Y es que estas dos torres marcaron los ritmos vitales de todos los pekineses en el Beijing antiguo, ya desde los lejanos tiempos de la dinastia Han ( 200 a.c.).
El inicio de la jornada laboral, al amanecer, lo pautaba el sonido de una enorme campana en una de las torres, y al otro lado de la plaza, al atardecer, el imponente sonido de un tambor hacía lo propio con el final.
En la actualidad, los pekineses inmersos ya como nadie en el ir y venir de la modernidad cuentan con sofisticados relojes para consultar la hora por lo que ,hoy por hoy, estos dos inmensos relojes de madera y ladrillo son casi una oda a la tradición y un ejemplo de resistencia urbana del antiguo Beijing casi devorado por la especulación inmobiliaria y el crecimiento económico sin control del país quedando relegado el sonido del tambor y de la campana a algo anacrónico, casi parte de un anecdótico espectáculo para turistas.
Aún así, el sonido del tambor, la majestuosidad y la vistosidad de los músicos que los hacen sonar con fuerza y habilidad y las vistas de toda la ciudad desde las torres hacen de esta plaza un lugar mágico sobre todo al atardecer cuando el sol se pone en el apagado y contaminado cielo de la ciudad.
Una recomendación. Justo al lado se encuentra el maravilloso café Drum & Bell. Los dueños son majisimos y el ambiente es muy relajante y tranquilo, con comida internacional a buen precio. Las vistas desde la terraza de las dos torres son increibles. Es para no pensarselo y terminar el día allí.