Aunque la mayor parte de la población de Durban es negra, el 20% de población de origen hindú de la ciudad le dan un marcado sabor indio a la tercera ciudad de Sudáfrica, además de un fuerte carácter multirracial y cosmopolita, diferenciando a Durban del resto de ciudades del país. El origen de la importante presencia india en la ciudad (de las más altas de todo el continente africano) proviene allá del siglo XIX, periodo durante el cual los ingleses trajeron en sus barcos a habitantes de la India para trabajar en las importantes plantaciones de azúcar de Natal de la que Durban era el principal puerto de entrada y salida.
La importancia portuaria de Durban todavía se mantiene hoy en día, siendo el mayor puerto de toda África, alojando además la terminal de contenedores más grande de todo el hemisferio sur, casi nada.
Quizás sea el continuo tránsito de personas y mercancías y el carácter portuario de la ciudad lo que han hecho de Durban una ciudad algo canalla. Tiene fama de ser una ciudad peligrosa por la que hay que pasear con cuidado con unos niveles de delincuencia y violencia comparables incluso a la propia ciudad de Johannesburgo. No conviene relajarse en Durban, nos había dicho todo el mundo en Johannesburgo antes de partir.
El propio dueño de nuestro hotel, Villa Palma, un enorme hombre mulato, oriundo de Stellenbosch, nos advirtió con mucha insistencia al llegar sobre las amenazas que acechaban en las calles de la ciudad. Era bastante tarde cuando llegamos a Durban y mientras nos registrábamos en recepción, nos enumeró todas las precauciones que debíamos tomar y nos aconsejó que no nos alejáramos mucho del hotel pasado el atardecer.
Salimos a dar una vuelta y cenamos en un fabuloso restaurante etíope en la misma calle donde dormíamos y Stephen, bastante paranoico comn el tema de la seguridad como siempre, se empeñó en que después de cenar volviésemos inmediatamente a la habitación del hotel.
Para Mar y para mí, Stephen. estaba quizás exagerando un poco.
Nos levantamos muy pronto al día siguiente dispuestos a aprovechar el día al máximo. Pudimos desayunar en la terraza del hotel, atendidos por una amable y sonriente mujer de color. El clima en estas latitudes es ya tropical. El día nos regalaba un calor húmedo e intenso y el sol vigoroso que calentaba la mañana ya nos prometía que las temperaturas iban a hacer de todo menos bajar. Y eso que estábamos en pleno invierno.
«Hoy es fiesta en Durban«-nos dijo el dueño del hotel-«es el día de la mujer en Sudáfrica«.
A Mar le entusiasmó la idea, tan feminista ella y bromeó directamente con la camarera mientras ésta nos servía el desayuno.
«Hoy es nuestro día, no deberías estar trabajando«.
A la mujer le hizo bastante gracia la idea y se echó a reír tapándose la boca con la mano.
Antes de lanzarnos a conocer Durban, el dueño del hotel nos volvió a advertir sobre los peligros de la ciudad. Se despidió mascullando un «tened cuidado» que sonó casi como si nos fuésemos a la guerra.
Nos dirigíamos a una de las playa de la ciudad, muy próxima al centro de Durban.
En el camino al centro, tuvimos que conducir a través de la Mahatma Gandhi Road, llamada así en honor a mítico pacifista y político indio.
Y es que fue precisamente en Durban donde el influyente premio Nobel de la Paz indio despertó su conciencia política. Sudáfrica siempre ha removido conciencias y cada rincón del país parece empapado completamente de ese halo histórico, político y reivindicativo.
En el año 1893 Gandhi se mudó a Natal para trabajar para una compañía india que operaba en la ciudad. Sometido a diversas vejaciones y humillaciones durante su estancia en la ciudad fruto del sistema opresor y racista de Sudáfrica, Gandhi empezó a cuestionarse el racista sistema político y administrativo que vertebraba la sociedad sudafricana de la época.
Durante sus años en Sudáfrica, Gandhi luchó contra las leyes que discriminaban a los indios en el país mediante la resistencia pasiva y la desobediencia civil. Me pregunto hasta que punto las ideas de Gandhi han podido influir posteriormente en el propio Nelson Mandela y en el propio devenir político de todo el país y su transición política. Probablemente mucho.
En la Sudáfrica post-apartheid actual, la comunidad india es una parte visible de la sociedad sudafricana pero en esta Sudáfrica arco-iris del siglo XXI, sigue despertando la desconfianza de las otras comunidades de la nación, debido quizás a su hermetismo y al recelo con el que han guardado sus propias costumbres y sus contactos al otro lado del Índico.
El periodo colonial inglés ha dejado su impronta en Durban y no sólo por los ecos de la India que retumban en cada rincón de la ciudad. El centro de Durban posee unos cuantos edificios coloniales magníficos, recuerdos de su pasado inglés. Impresionantes y elegantes construcciones victorianas que se alternan con unos cuantos grandes rascacielos y modernos complejos comerciales, testimonio del vigor económico y comercial de la ciudad. Lamentablemente, Stephen. no nos dejó bajarnos del coche. Una vez más, nos dirigíamos directamente en coche desde el centro hasta la playa. Sin paradas.
Según él, el centro de Durban era demasiado peligroso. Y yo ya empezaba a desesperarme. Empezaba a hartarme de viajar a vuelo de pájaro por el país y observarlo todo a través de la ventanilla del coche.
Aparcamos en las inmediaciones de un enorme centro comercial: el moderno uShaka Marine World que además de ser un centro comercial es, también, uno de los acuarios más grandes del mundo. No me podía creer que nuestra primera parada en Durban fuese un centro comercial. Pero así fue.
El uShaka Marine World es una horterada a la altura de un país de las dimensiones de Sudáfrica. El interior está decorado con motivos zulúes (no en vano estamos en Kwazulu-Natal, donde reinó el sanguinario y temible Shaka Zulú) y los animadores del centro, vestidos para la ocasión, lucen sus disfraces zulúes y se fotografían con los turistas. No se si a Shaka Zulú le haría mucha gracia la perversión capitalista en que han convertido el legado cultural zulú aquí en el uShaka Marine World transformado casi en una pantomima pero desde luego a mi la sucesión interminable de tiendas de marca, los restaurantes de comida rápida y los centros comerciales comenzaban a aburrirme soberanamente.
Lo mejor del uShaka Marine World es que termina en South Beach, una interminable y larguísima playa de arena, abierta al Océano Índico. Fuera del centro comercial, allí en la playa, en South Beach, es cuando más cerca me pude sentir de la ciudad de Durban, para la que me puedo imaginar que el mar y la playa son un modo de vida. Surferos, vigilantes de la playa, turistas, familias disfrutando del mar y de la brisa marina, gente haciendo footing e incluso alguna que otra extraña celebración religiosa. Todos bajo el mismo sol de justicia, mecidos por la misma brisa marina y reclinados devotos ante el mismo océano.