El boiling lake y el Valle de la desolación. De trekking por Dominica

Aquella mañana nos levantamos pronto con la noticia sorpresa de que ese mismo día teníamos programada la excursión al “boiling lake” (el lago hirviente), quizás el enclave más conocido de toda Dominica.

La ruta de montaña que hay que atravesar para acceder al “boiling lake” es ya de una dificultad considerable, atravesando la espesa selva tropical de la isla y cruzando paisajes casi lunares de naturaleza desolada y sulfurosa como los del mítico Valle de la Desolación.

La excursión al “boiling lake” es uno de los secretos mejor guardados del Caribe y quizás el mayor atractivo turístico de Dominica, pero lo cierto es que para los dominiqueños el lugar parece cobrar una dimensión todavía mayor y hablando con ellos, cuando les comentas tu intención de hacer la ruta, te das cuenta de que para ellos el camino al “boiling lake” tiene el carácter casi de reto iniciático, rodeado todo él de cierto halo de misticismo y aventura.

El acceso no es precisamente un paseo y no solo muchos turistas que visitan la isla dejan de la lado la mítica excursión sino que un gran número de  isleños, incluso adultos de ya determinada edad, no se han lanzado todavía al encuentro de esta formidable maravilla de la naturaleza.

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El lago hirviente está situado en pleno Parque Nacional Morne Trois Pitons y no es más que enorme lago en el cráter de un volcán. Con sus 60 y 76 metros de diámetro menor y mayor, el boiling lake de Dominica  es el segundo mayor lago hirviente en el mundo, sólo por detrás del Frying Pan Lake, situado en Rotoura, Nueva Zelanda. En el interior del lago se llegan a alcanzar los 92-95ºC, con lo cual, como os podéis imaginar, tomarse un baño allí es algo más que una mala idea.

El primer avistamiento registrado del boiling lake fue por parte de dos ingleses que trabajaban en la isla, Mr. Watt y el Dr. Nicholls, allá por finales del siglo XIX. Desde entonces, el boiling lake ha sido objeto de numerosas expediciones científicas, siendo un lugar importante para comprender en parte el comportamiento geológico de nuestro planeta y también para estudiar nuevos posibles ecosistemas extremos.

Fue a primera hora de la mañana que vino a buscarnos con su taxi a nuestro hotel un hombre regordete con un enorme bigote negro, con una constitución nada propia para ascender una montaña.

La verdad que el tío era un chuleta gilipollas, hablando mal y pronto ,y no conectamos para nada con él. Fumaba como un carretero y además de hacer algunos comentarios machistas sobre mis amigas, nos trató como si fuésemos idiotas. Afortunadamente para nosotros, él no iba a ser nuestro guía en el ascenso al boiling lake, ya que unos minutos después de recogernos, para nuestro alivio, se subió al taxi un hombre delgadito y enjuto, de edad ya considerable que se presentó como Hangis, nuestro guía para el día que teníamos por delante.

No hay una carretera que lleve directamente al lago y el taxi nos dejó en la localidad de Laudat a 13-14 kilómetros del lago.

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La primera parte de la ruta no es demasiado complicada. El camino serpentea atravesando un espeso y húmedo bosque tropical. La selva es tan densa que los árboles no dejaban ver la luz del día, algo que agradecimos porque así hacía menos calor. Entre toda aquella exuberancia, se podía oír, oler y sentir la vida misma que emanaba del propio bosque y que nos rodeaba. Inspirando hondo, se podía percibir como el oxígeno, el aire limpio penetraba en nuestros pulmones, llenándonos de vida.

Hangis se demostró desde el principio como un hombre verdaderamente encantador. Nos contó que había perdido ya la cuenta de la cantidad de veces que había subido al boiling lake y que le gustaba mucho su trabajo porque le permitía compartir la fabulosa naturaleza de su país con gente que venía de todo el mundo: Estados Unidos, Italia, Francia, Canadá…

Nos contó sobre los árboles elefante, gigantescos árboles con troncos de madera hueca que pueden servir para pedir ayuda golpeándolos si estás perdido, nos habló de las Apple star, la fruta tropical que se caía de los árboles y así poquito a poco fue compartiendo con nosotros algunos de los secretos de la selva que él había ido descubriendo después de tantos años conviviendo con ella.

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Fue a partir del Breakfast River, una parada técnica donde poder coger algo de agua fresca del río (de ahí el nombre), que poco a poco y a medida que avanzábamos, la ruta se fue haciendo más complicada y técnica y Dominica fue mostrando sus garras.

Imponentes subidas se alternaban con imposibles bajadas y el cansancio no tardó demasiado tiempo en aparecer. En concreto, de los cuatro, Marcos estaba preocupantemente cada vez más roto. Y acabábamos de empezar como quien dice.

“Subir y bajar para volver a subir. Esto es Dominica”-nos decía Hangis, intentando animarnos, aunque yo no estaba muy seguro de que consiguiese el efecto deseado.

He de reconocer que yo estoy en forma y aguante bastante bien el tipo, sobre todo al principio e Ines y Mar también, pero siendo honestos los pocos turistas con los que nos cruzamos aquel día nos doblaron enseguida y nos adelantaron sin ningún problema.

La parte dos de la ruta que comienza en el Breakfast River termina en el Valle de la Desolación. Una fascinante, fastuosa e increíble maravilla del planeta. Verlo te deja sin palabras. Y sin aliento también, eso si no lo has perdido ya unos cuantos kilómetros más atrás.

El Valle de la Desolación es una enorme planicie volcánica donde los vapores sulfurosos y el agua hirviendo emanan de la tierra conformando un paisaje lunar, hipnótico, casi de otro planeta.

El primer encuentro visual con el valle es desde lo alto de una montaña y el descenso para llegar hasta allí es algo más complicado. Se puede hacer, pero repito, no es un paseo.

Una vez abajo, en pleno Valle, el aire es húmedo, denso vaporoso y a veces incluso difícil de respirar. Ya allí se empieza a notar la potente fuerza de la naturaleza, la de este planeta Tierra que tenemos bajo nuestros pies, esa de la que estamos completamente desconectados en las grandes ciudades en las que muchos vivimos.

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Hangis nos contó que la última erupción tuvo lugar en el año 1800 aproximadamente pero desde entonces, la zona nunca ha dejado de tener cierta actividad geológica, de hecho, coincidiendo con el terrible terremoto que arrasó Pukhet (Tailandia) hace años, el lago se vació por completo. Algo que a mí me fascinó por el simple hecho de que demuestra la tremenda conexión que hay entre lugares tan alejados del planeta.

Una vez en España, mi hermano, que es geólogo, me comentó que aquello era imposible, que no tenía ningún sentido y que Hangis nos había metido una buena bola, pero la verdad yo he preferido creérmelo porque me parecía una historia bastante chula que contar.

La última fase del camino es bastante larga y es quizás la más difícil de las tres.  Una vegetación cada vez más rala se alternaba con piscinas de agua caliente y vapores sulfurosos. Llegados a este punto, la cercanía al boiling lake era ya tan palpable que se podía casi respirar y mascar.

No sin esfuerzo recorrimos los últimos metros hasta llegar al borde mismo del barranco que se abre hacía el lago. Las vistas que se dibujaban entre la densa y espesa niebla que nos rodeaba eran espectaculares, sobrecogedoras, inmensas.

El boiling lake es uno de los lugares más increíbles donde yo haya estado jamás. Se podía sentir la energía, la fuerza, la vida, en el aire, en las rocas, en el propio lago  y en los vapores malolientes que emanaban del suelo.

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Aprovechamos el momento para comer algunos plátanos y recuperar algo de fuerzas para el viaje de vuelta.

Marcos estaba ya completamente roto, agotado.

Hangis se sentó un rato con nosotros y nos dijo que nos tomáramos el tiempo que hiciese falta para emprender el camino de regreso.

Nos contó que tenía una hija con espina bífida y que el mismo la subió en brazos al boiling lake cuando cumplió los siete años para que pudiese ver con sus propios ojos aquel lugar que él amaba tanto.

Si hubiera esperado más tiempo, no habría podido cargar con ella.

La fuerza, la tenacidad y la enterza de aquel hombre eran admirables. El shock de la historia solo fue superado cuando instantes después nos confesó su edad: 65 años. Teniendo en cuenta la dificultad del camino, lo que nos contó nos pareció toda una proeza, una barbaridad admirable.

Muchos amigos suyos y familiares intentaron disuadirle de subir con su hija a cuestas, diciéndole que era una auténtica locura y que ya no tenía edad para hacer esas cosas. Pero él concluyó orgulloso que el esfuerzo había merecido la pena solo por ver la cara de su hija cuando finalmente llegaron al boiling lake.

le encantó este lugar”- nos dijo enseñándonos una foto de su hija con su familia- “ ella es la persona más alegre del mundo”.

¡Cómo no conmoverse ante historias como esta?.

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La bajada fue un calvario y Marcos sufrió muchísimo en el camino de regreso. Para él fue un verdadero suplicio y Hangis se portó con él como un auténtico señor. Hangis es un hombre fantástico.

Le animó a él y nos animó a todos y la paciencia que tuvo con estos auténticos culos de ciudad que somos nosotros fue infinita e inagotable.

En el descenso, cada diez minutos teníamos que pararnos a descansar y a medida que pasaba el tiempo, las paradas se iban haciendo cada vez más largas y el tiempo de marcha cada vez más corto.

Lo peor es que la tarde iba avanzando y la noche se nos iba echando encima y teníamos que darnos prisa y superar al menos la parte más agreste del camino antes de que anocheciera porque entonces el camino de regreso sí que podría volverse verdaderamente peligroso.

El final de día fue, por tanto, una estresante carrera de tortuga contra el tiempo y contra la noche que sin prisa pero sin pausa iba cerniendo su oscuro manto sobre nosotros.

Llegamos muy tarde a Titou Gorge, el punto de partida de la ruta y lo hicimos justo cuando el sol empezaba a ponerse entre las montañas, en ese punto en el que no sabes muy bien si es de día o de noche.

Fue una pena porque apenas pudimos disfrutar del Titou Gorge, una piscina natural de agua helada con una entrada a unas cuevas increíbles con cascadas que caían desde lo alto.

En algunos puntos de la cueva, el agua llega a alcanzar los 15 piés de profundidad con lo que conviene andar con cuidado, tal y como nos advirtió Hangis.

El lugar es espectacular y no es de extrañar  que haya sido el escenario de algunas míticas escenas de la película “Piratas del Caribe”.

Mis amigos no habían salido todavía de Titou Gorge cuando apareció nuestro taxista, que estaba al parecer muy enfadado con nosotros. Teníamos que haber llegado hacía tres horas, el tiempo que llevaba esperando a que apareciéramos.

Empezó a gritarnos y se puso hecho un basilisco y la verdad fue una escena bastante desagradable. Entiendo su enfado, pero para nosotros fue imposible acabar la ruta antes.

Somos unos matados, lo reconozco, y tal y como nos recordó, casi batimos el record de tiempo (record negativo), siendo los segundos de los que ellos tienen constancia que más tardamos en hacer el camino de ida y vuelta al boiling lake.

Sólo fuimos superados por unos gordos alemanes de una gran multinacional que eran unos verdaderos inútiles. – tal y como nos remarcó “amigablemente” el taxista.

Hangis nos miró con una sonrisa mientras el taxista continuaba despotricando en nuestra contra.

Lo cierto es que a pesar de todo habíamos ido y habíamos vuelto y aquello fue un logro para todos, especialmente para Marcos, al que solo por muy poco no tuvimos que “amputarle” las piernas.

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