ESCRITO POR MARCOS DE T
Y allí estaba yo, corriendo tras visitar las cuevas de Mogao, en tren hasta Jiayuguan. Bueno, técnicamente no fui corriendo, más bien en tren, de hecho el tren era tan, pero tan, lento, que corriendo habría tardado menos.
En un primer momento, decidí que este trayecto lo haría en autobús, más que nada porque la guía no daba opción a hacer el viaje en tren!. Tras Intentar conseguir más información sobre horarios y ver que no había una oficina, ni un puesto, ni una ventanilla, ni un tablón ni nada de nada; decidí que era demasiada incertidumbre, lo hable con otros viajeros y me comentaron la posibilidad de coger un tren y para allá que me fui. Mochila en hombro y dirección a la estación de trenes.
El viaje en tren fue tremendo, 6 o 7 horas en asiento de madera y sin reserva. Por suerte pude coger asiento y unos cuantos chinos me dieron “conversación”. Ya se sabe, soy español, toros y fútbol, ¡olé! La verdad es que tantos ojos vigilantes y tanta expectación hicieron el viaje un poquito más corto.
Llegué a Jiayuguan con noche cerrada. Mi intención era al día siguiente visitar la muralla china del oeste y luego con un tren nocturno ir a Lanzhou. Así que, me arme de valor y me lancé, a la taquilla. Le “conté” mis planes a la taquillera y, cómo siempre en ese país, me los cambiaron.
De tren nocturno nada, “mei you” “mei you”. Mi popularidad iba en aumento porque algún compañero de viaje estaba informando a toda la cola de que “cómo iba a entender [a la taquillera], si era español”. Muerto de la vergüenza y con algún codo que otro codo en el riñón, decidí conformarme con un tren a las tres de la tarde.
Camino del centro, que tendría para visitar las murallas. Pero, por suerte, los emplazamientos a visitar están cercanos y vi todo lo que quise.
Para terminar el día cené una gran cerveza “fría” y un bocadillo picante, i’m lovin’ it! En el centro de la ciudad hay un “magnífico” mercado nocturno, dónde descansar y reponer fuerzas, y gracias a Dios, hay símbolos con los que manejarse medianamente para pedir algo de comida.
En esta jornada no hubo posibilidad de interrelacionarme con ningún occidental. Jiayuguan tiene poco turismo y todo local, sólo tiene el magnetismo típico de la muralla. Así que armado de valor y tras desayunar en el mismo mercado en el que cené, decidí ponerme en marcha.
Uno va a Jiayuguan a ver la “otra” gran muralla. Sin grandes montañas y en mitad del desierto, lo que la convierte en una imagen absolutamente diferente a la muralla que está a las afuera de Pequín. Aquí, se pueden visitar tres emplazamientos diferentes: un tramo reconstruido de la muralla, una antigua torre y el fuerte de Jiayuguan.
Lo cierto es que ni el tramo de gran muralla ni la antigua torre merecen demasiado la pena. Están muy reconstruidos. El tramo de la gran Muralla tiene un paseo de menos de una hora, subida en escaleras y bajada por la ladera de la montaña. La antigua torre no tiene nada. Incluyendo la visita a un antiguo pueblo de no sé qué. Lo único interesante es cruzar un puente colgante.
Dicho esto, el fuerte de Jiayuguan impresiona, impresiona por lo grande, impresiona por imaginarse ante el fin de China, y el desierto. Impresiona imaginarse siendo exiliado forzosamente ante la inmensidad del Gobi y sin posibilidad de saltarse la Muralla de vuelta a casa.
Tras visitarlo, de vuelta y a lo loco cojo el tren hacia Lanzhou. Lanzhou, capital de Gansu, me obliga a reencontrarme con la ciudad china. Agresiva e incómoda, paso una noche deseando huir. Más adelante tendré la oportunidad de volver a visitarla y cambiar de opinión, pero eso vendrá en otro capítulo
Al día siguiente, en otro mercado, intento desayunar por dos veces y dos veces que terminé tirando los pseudo desayunos a la basura. Me dirigí a la estación de trenes y, cómo no, otro cambio de planes.
Me explico. Xiahe, como tal, es un pueblo pequeño y no muy bien comunicado, he perdido el autobús y no habrá otro hasta tarde. Así que decido ir primero a Hezuo, capital administrativa y con poco interés.
El viaje impresiona, sobretodo si el viajante no está muy acostumbrado al campo y a la montaña. Y Hezuo me recibe un poco agresiva y sucia. Pero con un montón de gente dispuesta a hacer mi brevísima visita lo más cómoda y agradable. Y se agradece. En la taquilla, un estudiante universitario, a cambio de unos minutos de conversación, compra en mi nombre un billete a Xiahe
Hezuo, capital de la prefectura tibetana de Gannan, me sorprende bastante, sobretodo porque no tenía pensado ni tan siquiera parar aquí. Decido que visitaré solamente el palacio de Milarepa y que tras éste, voy a Xiahe, destino final y deseado del viaje.
Milarepa es un templo budista, pero versión rascacielos, con plantas y más plantas dedicadas a buda y tantas y tantas otras deidades budistas. La visita sorprende y es muy agradable. Siendo un par de plantas impresionantes y unas cuantas más, bastantes menores y de poco interés.
Tras la salida del templo, empieza a llover, así que chubasquero y sudadera en mano tomo rumbo a la estación de autobuses. Por suerte, me encuentro con unos viajeros chinos que además de querer practicar inglés tienen a bien ayudarme a coger un taxi compartido a la estación.
En un par de horas, estoy camino a Xiahe, pero eso es otra entrada.