La parte finlandesa de Laponia encarna como ningún otro lugar todo aquello que representa para mi Escandinavia, una imagen que no difiere mucho, yo creo, de la que está por ahí pululando en el ideario colectivo, esto es, bosques frondosos, aguas heladas y naturaleza salvaje, todo ello aderezado con unas fuertes dósis de canela y un toque de sofisticación escandinava. Laponia es una vasta región del norte de Europa que se reparte actualmente entre cuatro naciones: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia.
Es la más septentrional de las regiones de la Europa continental y una de las menos pobladas con una densidad que se situa alrededor de los 4 habitantes por kilometro cuadrado.
Laponia está habitada tradicionalmente por el pueblo sami, una minoria reconocida en Noruega, Suecia y Finlandia, con una cultura, una tradición y una lengua caraterísticas que la diferencian del resto de pueblos de Escandinavia.
Para mí viajar a estas heladas tierras más allá del círculo polar ártico era un sueño desde que era pequeño, seducido como estaba por aquellas fotografías de paisajes, gélidos y hermosos que se podían encontrar en libros y revistas.
Y es por esta fascinación que estás estampas nevadas me producían y me producen todavía que tenía muy claro que quería viajar a Laponia en invierno. No hubo duda. Por mucho que la región tuviese mucho que ofrecer también en verano.
Cierto es que el verano en Laponia no está exento de atractivos. Finlandia, el país de los mil lagos, y la propia Laponia ofrecen al visitante una temperatura bastante agradable, bonitos paisajes, una naturaleza exhuberante e islas practicamente desiertas, por no hablar del espectacular sol de medianoche. Pero yo quería ir en invierno y contemplar aquellos paisajes nevados. Lo cierto es que el invierno en Laponia es plena temporada alta allí, especialmente en Navidad, que es cuando las familias de toda Europa acuden a visitar a Papa Noel, que parece tener su residencia oficial en Rovaniemi, capital administrativa de la Laponia Finlandesa.
Además, es la epoca ideal para practicar deportes de invierno (especialmente a partir de febrero cuando el terreno ya no está embarrado y la nieve ha cuajado en la superficie) , para todos aquellos que no se dejen intimidar por las pocas horas de luz, y sobre todo, es un buen momento del año para contemplar la aurora boreal.
Eso sí, quienes se aventuren a adentrarse en el invierno polar deben equiparse adecuadamente con ropa de invierno, camisetas, forros polares, bufandas y gorro. Y es que no en vano la temperatura puede alcanzar sobradamente valores negativos especialmente de noche. No hay que ignorar del mismo modo la importancia del calzado. Llevar botas o zapatos impermeables y con una suela adecuada se hace imprescindible ya que las placas de hielo hacen que el suelo sea tremendamente deslizante y pueden provocar caidas o golpes y más de un disgusto.
En cualquier caso, independientemente de la época del año que se elija, alcanzar estas lejanas tierras al norte del país no es complicado dado el buen estado de las infraestructuras finlandesas. Llegar en avión a alguno de los aeropuertos del norte, como el de Rovaniemi o el de Ivalo (el aeropuerto más al norte del país) es desde luego la opción más rápida, pero sin duda, los precios son de todo menos asequibles al menos para mi poder adquisitivo. No hay que olvidar que Finlandia es un país bastante caro y que hace un par de años Helsinki consiguió el dudoso honor de ser la ciudad más cara del mundo. Este será un viaje que desde luego pondrá a prueba a los bolsillos más ahorradores. Y a no ser que se reseven con muchisima antelación los precios de los billetes pueden volar por encima de los 300 euros.
Por otra parte, recorrer por carretera los cerca de 900 kilometros que separan Laponia de Helsinki supone cerca de 10-11 horas en coche a una velocidad media de 90 km/h. Las carreteras están en buen estado y muy bien acondicionadas pero las condiciones climatológicas pueden no ser precisamente favorables, especialmente para todos aquellos conductores no expertos.
Ante todo esto, el tren es una alternativa más que razonable. Existe un servicio regular de trenes entre Helsinki y Rovaniemi, Ivalo y otras ciudades laponas. Los trenes son comodos, confortables y funcionales. El viaje a Rovaniemi en tren dura entre 9 o 12 horas, dependiendo de si se elige un tren nocturno o no. Si se escoge viajar de noche, existe la opción de viajar en alguno de los confortables coche cama. Nosotros así lo hicimos y la verdad es que nos ahorramos dos noches de hotel (que en Rovaniemi tampoco son baratas), economizamos tiempo y lo cierto es que el coche cama cumple con creces con los estándares de comodidad medios, siempre y cuando el viajero no sea especialmente claustrofóbico.
Los precios pueden oscilar entre los 90 y los 130 euros sólo ida. Desde luego, no es un precio economico tampoco, pero viajando por Finlandia, y en general, por toda Escandinavia es dificil encontrar gangas.
La compra de los billetes se puede hacer online en la página web de la compañia ferroviara estatal cuyo link adjunto:
http://www.vr.fi/fi/
pero nosotros adquirimos los billetes directamente en la estación de Helsinki a nuestra llegada a Finlandia y no tuvimos problemas de plaza, aunque hayque tener en cuenta que nosotros viajamos temprano en diciembre, y todavía no era plena temporada alta. Quizás a medida que se acercan las fechas navideñas la disponibilidad de billetes disminuya considerablemente.
El recorrido del tren discurre a traves del país de sur a norte, atravesando llanuras, bosques, lagos, naves industriales y paisajes nevados hasta llegar por la mañana a las inhóspitas tierras laponas. Es una pena que al viajar de noche no se pueda apreciar apenas el espectaculo visual por completo que debe suponer el viaje. Pero como compensación, he de decir que la sensación que produce despertarse por la mañana después de varias horas de viaje con el olor del café que está siendo servido en los compartimentos, abrir la persiana de la ventana del vagón y observar el paisaje luminoso y brillante del sol reflejandose en la nieve de las copas de los árboles de los espesos bosques que desfilan ante tus ojos y comprobar que por fin estás en Laponia no tiene precio.