Amritsar más allá del Templo Dorado

Amritsar no sería más que un polvoriento y olvidado enclave próximo a la frontera de Pakistán de no ser por el impresionante Templo Dorado, del que ya os he hablado en mi entrada anterior sobre India, y que hace de Amritsar un punto destacado en el mapa y lugar muy importante de peregrinaje.

Cuando yo empecé a plantearme mi viaje por la India y ya fijamos como visita obligada en el trayecto el Templo Dorado, me pregunté si Amritsar poseía algún punto de interés más, además del famoso Templo, que justificase las horas de viaje.

Navegué por internet, buqué y rebusque y lo cierto es que la mayor parte de las reseñas se centraban en lo fastuoso y lo espiritual del Templo, pero había un enorme vacío de información sobre el resto de la ciudad.
La verdad es que yo sólo me llevé una idea muy general de Amirtsar,  aun así con esta entrada no pretendo otra cosa que ayudar a quienes, como yo entonces, estén pensando visitarla  y se pregunten del mismo modo que yo lo hice, si hay algo digno de ver o experimentar allí más allá del Templo Dorado (que ya en sí no es poca cosa, que quede claro).

Francamente, Amritsar en sí es una ciudad poco atractiva, bastante carente de encantos y en la que cuesta visualizar, a primer golpe de vista, razones objetivas que justifiquen el viaje. No es una ciudad agradable para pasear, es caótica, ruidosa y muchos de sus edificios se encuentran prácticamente en ruinas. Pero tampoco hay que dejarse llevar por las primeras impresiones.
Amritsar cuenta, además de con el Templo Dorado, quizás, con cuatro puntos de atención turística destacables que voy a enumerar a continuación y aunque quizás no sean motivos en si mismos para visitar la ciudad, pueden ser un buen pasatiempo o un curioso complemento para el tiempo libre que nos deje la visita al ya mencionad templo.

Ceremonia de  cambio de guardia en la frontera India-Pakistán en Attari: A 30 km de Amritsar se encuentra Attari y a 3 kms de allí se encuentra el paso fronterizo entre Pakistán e India, paises entre los que hay de todo menos relaciones amistosas. Attari es el último punto indio en la carretera que conecta las dos grandes ciudades de Lahore en Pakistán y Dehli, la capital india y el cambio de guardia en la frontera indopakistaní se ha convertido en un verdadero reclamo turístico. Cientos de indios y pakistaníes se concentran a ambos lados de la frontera a diario para ver el desfile de cambio de guardia, enarbolando banderas y ensalzando sus profundos sentimientos nacionales, abucheando a sus homólogos vecinos y convirtiendo todo esto en una verdadera pantomima y caricatura del conflicto a escala nacional que separa a ambos países. Toda una curiosidad y una experiencia difícil de repetir en otro punto del planeta. Esto es sacarle partido a la enemistad entre dos pueblos.

-Templo de Mata: He de decir que este emplazamiento fue una de las experiencias en forma de templo más extrañas y surreales que vivimos en nuestro viaje a India, el santuario está dedicado a  Lal Devi, la mujer santa con gafas, que se quedó embarazada tras su visita. Actualmente, cientos de mujeres visitan el templo consagrado a la causa durante todo el año, algunas de ellas con gafas, con la esperanza de quedarse encinta. La visita al templo es como un verdadero parque de atracciones donde
no entiendes nada y no sabes lo que va a pasar a la vuelta de la esquina. Sorprendentes estatuas, representaciones humanas en forma de collage con papel de charol, pasadizos llenos de agua por los que debes arrastrarte a cuatro patas y recovecos y retorcidas escaleras han covertido un edificio normal y corriente próximo a la estación de tren de Amritsar en un verdadero lugar de devoción un poco kitsch (tengo que decirlo, con el máximo respeto eso sí). La verdad que una vez más, mi ignoracia sobre la cultura y religión hindúes quedó manifiesta y me sentí entre divertido y frustrado al no entender  toda la simbología que me rodeaba ni todo lo que pasaba a mi alrededor ¿por qué las mujeres tenían que tocar una campana al entrar, o por qué acompañadas muchas de ellas de sus maridos ataban una cinta roja brillante en la barandilla de la terraza? Son preguntas que para mí siguen sin respuesta.

Templo Durgiana (Templo plateado): Los hindúes probablemente recelosos, admirados o quizás incluso envidiosos por lo grandioso del Templo Dorado sij se lanzaron a la construcción de su propio Templo, está vez plateado, con la misma estructura que el primero. El templo que toma su nombre del dios Durga , posee pequeños santuarios dedicados a  Sita Mata y Hanuman y es una versión cutre, siendo honestos, del templo dorado, la verdad, mucho menos ornamentado e impresionante y considerablemente más sucio.  Eso sí, no hay apenás visitantes y se puede disfrutar casi en soledad de un paseo alrededor del enorme lago artificial que circunda el templo de un apagado color plateado, lo cual es de agradecer. El guarda del templo, muy simpático, nos acompañó durante casi toda la visita, alternando retazos de conversación y momentos de meditabundo silencio.

-Jallianwala Bagh: Todos los indios y locales con los que hablabamos insistían y nos recomendaban fervientemente que visitaramos este parque, emplazado en honor a  los sijs asesinados por los ingleses cuando estos intentaron aplacar una revuelta social bajo el mandato del infame oficial Reginald Dyer allá a principios del siglo XX. Entre los más de 1000 sijs tiroteados se encontraban mujeres, niños y ancianos, convirtiendose éste en uno de los episodios más bochornosos del colonialismo inglés en el país. Más allá de ser un sentido homenaje a las tristes víctimas de tal injustificable matanza, hoy en día todo el parque se ha convertido en un lugar de exaltación nacionalista y de propaganda antibritánica y anticolonial, de ahí, en parte, que les guste tanto a los locales que ven reflejado ahí su sentimiento patriótico.
En el recinto todavía se pueden ver las marcas de los balas en las paredes y extrañas figuras hechas de alambre que simulan a perversos soldados británicos apuntando al horizonte.
Todo el conjunto es exagerado y un poco hortera, pero lo cierto es que para los habitantes de Amritsar el jardín es un motivo de orgullo y está ahi para recordar la triste masacre que  ha marcado en parte las posteriores relaciones de la India con su antigua metropoli Reino Unido.
Dejando a un lado la solemnidad del parque, Jallianwala Bagh es un bonito y agradable descanso del frenético caos urbano y un buen lugar para relajarse e interaccionar con otros visitantes y familias que aprovechan también de lo distendido del entorno para soportar los calores de la tarde.

Un buen reclamo de Amritsar es adentrarse en el mundo de la comida punjabí, ligeramente diferente del resto de comida del país. No en vano en un país de las dimensiones de la India, las variedades gastronómicas de un punto a otro del país son inmensas.
Primero he de decir que al ser Amritsar una ciudad santa  está prohibido comer cualquier tipo de carne en las inmediaciones del Templo Dorado, con lo que sentarse en cualquier restaurante del centro de la ciudad lleva implicito un menú estrictamente vegetariano. Aprovecho la ocasión para comentar además que fumar en los alrededores del Templo también esta prohibido (so pena de la correspondiente multa). Como consecuencia nosotros tuvimos que andar fácilmente un kilometro y medio y escondernos en un rincón como si fuésemos delicuentes «drogaditos» para que Marta y Ana pudiesen fumar.
En fin, volviendo a la comida, la tradición culinaria punyabí guarda en común muchos elementos, como es lógico, de la gastronomía de todo el norte del país: Samosas, pakoras y arroces de todo tipo.
Especialmente típico del Punyab es la elaboración de diferentes platos al horno, el famoso tandoori, ya sea pescado o pollo, pero para ello es necesario, una vez más, en Amritsar distanciarse prudencialmente del Templo y partir a las afueras.
Nosotros así lo hicimos, tomamos un taxi y degustamos un pollo al tandoori en un restaurante  recomendado en una de nuestras guías, pero francamente la cena no fue algo que mereciera la pena recordar.
Mucho más recomendable es el Neelam’s en Golden Temple Road, muy cerquita del templo dorado, con un menú completamente vegetariano pero con una amplia gama de especialidades locales. Creo que puedo decir que fue uno de los mejores restaurantes que encontramos en todo nuestro viaje y la comida me supo a gloria (puede que el hambre que tenía influyese);

En cualquier caso si hay un motivo por el que merezca la pena hacer un viaje a Amritsar (aparte del Templo Dorado, claro está), por encima de todos los lugares que he mencionado anteriormente se encuentra el  carácter acogedor y abierto de  sijs y de  punyabíes.
Durante nuestro tiempo en Amritsar, hemos conocido gente especialmente atenta y amable, preocupada por proteger al viajero y con una curiosidad inocente hacía el visitante que es más dificil ver en otras partes de la India y que no decir del globo: sijs ofrenciéndonos su tarjeta para que en el caso de que tuviésemos algún problema durante nuestra estancia en Punjab les llamásemos, u otro hombre que vino corriendo a avisarnos para que tuvieramos cuidado con nuestras mochilas en un taxi porque podían robarnos el equipaje sin no poníamos atención. Poco a poco, unos cuantos prejuicios se  fueron desmontando y aunque cuesta bajar la guardia en la India a veces, he de decir que a grandes rasgos y generalizando, los punjabíes son encantadores.
Y es que superado el impacto sensitivo que supuso a nosotros llegar a Amritsar, nuestra primera parada en la India, pudimos finalmente comenzar a apreciar el verdadero sentir de las calles de la ciudad.
Nos hicimos cientos de fotos, nos dejamos envolver por el ambiente místico del Templo, disfrutamos de conversaciones casuales con desconocidos y locales, nos topamos con encuentros inesperados, nos emocionamos con la amabilidad de sus gentes e incluso acabamos bailando en las calles al ritmo de una boda punyabí.
Creo que no se puede pedir más…

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