Grecia posee un número casi incontable de islas. Según se consideren islas o islotes, el número de islas puede llegar a 6000, pero no todas están habitadas. Solo un centenar de ellas. Desde Creta a Lesbos, de Rodas a Naxos, el mar es el medio que las separa pero también que las une y hacen del transporte marítimo una pieza angular clave de la economía y de la vida griega.
El puerto del Pireo en la región del Attica donde se encuentra Atenas es uno de los mayores puertos del Mediterráneo y da trabajo a cerca de 2000 personas que dan servicio a más de 24000 barcos cada año. Es además el puerto del Mediterráneo Oriental con un mayor número de contenedores y, por si fuera poco, es el puerto de Europa con mayor tránsito de pasajeros: 19000000 de viajeros pusieron pié en las terminales del puerto del Pireo durante el año 2014.
No es de extrañar que compañías de todo el mundo hayan puesto sus avariciosos ojos en el goloso puerto del Pireo a medida que suenan los tambores de privatización a ritmo de la ya tristemente crónica crisis económica griega.
Empresas rusas, chinas o alemanas se disputan la concesión de la explotación del puerto que sin duda reportará grandes sumas de dinero a sus beneficiarios, eso sin tener en cuenta la importancia estratégica militar y política del Pireo debido a su posición geográfica a medio camino entre oriente y occidente, norte y sur.
Sea como fuera, el ferry es la mejor forma de acercarse a las islas griegas desde Atenas y el medio de transporte fundamental para moverse entre ellas.
El puerto del Pireo es una interminable sucesión de barcos de enormes proporciones con capacidad suficiente para llevar coches, personas, bienes y mercancías en cantidades más que suficientes para mantener la cohesión y el mercado interno nacional.
Pero el Pireo no es el único puerto desde el que parten ferries a las islas, dependiendo del destino también hay salidas programadas desde otros puntos de la Grecia continental: el puerto de Rafina, cercano a Atenas, Rafina, Lavrios, Volos…
La lista de compañías que operan desde el puerto también es bastante larga y el número de páginas que actúan como intermediarias para comprar los billetes es agotadora y confusa.
Nosotros utilizamos la página que os indicaré a continuación. Está recomendada en la guía Lonely Planet y la verdad es que nos fue bastante bien. No nos cobraron comisión, vienen indicadas todas las compañías de ferries más importantes y nos permitieron enviar nuestros billetes al hotel en cuya recepción pudimos recogerlos (por un módico precio extra, eso sí).
Los ferries viajan siempre completos, sobre todo en temporada alta, por lo que es muy recomendable comprar los billetes al menos con un par de días de antelación, si uno no se quiere llevar sorpresas desagradables.
Nuestro viaje en ferry a Naxos fue una larga travesía de cinco horas a lo largo del Egeo. El barco hacía parada en Paros, Naxos y alguna otra isla más un poquito más adelante. Siempre me fascinan este tipo de viajes por lo que supone compartir unas horas, trayecto, destino y espacio cerrado con un montón de desconocidos a los que probablemente no volveré a ver nunca en mi vida.
En la cubierta del barco, se dejaban ver bastantes turistas, muchos italianos, alemanes, ingleses y franceses, pero también bastantes locales que probablemente regresaban a sus islas de nacimiento desde Atenas, el lugar donde vivían y trabajaban.
Aquel viaje estuvo marcado por las negociaciones del gobierno griego de izquierdas Syriza con la troika europea para definir los términos de un rescate que no llegó sin dejar caer a Grecia en un terrible corralito que duró varios días.
Pantallas de televisión enorme emitían continuamente largos debates de periodistas griegos que discutían acaloradamente en la sonora lengua helena . El Eurogrupo había rechazado el plan de rescate a Grecia propuesto por Tsipras y los problemas del país crecían a medida que la amenaza de corralito estaba cada vez más presente. El debate sobre sí llevar a consulta el rescate planteado por el Eurogrupo estaba calentito.
Mientras la mayor parte de los extranjeros seguían disfrutando del viaje como si nada, los griegos miraban atentamente la televisión algunos con gesto hosco y sombrío y otros con una media sonrisa de burla resignada. Viviríamos situaciones parecidas varias veces a lo largo del viaje.
Un chico de treinta y tantos años sentado cerca de nosotros casi se lo tomaba todo a risa y sin quitar un ojo de la pantalla nos miró y nos dijo en inglés: “It’s a circus”.
Era ya bien entrada la noche cuando por fin llegamos a Naxos tras una larga parada en Poros. Habíamos llegado a nuestro siguiente destino y las luces del pueblo de Naxos nos recibieron ofreciéndonos una bonita panorámica del casco antiguo de la ciudad. Con corralito o sin él, pisábamos por fin tierra firme.