Puede que muchos no lo sepan, pero en Sudáfrica existe una verdadera cultura del vino a la altura de las grandes regiones vinícolas de Estados Unidos o del sur de Europa.
Y concretando la mayor parte de los grandes viñedos del país se concentran en la provincia del Cabo Occidental en el sur de pais en las proximidades de la gran urbe de Ciudad del Cabo.
Toda la región es una sucesión de suaves pero monumentales montañas en cuyas laderas se encuentran dulces viñedos y enormes plantaciones de fruta que rodean bonitos y apacibles pueblos atravesados por largas y ondulantes carreteras.
Yo tuve la suerte de pasar unos días en casa de los padres de mi buen amigo Stephen en Villiersdorp, un pequeño pueblo completamente invisible en los mapas mundiales, en la municipalidad de Overberg en plena región vinícola sudafricana.
Villiersdorp no deja de ser un pueblo como tantos otros. Quizás no tenga nada de especial. Pero el ambiente allí es relajado y placentero, el tiempo pasa despacio, dulcemente, sin grandes aspavientos y tras un par de días allí me encontraba ya a mis anchas a lo que también contribuyeron mi amigo Stephen, sus padres y vecinos. Compartí con ellos esta experiencia y conviví durante unos días en un entorno puramente afrikaaner.
Pues bien, como iba diciendo, Villiersdorp en sí no tiene nada de especial, es un pueblo más, coqueto y poco ambicioso, constituido por un conjunto de casas unifamiliares de dos plantas, bien acomodadas y un pequeño pero llamativo township donde se hacinan las familias de los trabajadores del campo.
Pero toda la región que rodea Villiersdorp es magnífica y el entorno es impresionante. Las montañas aparecen majestuosas en el horizonte y el paisaje que las circunda es seco pero sorprendentemente verde, con grandes y frondosos árboles. Muy mediterraneo a ratos, muy atlántico a otros. Los viñedos se abren paso entre la vegetación y salpican todo el conjunto dándole a la región un cierto aire de elegancia rural.
Es dificil de explicar la mezcla de sensaciones que experimenté esos días allí. Pero ya lo comenté en alguna entrada anterior, todo se podría resumir en una sóla palabra, espacio. Allá donde poses la mirada hay espacio vacio, libre, sin ocupar. Es algo muy extraño para mi como europeo acostumbrado a vivir en apiñadas urbes como Madrid. El espacio disponible me proporcionó una extraña sensación de cómoda libertad que me será muy dificil de olvidar.
Mi amigo y su coche nos sirvieron de guía de excepción y así fuimos desgranando cada uno de los rincones, que degustamos cantando la región lentamente y sin prisas como si de un buen vino se tratase.
Empezamos por el pequeño pueblecillo Franschhoek. Con sus escasos 15000 habitantes y sus tranquilas y apacibles calles de un marcado aroma europeo, Franschhoek tiene el honor de ser uno de los primeros asentamientos europeos en todo el país. Fue fundado 1688 por hugonotes franceses, como atestigua el enorme monumento construido en su honor a las afueras de la ciudad, que huyeron de la persecución religiosa de la epoca en el continente. Franschhoek si fuera un vino tendría un fuerte sabor africano pero con un inconfundible regusto francés haciendo honor a su nombre que literalmente significa «esquina francesa». Los nombres de las calles todavía están en francés y la gastronomía está claramente influenciada por la renombrada restauración gala, que hacen de Franschhoek sede de los mejores restaurantes de todo el país. Disfrutamos allí de unas ricas crêpes regadas de un buen vino y del magnífico entorno natural de la región.
El pueblo es bastante turístico a su manera, lleno de tiendas de souvenirs y de enormes bodegas donde poder comprar y degustar vinos, pero lo cierto es que se puede disfrutar tranquilamente ya que para nada se encuentra masificado y las calles aparecen reposadas y calmadas.
Stellenbosch constituye quizás uno de los centros urbanos más importantes de la región y cuenta con una población de más de 100000 habitantes e igual que Franschhoek es uno de los asentamientos más antiguos de toda Sudáfrica. Si Franschhoek tiene cierto aroma francés, Stellenbosch sería una fuerte bebida puramente afrikaaner, plena de casas coloniales holandesas. Situada tan sólo a 50 kms de Ciudad del Cabo puede constituir un buen punto de partida para explorar la región.
Paarl, Tulbagh, Worcester…, la verdad es que la región es una interminable sucesión de agradables pueblos dispuestos a ser descubiertos y catados como si de una bodega repleta de buenos vinos se tratase.
He de decir que toda la región es completamente singular y se aleja completamente de la imagen icónica que todo el mundo tiene en su cabeza de África. El viajero que se adentre en estas lejanas tierras deberá olvidar y dejar a un lado los grandes safaris de animales salvajes, o las enormes y vastas playas de arena blanca. Nada de selvas o grandes desiertos, aquí, como ya he dicho, el protagonista es el vino.
Y es que a los vecinos de estas localidades les encanta catarlo, mimarlo, beberlo y disfrutarlo. Hablan sobre sus grandes vinos y lo exhiben orgullosos, sabiendo que la uva es una fuente importante de riqueza para la región.
La mejor forma de disfrutar de los viñedos del cabo es conduciendo un coche, tener un paladar dispuesto y, sobre todo, mucho tiempo porque para disfrutar de la región, igual que para saborear un buen vino, hace falta calma, relax y tiempo, mucho tiempo.
Y concretando la mayor parte de los grandes viñedos del país se concentran en la provincia del Cabo Occidental en el sur de pais en las proximidades de la gran urbe de Ciudad del Cabo.
Toda la región es una sucesión de suaves pero monumentales montañas en cuyas laderas se encuentran dulces viñedos y enormes plantaciones de fruta que rodean bonitos y apacibles pueblos atravesados por largas y ondulantes carreteras.
Yo tuve la suerte de pasar unos días en casa de los padres de mi buen amigo Stephen en Villiersdorp, un pequeño pueblo completamente invisible en los mapas mundiales, en la municipalidad de Overberg en plena región vinícola sudafricana.
Villiersdorp no deja de ser un pueblo como tantos otros. Quizás no tenga nada de especial. Pero el ambiente allí es relajado y placentero, el tiempo pasa despacio, dulcemente, sin grandes aspavientos y tras un par de días allí me encontraba ya a mis anchas a lo que también contribuyeron mi amigo Stephen, sus padres y vecinos. Compartí con ellos esta experiencia y conviví durante unos días en un entorno puramente afrikaaner.
Pues bien, como iba diciendo, Villiersdorp en sí no tiene nada de especial, es un pueblo más, coqueto y poco ambicioso, constituido por un conjunto de casas unifamiliares de dos plantas, bien acomodadas y un pequeño pero llamativo township donde se hacinan las familias de los trabajadores del campo.
Pero toda la región que rodea Villiersdorp es magnífica y el entorno es impresionante. Las montañas aparecen majestuosas en el horizonte y el paisaje que las circunda es seco pero sorprendentemente verde, con grandes y frondosos árboles. Muy mediterraneo a ratos, muy atlántico a otros. Los viñedos se abren paso entre la vegetación y salpican todo el conjunto dándole a la región un cierto aire de elegancia rural.
Es dificil de explicar la mezcla de sensaciones que experimenté esos días allí. Pero ya lo comenté en alguna entrada anterior, todo se podría resumir en una sóla palabra, espacio. Allá donde poses la mirada hay espacio vacio, libre, sin ocupar. Es algo muy extraño para mi como europeo acostumbrado a vivir en apiñadas urbes como Madrid. El espacio disponible me proporcionó una extraña sensación de cómoda libertad que me será muy dificil de olvidar.
Mi amigo y su coche nos sirvieron de guía de excepción y así fuimos desgranando cada uno de los rincones, que degustamos cantando la región lentamente y sin prisas como si de un buen vino se tratase.
Empezamos por el pequeño pueblecillo Franschhoek. Con sus escasos 15000 habitantes y sus tranquilas y apacibles calles de un marcado aroma europeo, Franschhoek tiene el honor de ser uno de los primeros asentamientos europeos en todo el país. Fue fundado 1688 por hugonotes franceses, como atestigua el enorme monumento construido en su honor a las afueras de la ciudad, que huyeron de la persecución religiosa de la epoca en el continente. Franschhoek si fuera un vino tendría un fuerte sabor africano pero con un inconfundible regusto francés haciendo honor a su nombre que literalmente significa «esquina francesa». Los nombres de las calles todavía están en francés y la gastronomía está claramente influenciada por la renombrada restauración gala, que hacen de Franschhoek sede de los mejores restaurantes de todo el país. Disfrutamos allí de unas ricas crêpes regadas de un buen vino y del magnífico entorno natural de la región.
El pueblo es bastante turístico a su manera, lleno de tiendas de souvenirs y de enormes bodegas donde poder comprar y degustar vinos, pero lo cierto es que se puede disfrutar tranquilamente ya que para nada se encuentra masificado y las calles aparecen reposadas y calmadas.
Stellenbosch constituye quizás uno de los centros urbanos más importantes de la región y cuenta con una población de más de 100000 habitantes e igual que Franschhoek es uno de los asentamientos más antiguos de toda Sudáfrica. Si Franschhoek tiene cierto aroma francés, Stellenbosch sería una fuerte bebida puramente afrikaaner, plena de casas coloniales holandesas. Situada tan sólo a 50 kms de Ciudad del Cabo puede constituir un buen punto de partida para explorar la región.
Paarl, Tulbagh, Worcester…, la verdad es que la región es una interminable sucesión de agradables pueblos dispuestos a ser descubiertos y catados como si de una bodega repleta de buenos vinos se tratase.
He de decir que toda la región es completamente singular y se aleja completamente de la imagen icónica que todo el mundo tiene en su cabeza de África. El viajero que se adentre en estas lejanas tierras deberá olvidar y dejar a un lado los grandes safaris de animales salvajes, o las enormes y vastas playas de arena blanca. Nada de selvas o grandes desiertos, aquí, como ya he dicho, el protagonista es el vino.
Y es que a los vecinos de estas localidades les encanta catarlo, mimarlo, beberlo y disfrutarlo. Hablan sobre sus grandes vinos y lo exhiben orgullosos, sabiendo que la uva es una fuente importante de riqueza para la región.
La mejor forma de disfrutar de los viñedos del cabo es conduciendo un coche, tener un paladar dispuesto y, sobre todo, mucho tiempo porque para disfrutar de la región, igual que para saborear un buen vino, hace falta calma, relax y tiempo, mucho tiempo.