia, a otros países emergentes fuertemente dependientes del carbón, como China u otros países de África, pero también a Estados Unidos o al resto del continente asiático o Latinoamérica. Recientemente China ha abierto una central junto a sus socios sudafricanos en el oeste del país y está estudiando la factibilidad del proyecto de carbón licuado en todo el país.
Y eso que este tipo de tecnologías no están exentas de polémica. A pesar de los avances técnicos producidos en los últimos años, la tecnología de licuefacción del carbón sigue siendo altamente contaminante. El uso de este tipo de tecnologías y combustibles produce el 86% de las emisiones contaminantes de dióxido de carbono del país y contribuyen al 40% del total del continente africano.
A pesar de contar con sus defensores, con estos y otros datos, distintos expertos en medio ambiente y energía no están muy seguros de que la licuefacción del carbón sea compatible con la preocupación mundial por el calentamiento global. Una milla de recorrido con un combustible de carbón licuado contamina el doble que una milla con un combustible en base a petróleo natural y esto sin tener en cuenta las emisiones de dióxido de carbono que se emiten durante su producción.
En Sudáfrica, como en el resto del mundo, el crecimiento económico y la explotación energética parecen estar reñidos con el medio ambiente.