Si hay un lugar, una foto por la que Beijing es reconocida de inmediato, esta imagen la constituyen sin duda la plaza de Tiananmen y la ciudad prohibida. Auténtico centro neurálgico del poder político del pais durante cientos de años, la ciudad prohibida es un inmenso e inabarcable conjunto arquitectónico de 9999 edificios. Por otra parte, la plaza de Tiananmen, justo enfrente de la ciudad prohibida, está concebida para vanaglorio y orgullo del regímen chino.
En conjunto suponen una atracción turística de primer orden a la vez que se convierten en el grandioso emblema institucional del regimen chino. Un emblema no exento de significado o polémica y susceptible de numerosas y diferentes lecturas.
Tiananmen es la plaza pública más grande del mundo y constituye un enorme mamotreto rectangular con una superficie de 440000 metros cuadrados y 880×500 de perimetro. Grandes proporciones para una explanada ideada y diseñada en 1949 como un lugar de reunión, encuentro y manifestación pública por y para el regimen comunista.
Situada al sur de la ciudad prohibida y flanqueada en sus laterales por imponentes edificios de estilo comunista y al sur por la puerta de Zhengyanmen (antiguo punto de partida de la muralla china, hoy en día lamentablemente derruida en pro de del regimen y el progreso), quizás la plaza de Tiananmen no sea el enclave más bello de toda la ciudad, pero, sin duda, como ya he dicho es uno de los más significativos e impresiona tanto por su enorme tamaño como por su grandiosidad y es desde luego una cita obligada para cualquier persona que visite la ciudad por primera vez.
Si en Beijing la presencia policial es constante, en Tiananmen este control militar-policial es más patente que nunca y uno toma conciencia más que en ningún otro lugar de la ciudad, que China no es una democracia y tiene mucho terreno que recorrer en el tema de las libertades individuales. Y es que no en vano la plaza de Tiananmen, por todo lo que representa, ha sido el escenario en multiples ocasiones de numerosas protestas y testigo privilegiado de los principales acontecimientos de la historia más reciente del pais. Quizás tristemente celebres sean ya los eventos acontecidos en 1989 a raíz de las protestas estudiantiles en la que murieron un número indeterminado de jovenes tras la contudente reacción del gobierno como respuesta a dichas protestas.
Ante el temor de que se repitan estos hechos en un lugar tan emblemático y que puedan ser mecha que prenda una inflama popular en una sociedad cada vez menos adormecida, Tiananmen es un auténtico cerco. Hay que evitar a toda costa que Tiananmen se convierta en un punto de reunión o un estandarte a tomar por los posibles manifestantes.
Con este objeto, sólo se puede acceder a la plaza a través de una serie de pasos subterraneos y cruzar la calle para acceder a la plaza está terminantemente prohibido. Para hacer más dificil el paso su periferia se encuentra rodeada de vallas. Una vez dentro, es necesario pasar por un control policial donde curiosamente requisan los mecheros. Es curioso observar como los controles de seguridad a los que nos someten a los extranjeros occidentales son pecata minuta en comparación con los que sufren los ciudadanos chinos. Para nosotros no hubo ni cacheo, ni nos requisaron los mecheros, tan sólo tuvimos que pasar nuestras bolsas por el control de seguridad. Esto fue suficiente.
Una vez en la plaza es posible contemplar las enormes dimensiones de la misma y es el lugar ideal para obtener una panorámica perfecta de la fachada de la ciudad prohibida con la foto enorme de Mao en su parte superior.
Los omnipresentes turistas chinos equipados con sus camaras de fotos se mezclan con los militares y le dan a la plaza una especie de aire festivo-represivo bastante contradictorio. Es posiblemente uno de los lugares más vigilados de la ciudad, incluso del país, y al mismo tiempo uno de los más visitados por los turistas.
Desde luego, no es una plaza que invite al relajo y no es un lugar donde apetezca sentarse a descansar. Tras unos minutos en plaza y las consabidas y típicas fotografías, nuestros ánimos ya nos pedían cambiar el escenario y adentrarse en la antaño enigmática y majestuosa ciudad prohibida.
La Ciudad Prohibida fue el palacio imperial durante el reinado de las dinastias Ming Y Qing. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los conjuntos arquitectónicos más grandes del mundo y es la mayor colección de estructuras antiguas de madera del mundo. Es un complejo entramado de calles, edificios, puertas y templos en el que es fácil dejarse perder. Si bien, dentro de esta complejidad la ciudad amurallada puede dividirse claramente en dos partes, una exterior donde el emperador ejercía su poder sobre todo el imperio chino y una interior, donde residía y vivía con su familia.
Según uno se acerca a la entrada principal de la Ciudad Prohibida comprobará con horror y espanto la enorme cola de ciudadanos chinos que se agolpan para entrar y visitar el complejo. Es una cola interminable e infinita y al verla, uno puede llegar a desesperar pensando que va a consumir dos horas esperando para poder entrar. Pero que no cunda el pánico. He aquí un detalle importante. Esta cola es sólo para aquellos que quieran visitar la Ciudad Prohibida y que dicha visita incluya la tumba de Mao, que se encuentra en el edificio principal de la entrada.
Para quienes no quieran ver a Mao disecado, un buen consejo es entrar por uno de los laterales, pagar la pequeña cantidad de 2 o 3 euros por visitar uno de los jardines laterales, saltarse la cola de la puerta principal y acceder directamente a las taquillas que se encuentran en el patio principal justo después del primer edificio. Los jardines desde luego no son nada espectacular pero evitar una larga espera de dos horas bien merecen el precio.
Mi honesta impresión de la Ciudad Prohibida fue una mezcla de decepción, expectativas no colmadas y fascinación. Lo cierto es que en su momento fue concebida como una edificación sobria y poco dada a los excesos como contrapunto al espectacular Palacio de Verano, donde la familia real veraneaba y escapaba de la vorágine política de la capital. Si a esta sobriedad le sumamos los años de gobierno comunista que han borrado todo rastro de religión (ya sea budista, lamanista, o taoista) o lujo real a los edificios (sobre todo en los años de la Revolución Cultural China), el resultado es que la Ciudad Prohibida muestra un aspecto austero y monótono.
Tras un tiempo de visita, la saturación y el cansancio empiezan a hacer mella. La Ciudad Prohibida es espectacular por su tamaño, por su impresionante valor histórico y cultural y por el valor incalculable de los tesoros que alberga, no lo discuto. Pero más alla de todo esto, y esto es una visión muy personal, su visita no resulta todo lo espectacular que uno puede esperar a priori.
Si que merece unos minutos de atención y reflexión ahondar en todo el simbolismo del que está cargado todo el conjunto monumental y el significado de cada pequeño detalle que podamos observar durante la visita. Esto es algo que me obsesionó durante todo mi viaje a Pekín, ya que era consciente de cuantos detalles se me escapaban debido a mi enorme lejania cultural y religiosa con estas tierras. Hay mucho simbolismo que está fuera de mi compresión y muchas cosas que por ende no puedo entender, dado, repito humildemente, mi poco conocimiento de la cultura china. Y la Ciudad Prohibida es un lugar pleno de simbolismos, ya que fue cuidadosamente diseñada en su momento para satisfacer y cumplir los preceptos religiosos y filosóficos del momento.
El número de edificios que componen el complejo es bastante curioso 9999 y, desde luego, es evidente que no es un número al azar. El número 9 es el número de la eternidad en China y será un número que se repita frecuentemente en númerosos templos y edificaciones a lo largo de la ciudad.
El amarillo es el color del emperador. Es por esto que los tejados y muchas paredes son de color amarillo. Excepción la de la biblioteca que cuyas tejas son de color negro porque se supone que protegen del fuego y la residencia del principe heredero cuyas tejas son verdes, color asociado al crecimiento.
Además todo el complejo cumple con una serie de normas de edificación y todos los edificios y construcciones están perfectamente orientados y su situación está cuidadosamente diseñada para cumplir distintos preceptos. Nada está dejado al azar.
Como más datos curiosos, he aquí algunas cifras que nos pueden dar una idea de la enormidad de la Ciudad Prohibida. Los 9999 edificios cubren una superficie de 74 hectáreas y está rodeada por un foso de 6 metros y un muro de 10 metros de alto con una puerta en cada lado. Grandes números que quizás no se llegue a apreciar completamente cuando uno se encuentra en su interior:
Quizás el mejor lugar para observar y percatarse de lo que estás cifras implican sea el parque Jingshan, que se puede ver en lo alto de una colina justo dentras de la Ciudad Prohibida. Las vistas desde esta colina son impresionantes y es el lugar perfecto para acabar el día después de una extenuante visita al complejo amurallado y disfrutar de una bonitas puestas de sol sobre la ciudad.
La historia de este parque es curiosa. Según los dictados del Feng Hui, las viviendas deben estar situadas al sur de alguna montaña. Cuando la capital se trasladó a Pekín, no había ninguna montaña en la ciudad por lo que decidieron construir una. Por tanto la colina de Jingshan es artificial y fue construida simplemente para adaptarse a los dictados del Feng Hui. Tiene una altura de cerca de 50 metros y es en este parque donde se suicidó el último emperador de la Dinastía Ming. En la actualidad es un parque público por el que hay que pagar entrada. La verdad es que bien merecen la pena la pequeña cantidad de dinero que hay que cuesta la entrada y el esfuerzo que supone subir la empinada escalera que asciende por la colina. Al llegar arriba, tras el vigoroso paseo, las vistas de Pekín y de la propia Ciudad Prohibida son espectacular y, desde luego, el parque parece el lugar perfecto para tomar una fotografia de todo el conjunto arquitectónico.
Para nosotros, o al menos para mí, observar el sol mortecino poniendose sobre Pekín, contemplar el mar de tejados inmenso que supone la Ciudad Prohibida disfrutando todo ello de nuestro primer parque en la ciudad supuso un fin perfecto para una jornada dura de turismo.