Haarlem, no Harlem

A mi cuando era un crío y un día en la televisión oí hablar de la ciudad de Haarlem me hizo gracia que hubiese una ciudad en Holanda llamada precisamente así, Haarlem, porque parecía que le habían robado o copiado el nombre al mítico barrio neoyorkino, archiconocido a traves del cine y las películas.
Ahora ya se, claro está, que en realidad más bien la historia fue al reves… que Nueva York fue fundada por los holandeses en el año 1658, y que por aquel entonces bautizaron a la ciudad recien nacida Nueva Haarlem, en honor a la vieja Haarlem, la holandesa.
La verdad, os puede parecer un motivo estúpido para querer ir a un sitio (para que negarlo, lo es), pero lo cierto es que cuando fuimos a Rotterdam a visitar a una amiga, insistí bastante en escaparnos un día e ir a conocer Haarlem, el original, el auténtico Haarlem, ese Haarlem made in Holland.

 

En la actualidad, Haarlem es una tranquila y reposada localidad de cerca de 150000 habitantes y es la capital de la provincia de Holanda Septentrional.
Situada tan sólo a 20 kms de Amsterdam, Haarlem está muy bien conectado por tren tanto con Amsterdam como con Rotterdam (lo cierto es que los Paises Bajos cuentan con una red ferroviaria envidiable).
La estación de tren de Haarlem es bastante bonita y parece ser que ha sido el escenario de unas cuantas películas (entre ellas el gran taquillazo del cine holandés, El libro negro, dirigida por Paul Verhoeven).
Haarlem es una ciudad bastante antigua y ya fue fundada en tiempos premedievales. Como una buena ciudad holandesa que es, está llena de canales, cuenta con unos cuantos edificios históricos bastante bonitos, una plaza del mercado, un elaborado ayuntamiento y calles bastante tranquilas y con poco tráfico de motor, muy aptas para moverse en bicicleta. No hay nada que diferencie Haarlem del resto de ciudades del país y tampoco es un lugar que destaque por nada en especial, sobre todo, después de varios días recorriendo Holanda.
Además, de por sus ferias de tulipanes y sus molinos (guiño a los tópicos holandeses más tradicionales), Haarlem es bastante famoso, nos dijeron,  por la cantidad de artístas y galerías de arte que se han instalado en sus calles, pero la verdad, es que una vez allí sobre el terreno, todos los talleres estaban cerrados y ni que decir tiene tampoco era que el arte precisamente te fuera saliendo al paso en cada esquina.

Algo muy característico de la ciudad, eso sí, son los hofdjes, una especie de patios internos que albergan hospicios para ancianos y que todavía perviven en la actualidad en todo el país, pero especialmente aquí en Haarlem.
Pasear por Haarlem y recorrer sus callejuelas no llevará más que un par de horas. Quizás no suene muy bien lo que voy a decir pero después de haber visitado tres o cuatro ciudades pequeñas holandesas, la verdad es que son todas un poco parecidas y empieza a costar a apreciarlas y a valorarlas.
Honestamente, en ese sentido Haarlem me decepcionó un poquito.
En cualquier caso, contento de haber visitado la ciudad y de haber saldado una especia de cuenta un poco tonta con mi infancia, regresamos a Amsterdam en tren en menos de lo que canta un gallo. Después de todo el viaje no son más que 20 minutos.

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