El puente de Öresund: Un fin de semana, dos países

La verdad que hasta que no era plenamente consciente de que el puente de Öresund, que conecta Copenhague, capital de Dinamarca, con Malmö, en el sur de Suecia, ha sido una de las construcciones de ingeniería que más han cambiado la organización y estructura del espacio europeo.

Y es que su inauguración allá por el año 2000 supuso una auténtica revolución que cambiaría para siempre la red de transporte y comunicaciones de todo el norte de Europa.

Antes de su construcción,  Suecia y Finlandia estaban físicamente separadas del resto del continente, forzando a los ciudadanos y a las mercancías que quisieran pasar al otro lado a depender del transporte marítimo o aéreo o a tener que cruzar el no siempre amigo territorio ruso.

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Ya desde principios de siglo XX, allá por los años 30,  ya se tenía en mente la idea de un enlace fijo entre el estratégico puerto de Copenhague con la península escandinava pero las distintas tensiones existentes por aquel entonces entre las naciones escandinavas y la Segunda Guerra Mundial  obligaron a abandonar la idea en varias ocasiones.

El actual proyecto de Öresund se empezó a gestar allá por el año 1991, cuando Europa todavía estaba asimilando los brutales cambios que supusieron el desmoronamiento del régimen soviético y la caída del Telón de Acero.

Eran años optimistas. Nacía por aquellos años una nueva Europa dispuesta a dejar atrás los tenebrosos años de la Guerra Fría, tiempos que fueron especialmente duros para los escandinavos, tan cerca como tenían el gigante soviético cuya amenaza militar fue una tétrica sombra que nunca se llego a disipar en la vida diaria de finlandeses, suecos o daneses durante los años 80.

La construcción del puente, que duró 9 años, requirió una fuerte colaboración transnacional (además de una importante aportación de capital alemán) y una reestructuración real de la red de transportes de ambos países vecinos.

La obra quedó concluida allá por el año 1999 pero fue en el año 2000 cuando tuvo lugar la emotiva ceremonia de inauguración a la que asistieron las familias reales suecas y danesas. El príncipe heredero Federico de Dinamarca y la princesa heredera de Suecia Victoria se estrecharon la mano como muestra del acercamiento entre las dos naciones ya conectadas físicamente por 16 kilómetros de acero y hormigón, todo por el módico precio de 2600000 millones de euros, casi nada.

Todo aquello fue una verdadera muestra de poderío económico escandinavo.

Era la edad de oro de la Unión Europea, época en la que todo el continente se afanaba por estrechar puentes, abrir fronteras y abrazar a sus vecinos en un afán de integración continental que por desgracia no ha sobrevivido con la misma intensidad en los tiempos que corren ahora mismo.

El puente en sí es una fascinante obra de ingeniería de enormes proporciones. Alcanza una altura de 204 metros y una anchura de 23,5 y permite la circulación tanto por carretera como ferroviaria. Además, el puente posee uno de los mayores vanos centrales de los puentes atirantados del mundo, con 490 metros.

 

El puente ha sido un auténtico éxito económico y social y como comentaba al principio de esta entrada ha cambiado para siempre la conformación de la Unión Europea.

Una muestra de ello es que los servicios de ferry entre los dos países vecinos prácticamente han desaparecido, reduciéndose en muy pocos años las conexiones entre Dinamarca y Suecia en un 29%.

Además, los tiempos de viaje entre Dinamarca y la península escandinava se han reducido de forma impensable hacía 30 años, se ha fomentado la competitividad económica de la región, racionalizando el proceso productivo y fomentando la inversión.

El puente de Öresund también ha tenido efectos beneficiosos para el turismo ya que numerosos visitantes se acercan cada año a conocer cara a cara el monstruo de hormigón.

Hasta tal punto ha calado el puente en la cultura popular, que allá por el año 2011, fue el principal escenario de la oscura serie policiaca Broen.

Personalmente, para mí que esto de cambiar de país siempre me pone un poco, fue bastante emocionante coger el tren en Copenhague y en tan solo30- 40 minutos plantarte en la vecina Suecia y darte un paseo por Malmö, así como quien no quiere la cosa, cambiando eso sí de moneda y lengua y pagando los correspondientes 30 euros que cuesta el billete de ida y vuelta.

Las vistas del puente desde Malmö son espectaculares y en dos ciudades que no son especialmente bonitas, hay que reconocer que el puente de Öresund quizás sea una de sus principales atracciones turísticas.

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