Así le cantaba Jacques Brel en el año 1964 a la capital holandesa, Amsterdam. Amsterdam, la ciudad que miles de turistas visitan atraidos por su carácter liberal, presume de su apertura en temas como la prostitución y la marihuana. Ésto es algo que se hace patente y se condensa en distritos como el barrio rojo de Amsterdam que ya describía por aquel entonces Jacques Brel en su melancólica canción.
Y es que el barrio rojo de Amsterdam no es precisamente un fenómeno reciente.
De Wallen, el mayor distrito de prostitución de Holanda, es también uno de los más antiguos y conservados de la ciudad (con muchos de sus edificios que datan del siglo XIV) y también es uno de los más visitados.
Históricamente, ya en el medievo, el barrio atraía a la prostitución debido a su proximidad al puerto y a sus marineros que atracaban allí después de sus largos viajes. Curiosamente, fue durante la prohibición de la prostitución durante el siglo XVI cuando precisamente el barrio tuvo su mayor desarrollo y fue en el siglo XVII cuando aparecieron las famosas vitrinas escaparates donde las prostitutas y las mujeres se exhibían para sus potenciales clientes.
En la actualidad, el barrio rojo es casi una institución en la ciudad y sus sex shops, peep shows, prostitutas en vitrinas y coffee shops donde consumir marihuana hacen del lugar uno de los principales reclamos de la ciudad de Ámsterdam.
La prostitución es legal desde principios del siglo XX y los burdeles se regularon y legalizaron en octubre del año 2000 por lo que la prostitución ejercida en el barrio rojo se encuentra obviamente en el marco de la legalidad, lo cual, sin duda ofrece a las prostitutas ciertas garantías y seguridad en el ejercicio de su profesión, todo ésto sin entrar en el debate de si la prostitución resulta denigrante para la mujer al convertirla en un objeto o una mercancía de negocio.
Es así, la prostitución se encuentra completamente regulada y cada prostituta está obligada por ley a tener un contrato con la seguridad social privada (como cualquier otro trabajador). Los trabajadores del sexo deben tener más de 18 años de edad y una autorización válida de trabajo en Holanda. Esta cobertura legal también viene acompañada de ciertas obligaciones y tal y como informa la página web de turismo de Amsterdam, además de pagar sus correpondientes impuestos, cada mujer dedica gran parte de sus ganancias a pagar a los dueños de las vitrinas el correspondiente alquiler, (de 40 a 120 euros el turno de 8 a 12 horas).
Está regulación es un motivo de orgullo para muchos holandeses, pero también es, por tanto, una notable fuente de ingresos para el país. Según datos oficiales, el famoso barrio rojo y los coffee shops que venden sexo y drogas contribuyen a la economía nacional con 2500 millones de euros anuales, lo que supone aproximadamente el 0,4% de la economía nacional, cifras que colocan a la prostitución y las drogas por delante del consumo de queso en cuando a la producción de riqueza se refiere.
Es evidente que Holanda ha conseguido sacar rentabilidad en sus impuestos a un negocio que en muchos otros países permanece oculto como dinero negro pero, ¿es oro todo lo que reluce en Holanda? ¿han conseguido los holandeses normalizar completamente la prostitución en su liberal sociedad? ¿es en Holanda la prostitución una salida profesional digna para un ciudadano?
El colectivo de prostitutas en Holanda se queja y denuncia que se siguen registrando abusos sexuales en el país, que no ha cesado el fenómeno de la prostitución forzada y sigue siendo una profesión estigmatizada en la sociedad holandesa. La lacra que supone ejercer una profesión denostada como lo es la prostitución lleva a que muchas de estas mujeres encuentren problemas incluso para abrir una cuenta bancaria, solicitar una hipoteca o acceder incluso al alquier de una vivienda.
En la actualidad, el numero de prostitutas en Holanda varía entre las 15000 y 30000, de las cuales la inmensa mayoría son extranjeras o inmigrantes y, en muchas ocasiones, lamentablemente, este fenómeno de la inmigración viene unido precisamente al tráfico de personas, especialmente con mujeres procedentes de los Balcanes. Cientos de mujeres caen en redes de proxenetas, muy violentas, atraídas por las promesas de una vida mejor. Cierto es que éste es un problema que lamentablemente afecta a todo el continente, pero en Holanda este tipo de delincuentes están amparados por un marco de regulación y legalidad que ha colocado, irónica y desgraciadamente, a Holanda como lider en el ranking la UNODC (United Nation Office on Drugs and Crime) de paises predilectos para el tráfico de mujeres. (203 casos juzgados sólo en el año 2013). Afortunadamente, la mayor parte de las prostitutas que ejercen su profesión en el Barrio Rojo (uno de los más seguros de toda la ciudad) y en todo el país no son víctimas de ninguna trama delincuente, y muchas de ellas, llevan una vida normal y se han beneficiado en cierta forma de la regulación de su actividad que, de algún modo, ejercen voluntariamente.
En cualquier caso, el propio Gobierno ha puesto en marcha varios programas e iniciativas para ayudar a quienes ejerzan la prostitución puedan salir de ella y ofrecer alternativas viables.
En fin, a favor o en contra de su legalización, ésta claro que este fenómeno, el de la prostitución, va a seguir presente, de una forma u otra, como lo ha estado a lo largo de siglos y siglos de historia de la humanidad.
Pasear por el Barrio Rojo fue para mí toda una experiencia, visual y visceral, sintiéndome a veces, por momentos, testigo de un artificio de circo, siendo el Barrio Rojo casi una caricatura ridícula del negocio del sexo y otras veces, en cambio, tenía la impresión de contemplar un auténtico muestrario de bajezas humanas, convirtiéndose aquí clientes y prostitutas, sex shops y proxenetas, en un grandioso espectáculo para turistas, transformados éstos casi en vouyeurs a la caza del morbo. Desde luego, toda una experiencia en el corazón mismo de Europa.