Bary Mleczny: bares de leche en Polonia

Una de las cosas que más me llamó la atención cuando estuve en Polonia fueron los bares de Leche (en polaco bary mleczny), auténticos restaurantes dinosaurios supervivientes de la epoca comunista que sirven comida tradicional polaca a precios bajisimos, asequibles a cualquier bolsillo: dos platos con postre y bebida pueden llegar a costar no más de 4 euros.
La historia de estos bares de leche, su origen y desarrollo hasta la actualidad está ligado a la propia historia del país.

 


Los antepasados de este típico establecimiento anteceden a finales del siglo XIX, donde se inauguraron una serie de restaurantes que servían comida nutritiva y barata para toda la población. Debido a sus características y precios, estos restaurantes alcanzaron gran importancia durante la terrible crisis económica de los años 30.
Tras la segunda guerra mundial, ya con los comunistas en el poder y con la consiguiente nacionalización de todos los restaurantes, estos locales ya conocidos como Mleczny bary (bares de leche) fueron utilizados por las autoridades para proveer  de comida barata y una alimentacion diaria  a todos los trabajadores cerca de sus puestos de trabajo con el precio de los menús incluidos en los salarios.  Como consecuencia, centenares de ellos fueron abiertos a lo largo y ancho de todo el país.
Polonia era  muy pobre y el racionamiento de la carne entre la población hacía que el menú diario estuviera basado sobre todo en productos lácteos, de ahi el nombre.
Hoy por hoy, muy pocos de estos bares de leches, tan populares en la epoca comunista continuan abiertos y aguantado los embistes del tiempo. En el mismo casco antiguo de Cracovia en una de las calles principales todavía hay uno abierto y en Varsovia pude ver dos, pero por lo que me han dicho en el centro de las ciudades más importantes del país aún permanece estoico por lo menos uno de estos bares.
Actualmente estas curiosas cantinas siguen subvencionadas en parte por el estado, de ahí sus competitivos precios convirtiendose así en algo casi anacrónico, incluso nostálgico, que no sé durante cuanto tiempo seguirán manteniendose en este mundo de globalización, comida rápida, franquicias y MacDonalds. Pero lo que está claro es que los bares de leche son actualmente una buena forma de aproximarse a la más auténtica y sabrosa gastronomía nacional.
Y es que en estos locales uno puede disfrutar de una amplia variedad de los más sencillos platos tradicionales polacos. La carta suele estar a la vista en lo alto en una pared nada más entrar, pero ¡ojo! no  está traducida al inglés y uno mismo con su bandejita, como si fuera la cafetería de un hospital o de un colegio, va pidiendo lo que le apetece de entre la comida expuesta en las vitrinas adivinando, en el mejor de los casos, lo que está pidiendo.
A mi la comida polaca me encanta. Lo reconozco. Aún cuando admito que es contundente, los ingredientes que utilizan son sencillos y las recetas son básicas y efectivas, pensadas para aguantar los duros días de invierno.
El plato estrella nacional son los pierogi, a medio camino entre los ravioli italiano y las empanadillas chinas, rellenos de col o de carne. Pero los he llegado a ver hasta dulces.
Yo personalmente tengo predileción por el golanki o lo que es lo mismo col relleno de arroz y carne. Pero hay mucho más: los placki, masa de patata y harina, que se sirven en salsas o los mielone, hamburguesas de carne picada y huevo… Pero lo que sobre todo domina el día a día del menú polaco son las sopas. A los polacos les encantan las sopas y hay cientos de variedades y siempre se sirven como primer plato o entrante: desde el picante zurek hasta la sopa de tomate las posibilidades son casi infinitas, tanto calientes como frías.
De postre, uno siempre puede probar los nalesniki, que vienen a ser la versión polaca de los crêpes bretones o de nuestros frixuelos asturianos.
Eso sí, si uno quiere acompañar y ayudar a bajar toda esta comida con una cerveza o alguno de los «suaves» licores polacos tipo żubrówka o vodkas varios, en un bar de leche se sentirá decepcionado, ya que en los Bary Mleczny…¡no se sirve alcohol, camarada!

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