Fotos de mis dos días en Arequipa

Nuestra siguiente parada en nuestro intenso y concentrado viaje por Perú fue la ciudad de Arequipa, segunda urbe del Perú y uno de sus más importante centros industriales y comerciales.

Llegamos ya de noche a Arequipa en un lujoso autobús de la empresa Cruz del Sur. El viaje fue bastante largo pero el cansancio del camino quedó compensado en parte por la pérdida de altitud. Con cada kilómetro, esa presión constante en mi cabeza provocada por el mal de altura iba disminuyendo de tal forma que cuando llegué a Arequipa tenía sorprendentemente bastante energía a pesar de las horas intempestivas.

Teníamos dos días para conocer la ciudad, era todo lo que la apretada agenda que teníamos en Perú nos permitía.

Arequipa, junto con Puno y Cuzco, conforman quizás los tres puntos más importantes del “Gringo Trail” en Perú, los lugares más emblemáticos y más visitados por los extranjeros que viajan al país.

No es para menos. Arequipa cuenta con un patrimonio artístico envidiable y su casco histórico que es Patrimonio Mundial de la Unesco, por no hablar del impresionante entorno natural que rodea la ciudad, que se encuentra custodiada por temibles monstruos dormidos, los volcanes Misti, Chachaní y Pichu Pichu  cuya silueta amenazante se hace visible desde muchos puntos de la ciudad.

Arequipa tiene un aire muy español. El origen de la ciudad es innegable y la arquitectura, la propia Plaza de Armas, y muchos edificios del centro me recordaron mucho a la estructura de cualquier ciudad extremeña o castellana. A veces paseando por sus calles tenía la sensación de estar en algún lugar del Sur de España.

Pero claro, los colores vivos de las paredes de muchas casas, el paisaje humano de la ciudad y los taxis, cada uno de un color, atestando las calles de Arequipa nos recordaban continuamente donde estábamos, en Perú, en otro continente,  otro hemisferio  y otra latitud.

Arequipa fue fundada en la época del virreinato por los españoles allá por el año 1540 y la ciudad, beneficiada por su ubicación geográfica, ha sabido mantener su importancia económica y política hasta la actualidad.

Arequipa es una ciudad prospera en comparación con otras partes del país, algo que notamos especialmente  nosotros viniendo como hacíamos de la humilde ciudad de Puno. El contraste con la pobreza del altiplano era evidente.

Nuestra llegada al hotel en Arequipa estuvo marcada por un encantador matrimonio de cincuentones colombianos. Él era profesor de Universidad y ella una antigua bailadora de flamenco que había aprendido a bailar en Asturias (¿flamenco en Asturias?).

“Perdimos” con gusto nuestra primera tarde en Arequipa hablando con ellos, y dejando la ciudad y todos sus encantos para el día siguiente.

Dentro de todo el importante patrimonio con el que cuenta Arequipa destaca especialmente el Convento de Santa Catalina, al que le dedicamos toda la mañana. Construido en el siglo XVI, el Monasterio es un enorme centro religioso de más de 20000 metros cuadrados, constituyendo una verdadera mini ciudad con calles, casas, plazoletas y hasta una pinacoteca.

Todo el conjunto es un hermoso ejemplo de arquitectura colonial, con sus paredes pintadas de colores,  hermosas cúpulas y cubiertas y tranquilos jardines donde poder evadirse del ajetreo de la ciudad más allá de los muros.

Pero el centro histórico de Arequipa contabiliza unas cuantas joyas arquitectónicas más, tanto monumentos religiosos (incluyendo la impresionante catedral de la ciudad) como edificios de uso civil.

Fue una estancia placentera la que tuvimos en Arequipa, ciudad cómoda, fácil de visitar y bien bonita donde pudimos disfrutar de la impresionante comida peruana y relajarnos antes de afrontar la última fase de nuestro periplo peruano.

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