Este mes de Diciembre he visitado Holanda. El frio intenso y la nieve han protagonizado y marcado inevitablemente mis diez de vacaciones en este pequeño país del noroeste de Europa. Fuimos a visitar a una amiga que estaba allí emigrada en Rotterdam en parte por motivos personales, en parte desplazada debido a la situación económica lamentable que está atravesando nuestro país ahora mismo.
Ha sido mi primera vez en Holanda (técnicamente debería decir Paises Bajos), pero estoy seguro de que no será la última. Viajar por allí ha resultado bastante más atractivo de lo que yo pensaba. A priori, no es un pais por el que yo tuviese una especial querencia. Más allá de ser un icono de modernidad y progresismo, desde Madrid, ciudad enclavada en el Sur de Europa, yo siempre había apercibido a los holandeses como unos europeos bastante tradicionales disfrazados eso sí con elegantes ropas y atuendos de un tinte ideológico liberal y que en el fondo de sus corazones ensalzaban un orgullo nacional fundamentado principalmente en menospreciar a sus conciudadanos europeos, especialmente los mediterráneos.
Además, por si fuera poco, tras bastantes viajes por Alemania, Bélgica y Luxemburgo, tenía la falsa noción de que un viaje por Holanda se convertiría en una especie de experiencia repetida e innecesaria que poco o nada me podría aportar de nuevo.
Nada más lejos de la verdad. Y es que Holanda, aún guardando muchos elementos culturales comunes con sus vecinos, tiene bastantes rasgos diferenciales y el país bien merece una detallada visita, incluso dos.
Sería fácil caer en la gracia y decir que esa diferencia la marcan los tópicos más típicos: quesos, tulipanes, molinos, bicicletas y más bicicletas, porros, putas, marihuana. Que también y, desde luego, son algunos de los motivos fundamentales por los que muchos turistas visitan el país (especialmente la marihuana y sus famosos coffee-shops)
Pero hay mucho más. Verdadermante y así lo parece, Holanda es un país abierto, emprendedor y multicultural. Este espíritu es el resultado más evidente del caracter marinero holandés, de su historia mercantil y de su alma comerciante. No es por casualidad que sea precisamente en Holanda, en Rotterdam más concretamente, donde Europa cuente con su mayor puerto de mercancias, algo que ha convertido al pais desde hace siglos en puerta de entrada al continente de personas y productos venidos de allende los mares.
La consecuencia más directa puede ser que la cultura holandesa más tradicional haya quedado ligeramente difuminada, borrada o que incluso parezca inexistente. Todos los holandeses hablan muy bien inglés, la gastronomía es de los más manida y globalizada, y es dificil en este pais convertido casi en una casa franca del mundo saborear el verdadero regusto y aroma propio que otras naciones europeas aún conservan. Es quizás por ello, a pesar del caracter liberal del pais y de su talante despreocupado sobre las actividades y vidas privadas de sus vecinos y conciudadanos dentro sus casas, que muchos neerlandeses se sientan incomodos o suspicazmente amenazados por esta oleada globalizadora o por la creciente inmigración, creyendo así perder el control de su propio pais y la verdadera esencia holandesa de la sociedad en la que conviven. Pero bajo mi punto de vista, es justo todo lo contrario.
En diez días, francamente, no he tenido tiempo para profundizar en el corazón y el alma de este país, y no me he convertido en un experto, pero creo que puedo afirmar que quizás ese caracter abierto y esa facilidad para incorporar a la sociedad las influencias que llegan de todo el mundo a través de sus puertos, sean precisamente la verdadera raíz de la esencia más pura del pais hoy en día.
Y esto hace que viajeros, visitantes y extranjeros se sientasnrelativamente comodos en este pais que nunca resulta demasiado ajeno y sorprendente, conviertendole, en cambio, en un destino extremadamente sencillo de recorrer sin demasiadas barreras idiomáticas ni culturales.
Desde Amsterdam con sus coffee shops y sus canales, hasta sus bonitas ciudades medievales como Utrecht, pasando por las interminables llanuras que configuran el paisaje más típico surcadas por modernos trenes y autopistas, sin olvidar la carismática ciudad de Rotterdam, Holanda tiene mucho que ofrecer.
Ha sido mi primera vez en Holanda (técnicamente debería decir Paises Bajos), pero estoy seguro de que no será la última. Viajar por allí ha resultado bastante más atractivo de lo que yo pensaba. A priori, no es un pais por el que yo tuviese una especial querencia. Más allá de ser un icono de modernidad y progresismo, desde Madrid, ciudad enclavada en el Sur de Europa, yo siempre había apercibido a los holandeses como unos europeos bastante tradicionales disfrazados eso sí con elegantes ropas y atuendos de un tinte ideológico liberal y que en el fondo de sus corazones ensalzaban un orgullo nacional fundamentado principalmente en menospreciar a sus conciudadanos europeos, especialmente los mediterráneos.
Además, por si fuera poco, tras bastantes viajes por Alemania, Bélgica y Luxemburgo, tenía la falsa noción de que un viaje por Holanda se convertiría en una especie de experiencia repetida e innecesaria que poco o nada me podría aportar de nuevo.
Nada más lejos de la verdad. Y es que Holanda, aún guardando muchos elementos culturales comunes con sus vecinos, tiene bastantes rasgos diferenciales y el país bien merece una detallada visita, incluso dos.
Sería fácil caer en la gracia y decir que esa diferencia la marcan los tópicos más típicos: quesos, tulipanes, molinos, bicicletas y más bicicletas, porros, putas, marihuana. Que también y, desde luego, son algunos de los motivos fundamentales por los que muchos turistas visitan el país (especialmente la marihuana y sus famosos coffee-shops)
Pero hay mucho más. Verdadermante y así lo parece, Holanda es un país abierto, emprendedor y multicultural. Este espíritu es el resultado más evidente del caracter marinero holandés, de su historia mercantil y de su alma comerciante. No es por casualidad que sea precisamente en Holanda, en Rotterdam más concretamente, donde Europa cuente con su mayor puerto de mercancias, algo que ha convertido al pais desde hace siglos en puerta de entrada al continente de personas y productos venidos de allende los mares.
La consecuencia más directa puede ser que la cultura holandesa más tradicional haya quedado ligeramente difuminada, borrada o que incluso parezca inexistente. Todos los holandeses hablan muy bien inglés, la gastronomía es de los más manida y globalizada, y es dificil en este pais convertido casi en una casa franca del mundo saborear el verdadero regusto y aroma propio que otras naciones europeas aún conservan. Es quizás por ello, a pesar del caracter liberal del pais y de su talante despreocupado sobre las actividades y vidas privadas de sus vecinos y conciudadanos dentro sus casas, que muchos neerlandeses se sientan incomodos o suspicazmente amenazados por esta oleada globalizadora o por la creciente inmigración, creyendo así perder el control de su propio pais y la verdadera esencia holandesa de la sociedad en la que conviven. Pero bajo mi punto de vista, es justo todo lo contrario.
En diez días, francamente, no he tenido tiempo para profundizar en el corazón y el alma de este país, y no me he convertido en un experto, pero creo que puedo afirmar que quizás ese caracter abierto y esa facilidad para incorporar a la sociedad las influencias que llegan de todo el mundo a través de sus puertos, sean precisamente la verdadera raíz de la esencia más pura del pais hoy en día.
Y esto hace que viajeros, visitantes y extranjeros se sientasnrelativamente comodos en este pais que nunca resulta demasiado ajeno y sorprendente, conviertendole, en cambio, en un destino extremadamente sencillo de recorrer sin demasiadas barreras idiomáticas ni culturales.
Desde Amsterdam con sus coffee shops y sus canales, hasta sus bonitas ciudades medievales como Utrecht, pasando por las interminables llanuras que configuran el paisaje más típico surcadas por modernos trenes y autopistas, sin olvidar la carismática ciudad de Rotterdam, Holanda tiene mucho que ofrecer.