Siguiendo los pasos de Dalí en Girona

Esta Semana Santa estuve en Girona. Hacía tiempo que quería visitar esta ciudad y su provincia pero la verdad es que las distancias desde Madrid son bastante grandes y hacer el viaje para un fin de semana solamente siempre resultaba demasiado pesado y al final cada vez que me lo planteaba llegaba a la conclusión de que no merecía la pena el palizón sólo para dos días. Así que se fueron pasando los años y lo cierto es que nunca acababa de ir.
Pero, claro está,  era solamente cuestión de tiempo que se plantease la oportunidad y el momento y solventase mi deuda particular con esta pequeña ciudad catalana.  Y así fue, aprovechando los cuatro días de Semana Santa y el comienzo de la primavera, con el depósito de gasolina lleno y 700 kilómetros por delante,  nos plantamos en la carretera rumbo a  Girona, con la intención de aprovechar al máximo nuestras pequeñas mini-vacaciones.

Nuestro primer objetivo una vez sobre el terreno era seguirle los pasos al gran pintor y escultor, artísta universal con mayúsculas, Salvador Dalí.
Para ello nos desplazamos a su localidad natal Figueres, a unos 36 kilometros de la capital gerundense, donde se encuentra el famoso Museo-Teatro de Dalí.
Figueres sería un pueblo como tantos otros de la geografía catalana y española de no ser por ser el lugar que vió nacer a uno de los artistas cumbres de la cultura nacional y mundial del siglo XX y ser sede por ende del segundo museo más visitado de todo el país. Dalí, polifacético y excéntrico donde los haya, es uno de los mayores exponentes del surrealismo y todo un hijo predilecto de esta pequeña localidad de 30000 habitantes.
Como ya habréis podido deducir,  este museo anteriormente fue un teatro hasta su casi completa destrucción por el fuego allá en 1939, en plena Guerra Civil Española.
Dalí que tenía una implicación personal con este teatro participó directamente en la transformación del antiguo edificio en el museo que conocemos hoy en día y fue precisamente él quien donó gran parte de su obra a la causa y quien además diseñó las primeras 18 exposiciones o salas, tal y como se pueden visitar actualmente.
Dalí ignoraba seguramente entonces que este museo también iba a ser su tumba ya que la cripta donde descansan sus restos mortales se encuentran precisamente en el subsuelo del edificio y no en su casa-castillo tal y como él deseaba.

Dalí no era un artísta convencional y, como no, su Teatro-Museo no lo podía ser tampoco . Los enormes huevos blancos sobre el tejado del edificio brillando al sol ya le delatan. Y lo cierto es que a medida que me iba acercando al edificio de un apagado color rosa, la percepción de que aquel lugar era poco corriente se iban confirmando:

Buzos, estatuas portando barras de pan, esculturas imposibles se convirtieron en un verdadero entretenimiento mientras esperabamos en la interminable cola para acceder a las taquillas y comprar las entradas, que tienen, por cierto, un coste de 12 euros por persona adulta.
El interior es sorprendente y el museo posee una colección de obras más que envidiable pero lo cierto es que, por encima de todo,  dos salas parecen captar especialmente la atención de los visitantes: el patio central de entrada, bizarro, fresco e inquietante, diría yo ,con ese coche estrellado bajo un fondo acristalado en el centro de todas las miradas,  y la sala de estar en forma de cara humana con un sofa rojo haciendo de labios y simulando la forma de una boca. En cualquier caso, no soy ningún entendido en arte (mucho menos en Dalí) y no me corresponde y está más allá de las ambiciones de esta crónica entrar en valoraciones sobre lo que es artísticamente más destacable del museo y ni tan siquiera entrar en una somera descripción de su contenido.
Tras una mañana absolutamente cultural (y surreal), no dudamos en dirigir nuestro camino hacia el pequeño pueblo de Cadaqués, donde se encuentra la famosa Casa-Museo Salvador Dalí  La carretera serpenteante y estrecha que conecta Figueres con Cadaqués atraviesa un paisaje magnífico y hermoso puramente mediterráneo, sembrado de olivares, con el mar azul dibujandose poco a poco a medida que nos acercabamos a Cadaqués.
A pesar de las sugerentes vistas, los 40 kilometros que separan Figueres de Cadaqués se nos hicieron bastante largos. La carretera está llena de curvas y la verdad es que en plena Semana Santa, el tráfico era bastante intenso. En conclusión, ir desde Figueres a Cadaqués es, desde luego, más que un desvío. Pero lo cierto es que Cadaqués bien lo merece.

 

Es un pequeño y encantador rincón del Mediterráneo: las casas blancas que parecen montarse unas sobre otras, el pequeño paseo marítimo, el ambiente relajado y tranquilo, las pequeñas embarcaciones algunas ya en aparente desuso desperdigadas por la arena dura y mojada de las pequeñas calas, en torno a las que se fue expandiendo, y sobre todo, el olor a mar.

Hoy por hoy Cadaqués es un pueblo muy turístico, pero no siempre fue así. Durante muchos años, no era más que una pequeño puerto pesquero que permaneció completamente aislado del resto de la región del Ampurdá debido a su complicada ubicación geográfica y su díficil acceso, lo que llevó incluso a que se desarrollase aquí una variante dialectal completamente propia y única del catalán. Ya a principios de siglo XX este aislamiento se conviritó en un reclamo en sí mismo y con los turístas también llegaron algunos artístas que se asentaron aquí atraidos por el bello y magnífico entorno natural en el que Cadaqués parece encajar a la perfección.

 

Y entre estos artístas estaba como no, Dalí, que junto a su mujer, se instaló y fijó su residencia en lo que hoy en día constituye la Casa-Museo Salvador Dalí y que se ha convertido ya en una de las principales atracciones turísticas del lugar.
Pero si hay algo por lo que destaca Cadaqués es por el impresionante parque natural por el que se encuentra rodeado: el Cabo de Creus, que constituye además el extremo más oriental de la Península.
Todo el paraje ha sido declarado Parque Natural en los 90 y merece ser recorrido con calma para poder admirar las fantásticas vistas y el pedregoso e hipnótico paisaje, moldeado por el viento y el mar durante miles de años y que le sirvió a Dalí como inspiración para la creación de parte de su obra.  (Un de sus piezas más famosas, El gran Masturbador encontró, en parte, su modelo natural en una de las extrañas rocas del parque).
Por lo que pudimos ver allí, existen dos rutas principales para abordar ya andando el recorrido de este singular páramo. Una es de 1 km y medio en torno a un faro que se alza orgulloso sobre las rocas, y donde además hay un buen y económico restaurante para comer pescado. La otra ruta es un poco más larga de unos 3 kms. Pero lo cierto es que la señalización del parque es muy buena y no es difícil encontrar indicaciones sobre como orientarse.
Una vez allí, con Cadaqués en minúscula al fondo, y a pesar del mal tiempo, (hacía frío y llovía)  nos regalamos unos minutos para  recreamos un rato contemplando el espectáculo mayúsculo que allí nos ofrecía la naturaleza. El mar Mediterráneo,  inmenso al fondo, la vegetación rala y sufrida y la rocas esculpidas por años de fenómenos geológicos daban al entorno un conjunto verdaderamente evocador.
Ante tal postal, allí encaramado sobre las rocas, con la brisa marina acariciando mi cara y con el Mediterráneo al frente, aquel día de un frio azul oscuro acorde con lo gris del día  no me resultó dificil entender porque Dalí había decidido instalarse allí y buscar el regalo de las Musas en este pequeño y escondido lugar de su hermosa tierra natal.

 
 

2 Respuestas a “Siguiendo los pasos de Dalí en Girona

  1. Me ha sorprendido tu mirada exhaustiva, tu documentado recorrido de un viaje que he hecho y que me llevó a Figueres, por el Museo Dalí. Me encantó.
    La carretera hasta Cadaqués, para mí, pesada también por curvas, no me pesó al llegar a ese pueblo que defines tan bien, con una ternura que comparto. Una de tus fotos, majo un arco, es tá tomada desde el mismo lugar por mi cámara, y me gsuta que no pusieras la de Dalí del paaeo marítimo, a mi gusto, poco destacable

    Un placer leerte, y compartir tu mirada. Un saludo.

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  2. Muchas gracias por tus palabras otra vez. Me alegro de que te haya gustado mi entrada sobre Figueres y me encanta la oportunidad de poder compartir mis experiencias con vosotros. Un saludo muy grande y un abrazo.

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