Din Tai Fung, el rey del Xiao Long Bao

Tras cerca de doce horas volando y una escala en el fastuoso aeropuerto de Dubái, llegamos a Singapur con las baterías poco cargadas.

El cansancio del viaje ya nos hacía mella así que poco íbamos a poder aprovechar las seis horas de espera que teníamos por delante en la ciudad- estado de Singapur antes de coger nuestro vuelo rumbo a la isla de Bali.

Ya conocíamos Singapur. Habíamos estado allí hacía ya hacía dos años aprovechando un viaje que habíamos hecho a Myanmar.

Singapur es una ciudad que no se priva de nada. Es limpia y ordenada como ninguna otra ciudad del Sudeste Asiático, su eficaz red de transporte público recuerda mucho más a cualquier urbe europea que a Asia y su enormes y suntuosos rascacielos son señal inequívoca de la prosperidad económica del país.

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Desde el primero momento que puse el pié en Singapur me fascinó el hecho de que las tres grandes etnias del país (chinos, malayos e hindúes) hayan conseguido convivir en paz y armonía. Es un verdadero logro. Esto es algo que yo admiro enormemente de Singapur, eso sin poder evitar, al mismo tiempo,  que me moleste muchísimo la ostentación de la riqueza que exhibe la ciudad por sus cuatro costados.  Hace alarde de un capitalismo salvaje casi obsceno.

Pero no os quiero hablar de Singapur en esta entrada, a la que muy probablemente en el futuro ya le dedicaré algunas líneas. Esta entrada se la quiero dedicar en cambio al restaurante en el que comí durante esas seis horas de estancia en la ciudad, en cuyas mesas ya había tenido el gusto de sentarme en mi anterior viaje por Singapur.

El restaurante se llama Din Tai Fung y, en realidad, es una enorme franquicia con establecimientos en Taiwán, Indonesia, Singapur, Australia, Corea del Sur, Estados Unidos, Tailandia y Dubái.

Din Tai Fung sirven comida china y están especializados en dumplings, las famosas empanadillas chinas y en concreto en los xiao long bao, empanadillas cocidas al vapor. La verdadera estrella son los xiao long bao de cerdo, pero la carta está repleta de una variedad casi infinita de dumplings con distintos rellenos, wan tung frito, buns de carne y tantos otros platos representativos de la gastronomía china.

Por un precio razonablemente aceptable para los precios que se manejan en la ciudad (unos 20 euros por persona) uno puede disfrutar de buena comida taiwanesa, degustar los mejores dumplings que yo haya probado nunca, tomar té a mansalva a cuenta de la casa y dar gracias a dios por el aire acondicionado.

La cadena aunque tiene un gran arraigo en Singapur es de origen taiwanés. El primer restaurante fue abierto en Taipéi en 1948 por Yang Bingyi, un ciudadano chino que se mudó a Taiwán tras la guerra civil china, conflicto que terminó con la independencia de facto (no reconocida por el gigante chino) de la antigua isla de Formosa, la actual Taiwán.

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El negocio fue refundado en 1972 y reconvertido en un restaurante de dumplings y noodles y desde ese momento no paró de recoger reconocimientos y alabanzas gastronómicas hasta el punto de que 1993, el New York Times colocó al Din Tai Fung como uno de los 10 mejores restaurantes de todo el mundo y, por si fuera poco,  en 2010, el restaurante de Hong Kong recibió una estrella Michelin, la primera insignia de esta categoría que recibía la cocina taiwanesa.

Como digo, el éxito de la cadena ha sido tal, que ha extendido sus tentáculos por todo el Sudeste Asiático, Estados Unidos y Australia.

Ya en nuestro último día de viaje, tres semanas más tarde, haríamos parada de un día en Yakarta, y no nos lo pensamos demasiado y nos lanzamos a uno de los varios Din Tai Fung abiertos en la ciudad.  No habíamos tenido suficiente en Singapur.

En Yakarta, el té ya no es gratis, la carta es bastante más reducida y los famosos dumplings de cerdo son sustituidos por unos más insípidos dumplings de pollo (Indonesia no deja de ser un país de mayoría musulmana, el cerdo está vetado).

Eso sí los precios son bastante más asequibles, la limpieza del restaurante sigue siendo impecable y la comida sigue estando igual de buena, con el aliciente además de poder escapar por un día del repetitivo nasi goreng indonesio, que ya nos tenía un poco hasta las narices.

A ver para cuando abren un Din Tai Fung en España. Si algún día esto sucede, un cliente fijo al menos ya tienen.

 

 

 

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