Ir a Tetuán o sobre como viajar en el tiempo

Una hora en taxi y 150 dirhams nos separaban de Tetuán, desde Tánger. Las dos ciudades se encuentran bastante próximas, 64 kms de buena carretera, bien asfaltada y pavimentada pero las diferencias entre las dos ciudades son tan grandes y tan evidentes, que hacen que esos 64 kms sean casi un viaje en el tiempo.

Tánger es una ciudad mucho más liberal y occidental, seducida, en parte,  por la vida moderna. Una próspera ciudad de negocios donde se mueven gentes y dinero. Tetuán, en cambio, olvidada casi por la historia, es una ciudad muy tradicional y tranquila, mostrando un Marruecos mucho más conservador y anclado a las raíces y al Islam.

Ya de entrada, y nada más llegar, Tetuán me sorprendió por dos cosas, la primera, por ese ambiente envolvente, conservador y puramente tradicional del que os hablo y la segunda, por su arquitectura, de rasgos andalusíes y de clara herencia española, haciendo que a Tetuán se la conozca con el sobrenombre de “la blanca paloma”.

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Y es que la ciudad, que se encuentra enclavada en el hermoso marco de las estribaciones de las montañas del Rif,  está históricamente ligada, como ninguna otra ciudad en Marruecos, a sus vecinos españoles.

Tetuán fue desde el siglo XVI el principal refugio de los moriscos exiliados de la península pero también fue el lugar donde parte de la comunidad sefardí se instaló tras la expulsión de los judíos de España. Estas dos comunidades, siempre conscientes de su origen peninsular, continuaron hablando su variedad del español durante siglos.

Además, tras la ocupación del norte de Marruecos por España, Tetuán se convirtió en la capital del “protectorado” español de Marruecos.

Esta herencia hispánica se deja notar todavía hoy en la ciudad, muchos de los habitantes de Tetuán, sobre todo los más mayores,  todavía conservan el español como segunda lengua y muchos comercios, rótulos y carteles antiguos  permanecen escritos en español.

Es precisamente esa herencia española la que fundamentó las reivindicaciones independentistas de la ciudad y la región durante largo tiempo, lo que hizo que desde hace muchos años, la ciudad sea casi la bestia parda de la familia real marroquí que la ha denostado, olvidado y marginado con respecto al resto del país.

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Solo ahora con el gobierno de Mohamed VI parece que la ciudad ha sido perdonada de sus pecados y se le levanta parcialmente el castigo. La familia real se ha hecho construir un enorme palacio en pleno centro de la Medina de la ciudad y el rey Mohamed VI se escapa de vez en cuando de Tánger o Rabat para pasar unos días en la ciudad.

Todo Tetuán tiene cierto aire vintage, con sus abarrotadas calles llenas de negocios a la antigua que parecen estar funcionando desde hace bastantes años. Pocos extranjeros pasean por sus calles. No es Tetuán el lugar predilecto de los turistas que visitan el norte de Marruecos. Poca discordancia asoma también la pata en Tetuán y en el bullicio de sus mercados. Los tetuaníes son bastante conservadores vistiendo y la mayor parte de las mujeres aparecen enfundadas en sus velos y en sus vestimentas más tradicionales haciendo que un recorrido por Tetuán sea todavía más un viaje al pasado.

Nuestros amigos nos estuvieron contando que Tetuán es una ciudad muy aferrada también a la religión, es por esto, que apenas hay bares en toda la ciudad lo que hace de Tetuán una ciudad muy tranquila en ese sentido. Hace un año se cerró el único bar con licencia para servir alcohol en toda la ciudad.

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Nuestro paseo a lo largo de la Medina (que es Patrimonio Mundial de la Unesco) terminó precisamente en la madraza Luqash, antigua escuela de estudios islámicos y convertida hoy en Museo del Islam.

El edificio, recientemente rehabilitado, es una auténtica maravilla arquitectónica y su patio central, puramente andalusí, transmite una paz y una tranquilidad que contrasta con el bullicio de las calles aledañas a la madraza llena de vendedores y de puestos ambulantes.

La propia Medina es una auténtica joya de la cultura musulmana, llena de plazoletas, callejuelas, recovecos, donde perderse y dejarse llevar por el hechizo del pasado y de lo exótico.

Terminamos el día comiendo shawarma cerca de la Medina, en el ensanche español, construido a principios del siglo XX durante los años de gobierno peninsular en la ciudad y tomando un té con menta, de vuelta al interior de la medina, en un hermoso Riad, completamente reformado y regentado precisamente por españoles.

El lugar tiene el poético y apropiado nombre de El Reducto. (Essaid Zanqat Zawya Kadiriya nº38 Tetuán-Marruecos).

www.elreducto.com

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