En Manhattan domina la verticalidad. La verticalidad y las lineas rectas. Grandes rascacielos y enormes proporciones para esta selva de acero urbana. El lugar perfecto para sentirse pequeño. No se me ocurre ningún otro lugar donde uno se puede sentir más de pueblo y más agusto a la vez. La tendencia en cuanto uno llega a Nueva York es inmediata: inclinar la cabeza hacia arriba continuamente para intentar alcanzar con la vista ese punto donde los edificios llegan a su fin y parecen tocar el cielo con la punta de sus techos.
Y es precismente visita obligada en cualquier periplo por Manhattan ascender a la cima de alguna de estas modernas montañas y contemplar la inmensidad de la ciudad desde la tranquilidad que ofrecen las alturas y escapar durante unos minutos del incesante ir y venir de la calles neoyorkinas.
Es sin duda uno de los momentos cumbre y proporcionará los instantes más cinematográficos y fotogénicos de toda la ciudad y es que Nueva York desde el aire constituye uno de los paisajes urbanos más bellos del planeta y una de las imagenes más emblemáticas e iconoclastas de toda la ciudad y por ende de todo el país.
Salvo que se disponga de un presupuesto abultado para pagarse un viaje en helicoptero sobrevolando la ciudad, la opción para conseguir buenas vistas es subirse a los rascacielos más altos de la isla. Yo probé con dos, los más típicos: El Empire State Building y el Rockefeller Center, dos puntos de vista privilegiados para contemplar el skyline neoyorkino. Aunque pueda parecer lo contrario las vistas desde cada uno de los dos edificios son completamente diferentes y los dos ascensos son complementarios, no excluyentes.
Si es posible se recomienda subir justo antes del atardecer para ver la puesta de sol y asi poder contemplar como a medida que la luz del sol se va apagando, se van encendiendo paulatinamente las luces de la ciudad.
El Empire State Building está situado en la quinta avenida con la 34. (metro 34 st.: linea amarilla) Inaugurado en 1931 fue el edificio más alto del mundo desde el año 1932 hasta 1972 y aunque ahora ya ha perdido su trono como cubre metálica más alta del planeta, la figura alargada y esbelta del Empire State sigue dominando el skyline de la ciudad y sigue siendo una de sus edificaciones más carismáticas y emblemáticas.
Tiene 102 plantas y una altura máxima de 443,2 m. Dispone de dos plataformas de observación para los turistas.
La primera se encuentra en el piso 86 y subir hasta allí cuesta unos 16 dolares. La verdad es que según me han comentado las colas para las taquillas suelen ser monumentales sobre todo antes del ocaso, pero lo cierto, es que nosotros tuvimos suerte y apenas tuvimos que esperar para comprar los billetes. (Atención: si hace muy mal tiempo o sopla mucho el viento suelen cerrar el mirador exterior).
Abren desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche, aunque el último ascensor sube a las 23:15.
Es posible hacer una pre-reserva por internet. Nosotros no la habíamos hecho y no tuvimos problemas. Las vistas son increibles y se obtiene una panoramica de 360 grados sobre la ciudad y su mirador supone uno de los lugares de la ciudad más recreados en el cine a lo largo de toda la historia del celuloide.
Se puede pagar una cantidad adicional (otros 16 dolares) para acceder al mirador superior en la planta 102. Personalmente yo diría que no merece la pena. Aunque esto siempre es relativo. La verdad es que las vistas allí son muy parecidas a las que nos ofrece la planta 86 con la notable diferencia de que la planta 102 está cerrada al exterior y se contempla la gran ciudad de Nueva York a través de una ventana lo cual le resta bastante atractivo y encanto a la experiencia.
A pesar de que nos lo habían advertido, nosotros pagamos los 8 dolares y subimos hasta la planta 102 y creo que han sido los 16 dolares peor invertidos de todo nuestro viaje por Nueva York. Dicho queda.
El panorama desde el Rockefeller Center ofrece algo que las vistas desde el Empire State Building nunca podrán ofrecer. Basicamente contemplar el skyline de Nueva York incluyendo al propio Empire State Building.
El Rockefeller Center no es más que un complejo de centro comerciales situado entre las calles 48 y 51 y fue construido por el famoso magnate del petróleo Rockefeller allá en los felices años veinte. Es allí donde se encuentran la mítica pista de patinaje sobre hielo o el gran árbol de Navidad de la ciudad plasmados en el cine, ambos, en incontables ocasiones.
El observatorio se encuentra en uno de los edificios, construido en 1933 tiene una altura más modesta, unos 260 metros repartidos en 70 plantas y es el décimo edificio más alto de la ciudad. Actualmente es sede de los famosos estudios NBC.
Ni que decir tiene que las vistas desde lo alto del Rockefeller Center son impagables. Al ocaso ver como se va difuminando poco a poco Central Park al mismo tiempo que se van encendiendo las luces del Empire State Building y el resto de la ciudad no tiene precio (en realidad si lo tiene: otros 16 euros) y puede llegar a convertirse en uno de los momentos más especiales e increibles de toda la estancia en la ciudad como atestiguan los númerosos ohhh y uhhhh que se pueden oir mientas la ciudad despliega todo su encanto de luces y sombras bajo los pies de este monstruo de acero y cristal.