Fue por esto que muy temprano por la mañana nos plantamos en el muelle de la plaza Vigadó sobre el Danubio donde cogeríamos un pequeño barco de línea que nos llevaría a Szentendre. También se puede llegar en tren o en autobus, pero la verdad la idea de ir en barco navegando por el Danubio resultaba más atractiva. Mucho más romántica.
El barco viajó cargado de turistas, ataviados con sus camaras y sus guías, montando follón y cuando desembarcamos en Szentendre nos dimos cuenta de no habíamos sido los únicos que habíamos tenido la feliz idea de visitar Szentendre en domingo. Y es que Szentendre es un lugar muy pero que muy turístico.
Pero las cosas como son. Szentendre es precioso.
Fundanda desde muy antiguo, la ciudad, entendida como tal, es de origen serbio pero, hoy por hoy, practicamente toda su población es de origen húngaro. El casco antiguo, que presume de solera y calles empedradas, está pintado de colores y es un agradable pero corto paseo. La plaza mayor es pequeña, coqueta y muy fotogénica y cuenta el conjunto además con unas cuantas pequeñas pero arregladas iglesias.
Szentendre rezuma arte también. Es algo que se nota en las diversas galerías de pintura y escultura que salpican el casco histórico pero quizás el invasivo turismo y las tiendas de souvenir hacen que el conjunto pierda algo de auténticidad y ese arte parezca dirigido y pensado más para los turistas con dinero que visitan el pueblo que en una expresión artística genuina y sincera (si es que realmente existe eso).
Eso sí, a pesar de su pequeño tamaño, Szentendre está lleno de museos. Al fin y al cabo, cientos de artistas han vivido y todavía viven en la ciudad.
Aquel día hacía calor. Era verano y la verdad es que aquella soleada tarde el Danubio resultaba especialmente atractivo . El ambiente era casi de playa con un montón de gente bañandose en el río y con lanchas a motor interrumpiendo con su berreo la tranquilidad del baño de los otros. Muchos otros practicaban piragüismo en silencio (en Hungría es casi deporte nacional). Las riberas del río, cubiertas de espesa vegetación hacían olvidar que estabamos tan cerca de Budapest, la gran ciudad, con su tráfico y sus tranvías. Me imagino que para un país como Hungría, sin salida al mar, probablemente el Danubio junto con el lago Balaton hacen las veces de playa y lugar de vacaciones.
Caía ya la tarde cuando nos montamos de nuevo en el mismo barco que nos trajo y cansados y rodeados de los mismos turistas emprendimos regreso a Budapest.