Orense es desde luego una ciudad que pasa completamente desapercibida. Al menos hasta ahora para mí. Capital de la única de las cuatro provincias gallegas que no tiene mar, Orense está enclavada en un valle, al borde del río Sil, y parece contemplar apaciblemente los días alejada de las principales rutas turísticas del país.
Una buena amiga, en busca de una vida más tranquila y reposada, se ha mudado recientemente a Orense y, aunque ésta ha sido una mudanza más que deseada, el cambio radical que su vida ha pegado le han hecho flaquear en sus fuerzas y no se encuentra muy bien de ánimo últimamente.
Ella nos invitó a pasar un fin de semana en su casa. Y, como ya saben quienes me conoce bien, para mi cualquier excusa es poca para lanzarme a un viaje y huelga decir que no he desaprovechado la ocasión. En parte por apoyar y visitar a mi vieja amiga, a la que tenía muchas ganas de ver, y en parte, por reencontrarme también con Galicia, con la que tengo una relación bastante especial.
Me encanta Galicia, no en vano, yo soy tres cuartos gallego. (Tres de mis cuatro abuelos son gallegos). Por este motivo, no es de extrañar que desde muy pequeño haya visitado Galicia en más de una ocasión. Y de que desde muy enano tenga recuerdos de dichos viajes a Galicia. Pero por lo que puedo recordar, al menos hasta donde mi memoria alcanza, en ninguno de esos viajes había pisado esta ciudad. Y sinceramente he de decir que Orense me sorprendió gratamente durante los dos días escasos que estuve de visita.
Orense capital, en si mismo, tiene un bonito casco histórico repleto de bares y una buena animación nocturna y muy cerquita de la ciudad se encuentran buenos puntos de interés histórico, como puede ser la ya famosa Ribera Sacra.
Pero en esta entrada, me gustaría centrarme un poquito en la impresionante sucesión de placeres que ha supuesto para mi Orense. No penséis mal. No me he entregado ni al pecado lujurioso ni al desenfreno sexual. Pero sí, aunque Orense a priori no parezca la ciudad idónea para ello, esta pequeña villa ha dado rienda suelta a algunos de mis placeres carnales más básicos.
Fundamentalmente, durante este fin de semana he gozado de unas intensas orgías gastronómicas, excesos alcoholicos y vinícolas e inocentes y nada pecaminosos caramelos para el cuerpo. Me explico.
Y lo haré empezando por la comida.
En toda Galicia se come hasta reventar. Y Orense no es una excepción. Curiosamente, aunque sea la única de las provincias gallegas que no tiene costa, es en Orense donde se come el mejor pulpo de toda la región, dicen…. Ahí está. Por eso, nada más llegar, nos dejamos caer por la Casa do Pulpo. Calle Juan de Austria, 15. Muy cerquita de la catedral. ¿Y que se puede comer en la Casa do Pulpo?… Pues ¡Pulpo! Pulpo con cachelos… Buenisimo, pero allí en la carta nos podemos encontrar mucho más y dimos buena cuenta de ello, navajas a la plancha, zamburiñas, pimientos del padrón y una de mis especialidades gallegas favoritas, zorza, ésto es picadillo adobajo con patatas fritas.
Esta magnífica cena digna de reyes nos lleva en parte al segundo punto importante de esta entrada… que son las bondades vinícolas y alcohólicas de la región. Degustamos la cena con un buen vino blanco albariño, como no, y la terminamos y rematamos con un buen licor de café. Para quienes no lo sepan, el licor de café es algo más que típico y propio de Orense. He de advertir aquí a los incautos navegantes. Cuidado, antes de dormir y después de la cena, el licor de café puede pasar factura y uno corre el riesgo de acabar dando botes por las empedradas callejuelas del entramado histórico de la ciudad hasta las tantas… Café y alcohol siempre son una combinación peligrosa…
Al día siguiente, nuestra buena amiga tuvo a bien llevarnos al bonito y cuidado pueblo de Allariz. Situado a unos escasos 20 kms de la ciudad de Orense, Allariz posee un destacable conjunto histórico y un envidiable paseo fluvial con un antiguo puente románico. Allariz curiosamente también es conocido en la región por poseer un impresionante número de outlets en los bajos comerciales del casco antiguo donde comprar ropa (made in Inditex) a bajo costo. Pero la verdad es que nosotros no visitamos Allariz por las compras, si no por la comida.
El Hotel Restaurante Pallabarro, situado en rua do Sur,1 32660 Allariz, situado en pleno centro histórico monumental está especializado en pescado y marico. Por unos 20 euros, que incluyen vino y postre, uno puede disfrutar de un primer plato elegir entre varias opciones, todas ellas con base de productos del mar, y un segundo, fundamentalmente pescado, aunque también existe la posibilidad de pedir carne alternativamente. Y estas fabulosas viandas las regamos, como no, con un nada desdeñable vino Ribeiro.
En fin, un auténtico festín inolvidable que culminamos en un agradable y moderno local situado a la vera del rio. A Fábrica de Vilano, en Rúa Vilanova s/n, un antiguo molino reconvertido en resturante-cafetería. Un precioso lugar a la moda donde poder disfrutar tranquilamente de una bebida en una bonita terraza campestre contemplando el tranquilo devenir del rio vecino.
Y, desde luego, por si acaso nos habíamos quedado con hambre, hicimos una pequeña pero intensa aproximación a la Feria do Pulpo en la vecina O Carballiño. A otros 20 kms de Orense, en dirección a Vigo, se encuentra O Carballiño, famoso por su feria del pulpo como decimos, que se celebra siempre el segundo fin de semana de agosto. Y en la feria hay mucho más que pulpo. Mercadillos artesanales donde poder degustar productos de la tierra y, sobre todo, dar buena cuenta de la soberbia reposteria gallega y de las contundentes empanadas…
Cualquiera que me este leyendo en este momento, puede llegar a pensar que lo único que hicimos en tres días fue comer y beber… Y la verdad es que puede que, en parte, esté en lo cierto, pero no exactamente. Y esto me lleva al último y tercer punto de esta entrada. Y es que Orense es bien conocido por sus numerosas fuentes termales. Manantiales, piscinas termales de agua caliente, pozas y burgas confieren a la ciudad un aire distintitivo del resto y le dan un caracter ciudad-balneario como si fuera nuestro propio Budapest gallego.
Las burgas son fuentes manantiales de aguas que emanan a una temperatura de entre 64 y 68 grados centígrados. Son aguas con un alto contenido en sales a las que tradicionalmente se les ha concedido un gran poder curativo y sanador.
Existen numerosas burgas donde uno puede disfrutar del baño y del relax que estos lugares aportan y hacerlo al aire libre, alguna en el mismo centro de la ciudad y algunas otras, la mayor parte, un poquito más alejadas, pero, en cualquier caso, muy cerquita del núcleo urbano de Orense.
Y es precisamente en el disfrute de estas aguas y del mimo al cuerpo que nos dimos en el que se centra el tercer pequeño placer del que quiero hablar, nada que ver con la comida o la bebida esta vez.
La mayoria de las burgas son gratuitas y no es necesario pagar por su disfrute, pero existe alguna concensión para gestionar algunas burgas que están habilitadas a modo de balneario y por las que hay pagar entrada.
Pues bien, nuestra amiga tuvo bien a llevarnos a las instalaciones termales de Outariz, a las que se puede acceder por el irrisorio precio de 5 euros. El balneario, para el precio, está bastante bien equipado y bastante bien montado y uno puede ir alternando baños de agua extremadamente caliente con otros de gélida temperatura.
El periodo de estancia máximo es de 2 horas, para más tiempo, es necesario volver a pagar entrada. El horario de apertura es bastante amplio y nuestra amiga nos condujo hasta allá bien entrada la noche, a partir de las diez, después de nuestras copiosas comidas.
Puedo resumir brevemente diciendo que fueron dos horas de auténtico mimo al cuerpo. Y la guinda perfecta para un fin de semana estupendo en Orense.
Y es que sentarse tranquilamente en una de las piscinas de agua caliente, completamente relajado, al aire libre, contemplando el cielo despejado de nubes pero lleno de estrellas, no tiene precio. Y precisamente bajo ese cielo estrellado, me sentí completamente bien, satisfecho, con el estómago saciado, con el cuerpo a remojo y con el espíritu embriago.
¿Se le puede pedir algo más a un fin de semana…?