Innsbruck en el Tirol austriaco

A unos 180 kilómetros de Salzburgo, se encuentra la ciudad de Innsbruck, la capital del estado de Tirol, una de las regiones más emblemáticas y representativas de la nación austriaca, conocida universalmente por sus elevadas montañas, sus habitantes vestidos con trajes regionales típicos y sus reconocibles cantos a la tirolesa, con sus bruscos cambios de registro vocal y sus falsetes. Viva el tópico ¿no?.

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No es lo mismo el estado del Tirol que la región del Tirol. El Tirol histórico es una región trilinguüe, antiguamente parte del Imperio Austrohungaro donde convivían el alemán, el italiano y el ladino en natural existencia. Hoy por hoy, ese Tirol antiguo se reparte entre Italia y Austria formando parte de dos naciones diferentes, pero en cierta forma, aún hoy en día, en el Tirol austriaco todavía se deja notar cierta influencia italiana.

A Innsbruck llegamos tras un viaje en tren de dos horas. El tren era rápido y cómodo, pero caro, carisimo. 83 euros el trayecto. Toma ya. Austria no es un país para viajeros pobres (desde luego).

Al llegar descubrimos una ciudad pequeña y recogida (Innsbruck cuenta sólo con 120000 habitantes), pero atestada de turistas. Y es que el casco histórico de Innsbruck es bien bonito, ya no sólo por sus calles empedradas y sus antiguos edificios bien restaurados, si no porque desde cualquier punto de la ciudad se pueden contemplar unas inmensas e impresionantes montañas, que como telón de fondo, adornan cualquier paseo por el corazón de la ciudad.

Para Mv. aquel viaje era un reencuentro. Ella nos había comentado que hacía mucho años había visitado Austria con su madre y habían viajado, igual que esta vez, a Innsbruck desde Salzburgo.

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Mv. nos dijo que tenía bastante mejor recuerdo de Salzburgo que de Innsbruck, sin duda.

Yo no se si era por el buen tiempo, que nos acompañaba aquel día, a diferencia de días anteriores, pero lo cierto es que Innsbruck me gustó bastante más que Salzburgo. Y a Mv. le sirvió para reafirmarse en sus recuerdos.

La ciudad estaba muy animada, las vistas de las montañas al fondo eran de quitar el hipo, y el paseo al lado del río nos regaló unas vistas y unas fotografías mentales difíciles de olvidar.

Innsbruck tiene encanto, eso no se puede negar.

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Acabamos comiendo en un restaurante vegano al lado del río, en una terraza. Las raciones eran grandes y sabrosas y no pudimos evitar dejar comida en los platos. Un hombre extranjero nos pidió amablemente si podía coger nuestras sobras y llevárselas. No tenía dinero para comer. Le dijimos que si, sin dudar. En Innsbruck también había gente que pasaba hambre.

Antes de coger el tren de vuelta nos dimos otro paseo por el casco histórico. cabezada y descansar.

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