Llegamos a Puno bien entrada la tarde, cuando ya el sol empezaba a languidecer escondiéndose en la lejana línea horizontal del Altiplano Peruano.
De entrada, Puno no es una ciudad muy atractiva. Es una villa destartalada, triste y pobre con todo el cableado eléctrico aéreo rompiendo el azul del cielo y donde la humildad evidente de sus habitantes contrasta un poquito con la historia y el renombre de Cuzco, de donde veníamos.
Mucha gente visita Puno porque se encuentra en las riberas del lago Titicaca, una famosa extensión de agua que separa Puno de la frontera con la mismísima Bolivia, un país que casi se podía olisquear paseando por las calles de la ciudad.
Pero si por algo recordaré Puno, además de por el lago, es por dos cosas fundamentalmente: la altura (Puno se encuentra a casi 4000 metros de altitud) y el frío. De la primera ya os hablé en una entrada anterior, de lo segundo me ocuparé hoy.
Era junio cuando visitamos Puno y aunque durante el día, las temperaturas eran bastante aceptables (entorno a los 15 grados centígrados) de noche el termómetro caía muy por debajo de los 0ºC.
El frío, al ponerse el sol, era tan intenso que atravesaba nuestra ropa y poco a poco nos iba calando hasta meterse en nuestros huesos. En la habitación donde dormíamos no había calefacción, el cristal de la ventana estaba roto y aunque dormí con tres mantas, no paré de tiritar toda la noche. Ni si quiera había agua caliente. Me cogí un catarro que me duró casi dos semanas. Y es que por estos lares parece que esto del frío es algo habitual.
En general, en Puno el clima es frío y seco durante todo el año, como atestigua la rala vegetación del altiplano y las oscilaciones de la temperatura durante el día son al menos comparables a las diferencias climáticas entre estaciones.
Esto hace que durante las noches de invierno, en la estación seca, el mercurio pueda descender tanto que la región de Puno puede llegar a soportar incluso los -20ºC.
Cada invierno, el frío llega a ser de tal magnitud que anualmente las gélidas temperaturas se convierten en un verdadero problema para los habitantes de la región.
La bajada del termómetro puede ser tan intensa que se congelan lagos y ríos y los cultivos y los animales mueren congelados. Sólo durante este año 2015 han muerto 171000 alpacas a causa de las nevadas. Puede parecer una tontería, pero las repercusiones negativas del frío sobre la economía y la ganadería de la región son tremendas.
Pero, por desgracia, las consecuencias de las olas de frío cada año van más allá de la muerte del ganado o del empobrecimiento de la agricultura. Cada año perecen en Puno (y en todo el país) cientos de personas como consecuencia del frío, muchos ellos niños, que fallecen de neumonía u otras enfermedades ocasionadas por la falta de protección frente al invierno. En el año 2014, sólo en la región de Puno, se declararon hasta 22000 casos de infecciones respiratorias agudas entre los habitantes de la provincia, consecuencia directa de la ola de frío que asoló esta parte del país.
Estos hechos hablan claramente de la pobreza energética en la que viven muchos de los ciudadanos peruanos que habitan las altas montañas: sus casas no están bien acondicionadas y los puneños y los andinos en general no poseen ni el dinero ni los recursos suficientes para calentar sus hogares o acceder a otros servicios de primera necesidad para hacer frente a las duras condiciones climatológicas del invierno.
El gobierno peruano, consciente del auténtico drama social que supone el frío, acepta que el problema no son las bajas temperaturas en sí mismas, sino la desnutrición y las pobres condiciones de vida de la población de las regiones más altas y alejadas de los Andes peruanos.
Por parte del ejecutivo de la nación y del gobierno regional se han tomado ciertas medidas como intensificar las campañas de vacunación en niños menores de 18 meses para prevenir las muertes por neumonía o repartir kits para luchar contra el frío entre las poblaciones más desfavorecidas. (set de ropa de abrigo, buzos polares, medias y mantas).
Además, como parte del Plan Multisectorial ante Heladas y Friaje, se ha ordenado la instalación de espacios de protección para los pobladores en las regiones de más altitud.
“Menos es nada” pero no parece que sea la falta de ropa la que pone en riesgo la salud y la vida de los habitantes de las altas montaña, tal y como argumentan muchas asociaciones comunales y de vecinos que se quejan sobre el olvido al que se ven sometidos los habitantes del Altiplano y sobre la falta de acción del gobierno de Lima que no parece mostrar mucha sensibilidad y preocupación acerca de los verdaderos problemas que se esconden detrás de la ola anual de muertes debidas al frío: falta de acceso a una atención sanitaria eficiente, pobreza, malnutrición, inequidad social…
En un país como el Perú, con un crecimiento cercano al 4% anual y convertido casi en un líder regional en lo que se refiere a expansión macroeconómica, parece que las bonanzas del sistema no llegan ni de lejos de igual forma a todos sus habitantes.
Perú sigue siendo un país de muchas desigualdades.