Parque Nacional de Banff en Canadá

Más que por sus ciudades (que también), mucha gente visita Canadá atraída por sus fabulosos paisajes, sus inmensas montañas, sus hermosos lagos y sus vastos e inmensos entornos, capaces de hacerte sentir pequeño, diminuto e insignificante . Hay algo casi salvaje en esa naturaleza imponente, en ese aire limpio que hace que cuando respires hondo casi puedas sentir la fuerza de los bosques y de su vegetación no domesticada llenando tus pulmones.

Entre Vancouver y Banff hay casi 900 kilómetros de buena carretera, distancia que nos parecía excesiva para hacer en coche en un sólo día. (Teniendo en cuenta además que sólo conducía M.)

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Tras tomar la carretera equivocada en un cruce y recorrer 150 kilómetros en la dirección que no era (lo cual nos supuso un desvío de casi 200 kilómetros y nos permitió conocer la gloriosa localidad de Salmon Arm), hicimos noche a mitad de camino en un motel de carretera.

El lugar parecía sacado de una película americana y a mi me hizo mucha gracia dormir allí. El motel tenía precios razonables y la habitación estaba limpia y era espaciosa. A pesar de estar viajando en pleno verano, de noche refrescaba y hacía bastante frío, así que agradecimos las gordas mantas de las camas y la calefacción eléctrica de nuestro cuarto.

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Al día siguiente, muy temprano, cuando apenas había amanecido, nos levantamos y continuamos ruta para recorrer la larga distancia que todavía nos quedaba hasta llegar a Banff.

De camino el paisaje iba ganando en espectacularidad y desde la carretera pudimos contemplar desde la distancia el imponente y nevado pico Robson, que constituye el pico más alto de todas las montañas rocosas canadienses. Desde la cuneta de la calzada, la montaña casi parecía una postal o un cuadro. El día era luminoso y soleado.

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El Parque nacional de Banff es ya toda una leyenda y uno de los parques nacionales más antiguos de Norteamérica (En concreto, el segundo, después del parque nacional de Yellowstone) y del mundo (es el tercero más antiguo). Fue fundado en el año 1885 sólo 22 años antes que su vecino el Parque Nacional de Jasper.

Siendo parques tan antiguos, el equilibrio entre la actividad comercial humana, los habitantes de parque y la propia protección de la naturaleza ha tenido que ser complicado (y debe seguir siéndolo). En cierta forma, y a pesar de recibir cerca de 5 millones de visitantes cada año, los parques han logrado preservar sus encantos naturales, sin sacrificar las buenas carreteras (la propia autopista transcanadiense atraviesa el parque, con todos los problemas medioambientales que conlleva) y unos excelentes servicios a los turistas y visitantes, lo que permite sin duda mantener el gran aluvión de visitas del lugar durante todo el año pero que hace, sin duda, mucho más visible el impacto humano sobre el entorno.

Cuando llegamos al parque hay que pagar una tasa cuyo abono permite la entrada a los dos parques (unos 10 dolares por día y por persona) , tanto el de Banff como el de Jasper. La carretera, como ya dije antes, era excelente y fuimos directamente al pueblo de Banff, en pleno corazón del parque, donde nos íbamos a alojar. El pueblo de Banff es casi un lugar prefabricado para dar soporte y acoger a los turistas que visitan el lugar. Es un lugar lleno de actividad, con un montón de tiendas de ropa de deporte y de souvenirs, restaurantes y cervecerías, perfectos para el descanso después de los largos días de montaña. Lo bueno es que una vez en el pueblo es fácil alejarse del bullicio, y un par de calles en cualquier dirección uno se vuelve a topar con la cruda naturaleza del entorno, lo cual le da al pueblo un aire casi del salvaje oeste.

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Dedicamos dos días a recorrer el parque de Banff y sus alrededores antes de internarnos definitivamente en el vecino Jasper. La sucesión de parajes impresionantes es larga, casi interminable pero la belleza del entorno no satura ni la retina ni la cámara de fotos. Quizás los dos lagos más iconoclastas de todo el parque (y casi de todo el Canadá) sean el Lake Moraine y el Lake Louise (de éste último os hablaré en alguna entrada futura), pero hay muchísimo más que ver en Banff: Bow Lake y sus aguas azul turquesa, Minnewanka Lake, Johnson Lake o el impresionante Johnston Canyon, un trekking de casi una hora a lo largo del cañón donde se pueden admirar dos enormes cataratas, las superiores y las inferiores.IMGP6938

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Todo esto sin olvidar la fabulosa autopista Icefield Parkway que conecta con el parque nacional de Jasper y que constituye, sin duda, una de las carreteras más hermosas del mundo, un recorrido monumental que puede durar horas y horas ya que es casi imposible no detenerse cada cinco minutos para tomar fotos del entorno natural que rodea la autopista.

Fueron días intensos en Banff, maravillosos pero físicamente demandantes. Un buen lugar para relajarse y descansar las piernas después de tanta ruta de montaña son los Banff Upper Hot Springs, un concurrido balneario con una enorme piscina de aguas termales con unas hermosas vistas del entorno.

Allí fue precisamente donde terminamos nuestra última jornada en Banff antes de partir a Jasper siguiendo la senda marcada por la majestuosa Icefield Parkway.

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