Viajar por la India será para mi una experiencia dificil de olvidar, increible y maravillosa a ratos, dura y desagradable por momentos. Adentrarse en este enorme subcontinente es como subirse a una montaña rusa de la emoción, con momentos grandiosos en los que el ánimo está muy alto y vertiginosos bajones en los que uno puede llegar a cuestionarse que demonios hace allí perdiendo su precioso tiempo de vacaciones, pero el aprendizaje vital y humano que uno puede extraer de un viaje por este fascinante país, si uno tiene el corazón, los sentidos y el alma suficientemente receptivos, es extraordinario e imprescindible.
He estado en muchos lugares antes, los he visitado, los he visto, pero un viaje por la India es totalmente diferente. ¿Cómo es posible en un mismo viaje contemplar una variedad tan grande de paisajes, ver lugares tan asombrosos como el Taj Mahal o dejarse abrazar por el inteso misticismo del Templo Dorado en Amritsar y al mismo tiempo ser golpeado por la acumulación de basura y la contaminación que se acumulan por todo el país sin que a nadie parezca importarle o por el fanatismo religioso más abrumador?
¿Hay acaso algun otro lugar que te haga sentir tan libre y vivo y tan preso al mismo tiempo o que te ponga a prueba de la misma forma que lo hace la India?
La miseria, que no pobreza, de sus abarrotadas calles, el hecho de que sentarse a la mesa a comer se convierta en una auténtica aventura culinaria, la suciedad propia y ajena o el acoso de los vendedores quedan relegados a un segundo plano convirtiendose en meras anécdotas cuando uno valora la India en su conjunto y se ve atropellado y fascinado por una cultura de lo más impactante e incomprensible a los ojos de un occidental o se tropieza con la timida amabilidad curiosa de unas gentes siempre dispuestas a charlar.
Y es que la India no se visita, en la India no se está, desde el primer momento, la India se siente aunque uno no quiera y ésto, para lo bueno y para lo malo, es en sí motivo más que suficiente para emprender el viaje.
He estado en muchos lugares antes, los he visitado, los he visto, pero un viaje por la India es totalmente diferente. ¿Cómo es posible en un mismo viaje contemplar una variedad tan grande de paisajes, ver lugares tan asombrosos como el Taj Mahal o dejarse abrazar por el inteso misticismo del Templo Dorado en Amritsar y al mismo tiempo ser golpeado por la acumulación de basura y la contaminación que se acumulan por todo el país sin que a nadie parezca importarle o por el fanatismo religioso más abrumador?
¿Hay acaso algun otro lugar que te haga sentir tan libre y vivo y tan preso al mismo tiempo o que te ponga a prueba de la misma forma que lo hace la India?
La miseria, que no pobreza, de sus abarrotadas calles, el hecho de que sentarse a la mesa a comer se convierta en una auténtica aventura culinaria, la suciedad propia y ajena o el acoso de los vendedores quedan relegados a un segundo plano convirtiendose en meras anécdotas cuando uno valora la India en su conjunto y se ve atropellado y fascinado por una cultura de lo más impactante e incomprensible a los ojos de un occidental o se tropieza con la timida amabilidad curiosa de unas gentes siempre dispuestas a charlar.
Y es que la India no se visita, en la India no se está, desde el primer momento, la India se siente aunque uno no quiera y ésto, para lo bueno y para lo malo, es en sí motivo más que suficiente para emprender el viaje.