Este fin de semana he estado en Budapest con mi familia, en concreto, con mi madre, mi hermana y mi tía. Ellas se han quedado una semana entera en la capital de Hungría, pero yo aprovechando que ellas estaban por allá, me cogí un vuelo barato (ryanair…) y me acerqué el fin de semana para poder compartir éstos días con ellas. No me quedaban más días de vacaciones. La verdad es que siempre estoy viajando o quemándo sin pausa mi salud por Madrid y nunca tengo la ocasión de compartir tiempo de calidad con mi familia.
Es por ésto que me lancé a este breve pero intenso city break familiar en Budapest. No encontré mejor ocasión que ésta para compartir tiempo con ellas.
No era mi primera vez en Budapest, la ciudad del Danubio, ya que ya había estado hacía cinco o seis años con una compañera de la facultad visitando unos días la ciudad y, lo cierto, es que la ciudad, aunque en esencia sigue siendo la misma, había cambiado ligeramente con respecto a como yo la tenía en mi recuerdo. Quizás algo más arreglada y adecentada, con alguna fachada restaurada y puede ser que con más centros comerciales como si poco a poco la ciudad se hubiese adentrado más profundo en el capitalismo más globalizante.
Aún así Budapest sigue siendo decadente y ruinosa a la par que hermosa y seductora. Sus encantos no son quizás tan evidentes como pueden ser los de Praga o Viena, requieren más dedicación y empeño, pero, sin duda alguna, si uno le ofrece tiempo y pausa a esta gran ciudad se verá recompensado y descubrirá, sin duda y bajo mi humilde opinión, una de las ciudad más bonitas de Europa.
Budapest es ligeramente picante, como la comida húngara y su famoso paprika y, como con la comida muy picante, con Budapest hay que refinar el gusto y ésto no es tarea de un sólo día. Es la ciudad por excelencia donde la Europa del Este se encuentra y se da la mano con la Europa Occidental y como ciudad a medio camino entre estas dos Europas, tiene un sabor especial y especiado que sorprenderá al paladar visual del viajero.
Un idioma incomprensible e impronunciable, la mendicidad evidente e insultante de las calles, el aspecto sucio y destartalado de la ciudad y el carácter alegre pero canalla y pesimista de sus gentes, contrastan con la elegancia neoclásica y modernista de sus edificios que uno puede descubrir con tan sólo alzar la cabeza mientras pasea el elegante y cuadriculado del diseño de su mapa urbano y la sofisticación de los restaurantes y bares que pueblan dicho callejero.
La ciudad habrá cambiado en estos seis años pero en esencia, todos estos puntos seguían ahí y la ciudad continuaba manteniendo su espíritu nostálgico.
Para mí ha sido un fin de semana relajado y placentero por dos motivos. El primero ha sido poder disfrutar por segunda vez de una ciudad sin la presión asfixiante a veces de cumplir con el itinerario turístico obligado y el segundo, por otra parte,dejarme llevar viajando con mi familia lo que supone en cierta manera una experiencia mucho más comoda y sin ciertos condicionamientos sociales consabidos en otros viajes.
Centrándome ya en la ciudad, Budapest posee cerca de 1700000 habitantes y supone el principal motor económico del país asi como la novena ciudad en tamaño de la Unión Europea. La ciudad surgió a finales del siglo XIX de la unificación de las dos ciudades ribereñas del Danubio, Buda, en su orilla derecha y Pest, en su orilla izquierda.
Hoy en día las diferencias entre ambas ciudades siguen muy marcadas y no son sólo geográficas. Buda es reposada y calmada, con un aire señorial lleno de dignidad, como si se hubiese resistido estoicamente al inparable paso del tiempo y allí se encuentran importantes monumentos como el Castillo de la ciudad o el Bastión de los Pescadores. Pest, en cambio, en mucho más animada, está llena de bares y tiene un aire mucho más comercial y popular. Allí, en Pest es donde se encuentra el impresionante Parlamento o la Plaza de los Heróes y donde se concentra gran parte de la actividad nocturna de la ciudad. Ambas caras de la misma, diferentes y separadas y unidas por el Danubio, se complementan para configurar una de las urbes con más carácter de todo el continente.
El aeropuerto se encuentra a unos 25 kilometros del centro y cuenta con tres terminales. Un recorrido en taxi del aeropuerto a la ciudad dura unos 40 minutos y su precio varia en función del punto concreto al que uno quiera desplazarse.
En la misma puerta de salida del aeropuerto hay una cabina perfectamente visible con un enorme cartel de TAXI en el que uno podrá indicar a donde quiere uno dirigirse, y el chico al otro lado de la taquilla, nos dará un ticket con la dirección que entregaremos al taxista y el precio. Hace unos días el precio era de unos 25 euros (más de 5000 florines) si uno quería ir a Pest y de unos 15-20 euros (en torno a los 4000 florines) si nuestro destino está en Buda.
El transporte público de la ciudad es bastante eficaz y solvente, no en vano Budapest tiene el honor de ser la primera ciudad europea en contar con servicio de metro. Aún así el sístema de suburbano de la ciudad necesita una buena renovación en sus instalaciones, los vagones son bastante antiguos y el sistema de billetes a veces un poco antidiluviano. Hace seis años cuando visité Budapest por primera vez, la verdad es que no pagar por subirse al tranvía o montarse al metro era más que frecuente. No había practicamente controladores y tal y como estaba montado, era un auténtico cachondeo. Durante nuestra estancia en la ciudad, por aquel entonces, no pagamos transporte público ni una sóla vez, tengo que confesarlo, eramos unos jovenes y pobres estudiantes y seguimos los atentos y corruptos consejos de un joven arquitecto que nos habíamos encontrado en el tren y que llevaba un año viviendo en Hungría. Seis años despues, y posiblemente largos periodos de auténtico abuso por parte de usuarios y turistas, han provocado que el metro este hoy en día lleno de controladores no demasiado amables y colarse sin pagar en el transporte público, supone casi con total seguridad tener que enfrentarse a una buena multa. Cuidaos, por tanto, de pagar religiosamente los billetes y conservar el justificante de pago durante todo el trayecto para evitar encontrarse con sorpresas desagradables y gastos inesperados.
Budapest posee tres estaciones de ferrocarril y, al menos, dos de ellas son realmente hermosas, una de las cuales ha sido diseñada por el famoso Eiffel y bien merece una visita. Budapest se encuentra bien comunicado por tren con otras grandes ciudades europeas de la región como pueden ser Praga, Viena o Bratislava y la ciudad es facilmente accesible por estas vías.
Así fue como yo llegué hace años por primera vez a la ciudad, en un tren desde Viena y como me fuí en un tren hacia Praga en uno de estos viajes sin sentido de quince días que englobaba a las tres ciudades imperiales de Centroeuropa.
Por aquel entonces era un joven veinteañero y disfruté la ciudad de una forma muy distinta a como lo he hecho estos tres días acompañado de mi familia y convertido ya en un adusto treintañero…
Es por ésto que me lancé a este breve pero intenso city break familiar en Budapest. No encontré mejor ocasión que ésta para compartir tiempo con ellas.
No era mi primera vez en Budapest, la ciudad del Danubio, ya que ya había estado hacía cinco o seis años con una compañera de la facultad visitando unos días la ciudad y, lo cierto, es que la ciudad, aunque en esencia sigue siendo la misma, había cambiado ligeramente con respecto a como yo la tenía en mi recuerdo. Quizás algo más arreglada y adecentada, con alguna fachada restaurada y puede ser que con más centros comerciales como si poco a poco la ciudad se hubiese adentrado más profundo en el capitalismo más globalizante.
Aún así Budapest sigue siendo decadente y ruinosa a la par que hermosa y seductora. Sus encantos no son quizás tan evidentes como pueden ser los de Praga o Viena, requieren más dedicación y empeño, pero, sin duda alguna, si uno le ofrece tiempo y pausa a esta gran ciudad se verá recompensado y descubrirá, sin duda y bajo mi humilde opinión, una de las ciudad más bonitas de Europa.
Budapest es ligeramente picante, como la comida húngara y su famoso paprika y, como con la comida muy picante, con Budapest hay que refinar el gusto y ésto no es tarea de un sólo día. Es la ciudad por excelencia donde la Europa del Este se encuentra y se da la mano con la Europa Occidental y como ciudad a medio camino entre estas dos Europas, tiene un sabor especial y especiado que sorprenderá al paladar visual del viajero.
Un idioma incomprensible e impronunciable, la mendicidad evidente e insultante de las calles, el aspecto sucio y destartalado de la ciudad y el carácter alegre pero canalla y pesimista de sus gentes, contrastan con la elegancia neoclásica y modernista de sus edificios que uno puede descubrir con tan sólo alzar la cabeza mientras pasea el elegante y cuadriculado del diseño de su mapa urbano y la sofisticación de los restaurantes y bares que pueblan dicho callejero.
La ciudad habrá cambiado en estos seis años pero en esencia, todos estos puntos seguían ahí y la ciudad continuaba manteniendo su espíritu nostálgico.
Para mí ha sido un fin de semana relajado y placentero por dos motivos. El primero ha sido poder disfrutar por segunda vez de una ciudad sin la presión asfixiante a veces de cumplir con el itinerario turístico obligado y el segundo, por otra parte,dejarme llevar viajando con mi familia lo que supone en cierta manera una experiencia mucho más comoda y sin ciertos condicionamientos sociales consabidos en otros viajes.
Centrándome ya en la ciudad, Budapest posee cerca de 1700000 habitantes y supone el principal motor económico del país asi como la novena ciudad en tamaño de la Unión Europea. La ciudad surgió a finales del siglo XIX de la unificación de las dos ciudades ribereñas del Danubio, Buda, en su orilla derecha y Pest, en su orilla izquierda.
Hoy en día las diferencias entre ambas ciudades siguen muy marcadas y no son sólo geográficas. Buda es reposada y calmada, con un aire señorial lleno de dignidad, como si se hubiese resistido estoicamente al inparable paso del tiempo y allí se encuentran importantes monumentos como el Castillo de la ciudad o el Bastión de los Pescadores. Pest, en cambio, en mucho más animada, está llena de bares y tiene un aire mucho más comercial y popular. Allí, en Pest es donde se encuentra el impresionante Parlamento o la Plaza de los Heróes y donde se concentra gran parte de la actividad nocturna de la ciudad. Ambas caras de la misma, diferentes y separadas y unidas por el Danubio, se complementan para configurar una de las urbes con más carácter de todo el continente.
El aeropuerto se encuentra a unos 25 kilometros del centro y cuenta con tres terminales. Un recorrido en taxi del aeropuerto a la ciudad dura unos 40 minutos y su precio varia en función del punto concreto al que uno quiera desplazarse.
En la misma puerta de salida del aeropuerto hay una cabina perfectamente visible con un enorme cartel de TAXI en el que uno podrá indicar a donde quiere uno dirigirse, y el chico al otro lado de la taquilla, nos dará un ticket con la dirección que entregaremos al taxista y el precio. Hace unos días el precio era de unos 25 euros (más de 5000 florines) si uno quería ir a Pest y de unos 15-20 euros (en torno a los 4000 florines) si nuestro destino está en Buda.
El transporte público de la ciudad es bastante eficaz y solvente, no en vano Budapest tiene el honor de ser la primera ciudad europea en contar con servicio de metro. Aún así el sístema de suburbano de la ciudad necesita una buena renovación en sus instalaciones, los vagones son bastante antiguos y el sistema de billetes a veces un poco antidiluviano. Hace seis años cuando visité Budapest por primera vez, la verdad es que no pagar por subirse al tranvía o montarse al metro era más que frecuente. No había practicamente controladores y tal y como estaba montado, era un auténtico cachondeo. Durante nuestra estancia en la ciudad, por aquel entonces, no pagamos transporte público ni una sóla vez, tengo que confesarlo, eramos unos jovenes y pobres estudiantes y seguimos los atentos y corruptos consejos de un joven arquitecto que nos habíamos encontrado en el tren y que llevaba un año viviendo en Hungría. Seis años despues, y posiblemente largos periodos de auténtico abuso por parte de usuarios y turistas, han provocado que el metro este hoy en día lleno de controladores no demasiado amables y colarse sin pagar en el transporte público, supone casi con total seguridad tener que enfrentarse a una buena multa. Cuidaos, por tanto, de pagar religiosamente los billetes y conservar el justificante de pago durante todo el trayecto para evitar encontrarse con sorpresas desagradables y gastos inesperados.
Budapest posee tres estaciones de ferrocarril y, al menos, dos de ellas son realmente hermosas, una de las cuales ha sido diseñada por el famoso Eiffel y bien merece una visita. Budapest se encuentra bien comunicado por tren con otras grandes ciudades europeas de la región como pueden ser Praga, Viena o Bratislava y la ciudad es facilmente accesible por estas vías.
Así fue como yo llegué hace años por primera vez a la ciudad, en un tren desde Viena y como me fuí en un tren hacia Praga en uno de estos viajes sin sentido de quince días que englobaba a las tres ciudades imperiales de Centroeuropa.
Por aquel entonces era un joven veinteañero y disfruté la ciudad de una forma muy distinta a como lo he hecho estos tres días acompañado de mi familia y convertido ya en un adusto treintañero…