Angkor Wat, como ya he dicho en entradas anteriores, es el monumento central de Angkor y uno de los monumentos religiosos más grandes del mundo. Es un edificio perfectamente simétrico y es en esa mezcla de simetría, misterio salvaje y majestuosidad histórica donde radica parte de su enorme capacidad de fascinación. Rodeado por un foso de 190 metros de ancho y con un perímetro de 1,5 km por 1,3 km, Angkor Wat es un templo descomunal e impresionante.
Orientado hacia el oeste, simbolicamente la dirección de la muerte, fue concebido como una enorme tumba pero también ha sido utilizado como templo a lo largo de su milenaria existencia. De todos los edificios del complejo es también el mejor conservado ya que nunca fue completamente abandonado ya que quedó al cuidado de los monjes budistas.
A mi llegada, a medida que me iba acercando a Angkor Wat, e iba recorriendo el puente que une la carretera con el templo, poco a poco éste se iba perfilando en el horizonte y una mezcla de sensaciones iban recorriendo mi cuerpo. Desde lejos, Angkor Wat es sencillamente inolvidable. Impresiona y sobrecoge.
Y si desde lejos y a primera vista impacta, desde cerca, Angkor Wat también tiene una enorme capacidad de seducción. Todas las paredes cinceladas minuciosamente, cada piedra, cada talla, cada escultura sorprenden a medida que uno se deja caer por los pasillos, salas y patios interiores del templo y va descubriendo cada pequeño detalle. Una mezcla de historia, espiritualidad y misticismo impregnan todo el ambiente y hacen de cada minuto una experiencia dificil de repetir.
Nosotros fuimos a Angkor Wat dos veces. La primera fuimos el primer día por la mañana, la impaciencia por ver a Angkor Wat ganó la batalla al cansancio fruto del largo viaje en autobus del día anterior y después regresamos el tercer día, que madrugamos bastante (nos levantamos a las cinco de la mañana, nada más y nada menos) para poder disfrutar de la increible salida del sol sobre Angkor Wat. El segundo día tuvimos que suspender la visita debido a la fuerte lluvia monzónica. He aquí un detalle importante: hay que aprovechar para disfrutar del amanecer el primer día que el tiempo parezca permitirlo ya que sobre todo en epoca de monzones el tiempo puede llegar a jugar malas pasadas
Fue aquella quizás una de las salidas de sol más hermosas que yo haya visto nunca. He de reconocer que la horda de turistas que invaden el templo por la mañana puede hacer verdaderamente que las vistas pierdan algo de encanto e, incluso, hacernos desesperar a ratos pero la verdad es que cuando el sol empieza a perfilarse sobre las torres del templo y la imagen desdoblada y luminosa del mismo empieza a dibujarse en las aguas del foso, la admiración y el asombro te hacen olvidar las ganas de desayunar, el trasiego multitudinario de turistas y el cansancio del madrugón. La estampa es de una belleza incomparable.
Aunque Angkor Wat sea quizás el punto central por su atractivo e importancia de todo Siem Reap , no todo el interés monumental de la región se reduce a este templo.
Dentro de la ciudad amurallada de Angkor Thom se encuentran algunos templos realmente importantes y no exentos de interés.
El templo de Bayón, contruido por Jayavarman VII y con una altura de 1200 metros, es un enorme complejo que resulta menos impresionante desde la distancia que Angkor Wat, al menos desde mi punto de vista. En cambio, a medida que uno se acerca, la estructura rica y compleja del templo conmociona y la magia se produce. Pasillos enrevesados, salas pequeñas, escaleras y un cojunto de 54 torres decoradas por un montón de caras. Es uno de los templos más destacables del conjunto y es famoso precisamente por esas imagenes de enigmaticos rostros de buda inertes cincelados en piedra con impenetrables expresiones sonrientes.
Se recomienda la visita tanto al amanecer como al atardecer para observar como la luz del sol va iluminando cada uno de los rostros (al ocaso se consigue el efecto contrario).
Baphuon es un enorme templo piramidal construido por Udayadityavarman II entre 1050 y 1066 con unas hermosas estatuas tallas entre ellas un buda reclinado de 40 metros. La historia de este templo es bastante trágica y va estrechamente unida a la accidentada historia de Camboya.
El templo estaba siendo restaurado cuando estalló la guerra civil. A ese efecto, estaba siendo desmontado pieza a pieza para una vez desarmado volver a montarlo uniendo las piezas ya restauradas. Es un proceso largo y enormemente complejo. El problema es que los jemeres rojos, en su afán por borrar cualquier rastro de la antigua Camboya, destruyeron todos los registros cuando el trabajo aún no estaba finalizado y el templo se ha convertido en un auténtico puzzle con un montón de piezas por colocar. Aunque sigue siendo muy bonito, en el pasado debio de ser impresionante y según dicen uno de los más hermosos. La mano humana es capaz de hacer grandes obras y también de destruirlas.
Dentro del complejo amurallado de Angkor Thom existen también una serie de templos y emplazamientos «menores» en el buen sentido, pero no por ello menos apreciables e imprescindibles: El Recinto Real, la terraza del rey leproso, la terraza de los elefantes, y unos cuantos templos hindúes y budistas.
La terraza de los elefantes fue utilizada en su momento como lugar de reunión y punto de encuentro para todo tipo de festejos, desfiles y celebraciones.
Es una enorme explanada de cerca de 400 metros de longitud, hoy tomada por los turistas, el agua y algunos vendedores de agua y ricas viandas y niños descalzos corriendo por todas partes rodeando a los turistas para ver si cae alguna moneda.
Pero quizás dentro de todo este conunto amurallado el lugar que más llamó mi atención y permanece vivo en mi recuerdo sea la terraza del rey leproso. Se encuentra un poco más arriba de la terraza de los elefantes y sobre ella, en su parte superior, se encuentra una enigmática figura de origen desconocido. Arquitectos e historiadores no parecen ponerse de acuerdo en quien o que representa dicha figura pero se cree que podría representar a uno de los reyes de Angkor aquejados de la lepra, de ahí su desfigurado rostro.
Toda esta área del recinto se puede hacer perfectamente andando. Eso sí, cuidado con las altas temperaturas y con la humedad que pueden llegar a ser realmente elevadas y pueden hacer de la visita una dura prueba física y mental.
Aunque uno esquive las horas intermedias del día (que es cuando menos turistas puede haber,dicho sea de paso) las temperaturas pueden llegar a ser altísimas y las intermitentes lluvias monzónicas son un leve e insuficiente bálsamo para el calor que arrecia a los pocos minutos tras detenerse la lluvia.
Yo personalmente recuerdo la visita al complejo de Angkor Thom con auténtica fátiga. De verdad el calor puede llegar a ser insoportable y cuando llegué al templo de Bayón a última hora de la tarde estaba realmente sobrepasado por la humedad y las altas temperaturas.
Es totalmente recomendable tomarse la visita con calma, relax, llevar ropa fresca y no empeñarse en abarcar demasiado porque al final de la jornada la saturación y el cansancio pueden hacer mella verdaderamente.
Para terminar esta entrada, un detalle práctico importante a tener en cuenta y que se puede aplicar a todo el conjunto arquitectónico de Angkor Wat.
Los baños son increibles, los mejores baños que he encontrado en todo el viaje, y los hay en cada punto de entrada a cada recinto. No son dificiles de encontrar. A priori esto puede parecer una tontería, pero cuando uno se encuentra por fín en Camboya, sufriendo el cambio de aguas y de comida y las horas de visita empiecen a hacer mella, los baños poco a poco empezarán a cobrar cada vez más importancia…