Está misma semana hemos decidido que nuestro próximo viaje será a India y Nepal. No se a vosotros, pero a mí, que soy un soñador y que siempre viajo con la imaginación mucho antes y mucho más lejos y mucho más desde que soy un crío, la India (y Nepal, también Nepal, pero sobre todo la India) ejercen sobre mí una atracción inexplicable. Un buen amigo mío lo llamó hace tiempo la llamada mística (the mystic call) y le he robado la expresión. Esto es cuando no sabes porqué pero sientes el irrefrenable deseo de ir a un lugar y no sabes muy bien porqué. A mi me pasa desde hace algún tiempo con la India. No se si será esa extraña mezcla entre majestuosidad o historia y cultura milenaria. O quizás la misticidad que parece rodear toda la religión hiduista. O ese punto de aventura fruto de la combinación de aire colonial decadente con el regusto del Asia más extrema. Prueba de que la India no es un lugar de vacaciones como cualquier otro es que durante todo este tiempo he hablado con gente que ha visitado la India, y lo cierto es que ha nadie le ha dejado indiferente. O la odian o la aman. Pero la indiferencia nunca es la respuesta cuando les preguntas sobre su viaje a la India. Y para mí eso quiere decir mucho. Lo quiere decir todo. Hoy para mí comienza definitivamente un viaje que hace mucho tiempo ya empezó en mi cabeza. Un viaje que por fin parece que se va a concretar.