Volar con Saudi Arabian airlines: arabian experience

¿El motivo por el que compramos los billetes a Sudáfrica con Saudi Arabian? Pues porque Saudi Arabian sacó unos ofertones brutales y volábamos a Johannesburgo por unos 500 euros. Un buen precio teniendo en cuenta las fechas en las que viajábamos y la antelación con la que estábamos buscando billetes. Cuando los compramos, la verdad es que nos quedamos con el precio pero ni pensamos en la escala de 12 horas que teníamos que hacer en el aeropuerto de Jeddah ni en lo que significaba volar con Saudí Arabian: temas esenciales como ¿es necesario visado? y temas menores pero no por ellos poco importantes como ¿podemos viajar con vino?
Todo eso vino después, claro. Suspiramos aliviados al comprobar que para escalas inferiores de 18 horas no hace falta visado. Luego descubrimos que había ciertas restricciones de viaje pero que en principio ninguna nos afectaba: por ejemplo, viajeros poseedores de pasaporte israelí no pueden viajar con Saudi Arabian Airlines (o si tienen algún sello de Israel en su pasaporte… muy fuerte), pueden tener problemas aquellos viajeros con vestimentas inadecuadas (las mujeres se deben cubrir los hombros) y desde luego quienes tengan conductas inapropiadas (demasiado afecto no es bueno…).
Para nuestra desgracia, está prohibido consumir bebidas alcoholicas durante el vuelo para superar tu miedo a volar pero lo peor de todo, también hay restricciones para llevar alcohol en el equipaje(se acabó el plan de de traer de vuelta vino sudafricano), así como portar cualquier símbolo religioso que no pertenezca al Islam (tipo cruz y tal).
Con todas estas premisas, embarcamos en nuestro vuelo Madrid-Jeddah con ciertas reticencias y algo de curiosidad en el equipaje de mano, pero ningún objeto pornográfico, que también estaban prohibidos, logicamente.
Las azafatas, envueltas en unos uniformes azules y blancos con velo incluido, no eran demasiado amables pero el avión era bastante moderno y cómodo dentro de lo que cabe esperar para un avión. El panel de entretenimiento estaba plagado de películas de acción y unas cuantas comedias románticas tipo Bollywood, y algún que otro estreno de categoria, listos para hacer más llevadero las largas horas de vuelo.
En ese vuelo Madrid-Jeddah, el pasaje era bastante variopinto, pero en general había muchos españoles que como nosotros emprendían rumbo a otras partes del planeta y que no tenían como destino final Arabia Saudí, ni mucho menos: Etiopía, Singapur, Malasia, Tailandia, Sudáfrica…
Lo bueno de volar con Saudi Arabian es que ninguno de los dos vuelos era demasiado largo. Jeddah es una escala comoda, ya que está a medio camino de todo. A medio camino de Asia, a medio camino de África.  La comida que nos sirvieron estaba bastante buena (cordero con especies…) y con el estómago lleno ya, me puse a ver una película. De entre todas las disponibles, (no demasiado apetecibles…) elegí el film «Mandela: de mito a hombre», ya que me parecía muy propio teniendo en cuenta que volaba a Johannesburgo.
Nelson Mandela, luz de la democracia africana, no se libró de la tijera de la censura y la película estaba plagada de cortes extraños y cutres difuminados para no escandalizar al pasaje. Por ejemplo, cualquier inocente beso entre Nelson Mandela y su esposa Winnie era burdamente cortado y reeditado para que no se viese. Y por supuesto, el busto de Winnie, a la que daba cuerpo la actriz Naomi Harris, aparecía difuminado continuamente, y eso que ya de por si la actriz aparecía muy recatada (una película del destape precisamente no era, vaya).
Por supuesto, cada vez que las palabras alcohol, cerveza o vino se nombraban a lo largo de la película, un pitido la hacia desaparecer, y de nuevo el manchurrón borroso volvía a surgir para que no viésiemos ni el vaso, ni la botella ni lógicamente su contenido.
Otras veces el difuminado era mucho más aleatorio y no logré averiguar realmente que es lo que estaban tratando de ocultar. Por ejemplo, me pasó con The Monuments Men, la película sobre los americanos salvando obras de arte al final de la segunda guerra mundial, que mostraba en una escena el mapa de Europa con las conquistas alemanas y aliadas. Pues este mapa aparecía  difuminado en partes, y todavía hoy no he conseguido saber por qué.
Realmente no estoy muy seguro de que como método de censura, todo ésto funcione realmente, ese difuminado es peor porque hace que te fijes en cosas y al menos en mi caso consiguieron que durante todo el vuelo le diera vueltas continuamente al mapa: y la imaginación muchas veces es mucho más maliciosa y perversa que la realidad misma. ¿Sería la esvástica nazi? ¿algo que ver con los judios? ¿no le caerían bien los alemanes? ¿O los aliados?.
 Disfrutaba pensando e imaginando las escandalosas aberraciones de las que los saudíes trataban de protegernos tras esas borrosas nubes difuminadoras.
Preguntamos en el avión a  una de las azafatas si una vez en Arabia Saudí podríamos salir a dar una vuelta y conocer la ciudad de Jeddah, al fin y al cabo ibamos a pasar 12 largas horas en el aeropuerto, nos daba tiempo de sobra y era una ocasión de oro para poner  pié en suelo saudí.
La azafata nos dijo que St. y yo podríamos intentar conseguir un permiso de «transfer» (¿?) para hacer algunas compras pero que nuestra amiga MDL, al viajar sin su padre, hermano o marido no tenía permiso para abandonar la terminal del aeropuerto. Dejarla sola en el aeropuerto nos parecía algo feo y casarnos con ella en el avión  solo para conseguir el permiso para visitar Jeddah, excesivo. Así que nos preparamos psicologicamente para pasar 12 largas horas en el aeropuerto.
Aterrizamos en Jeddah. Al salir del avión un sonoro golpe de calor húmedo nos abofeteó la cara. 44 grados. Oleeee. (Quizás lo de quedarse en el aeropuerto tampoco estaba tan mal…). Afortunadamente el trayecto fue corto. Entramos en el autobús que nos llevaría a la terminal y suspiramos aliviados al comprobar que el aire acondicionado estaba a tope (viva la tecnología, el aire acondicionado ese invento tan poco ecológico pero que dignifica la humanidad en determinados momentos…).
Nada más entrar en la terminal del aeropuerto, un hombre tras un mostrado nos da un boucher para la cena y nos indica hacia donde nos tenemos que dirigir. El aeropuerto tenía un aspecto bastante pequeño, cutre, viejo y antidiluviano. No parece que el dinero del petroleo lo hayan invertido en el aeropuerto internacional de Jeddah.
Subimos unas escaleras mecánicas, al final de las cuales se encontraba la minisala VIP del aeropuerto que atravesamos para llegar al control de seguridad de aeropuerto.
Aquí hombres y mujeres se separan. Hay un control de seguridad para hombres y otro control de seguridad para mujeres que para ello tienen que entrar en una sala privada donde les hacen la correspondiente inspección.
Nos despedimos de nuestra amiga MDL y le deseamos suerte. El control de aeropuertos es un rollo vayas donde vayas. En Jeddah por lo menos le echan un poco más de emoción con esto de la separación por sexos. Hay que dramatizar.
Una vez dentro de la terminal, hay que atravesar una enorme tienda duty-free donde compramos dátiles en bolsa (nos parecía muy del lugar) y un par de imanes para matar el tiempo. Tras la tienda duty-free uno accede a la raquítica y masificada sala de espera en sí.
Se conoce que hay dos terminales, una norte y una sur, y la sur, en la que estábamos está dedicada prácticamente en exclusividad a Saudi Arabian. Lejos de la modernidad que cabría esperar del aeropuerto internacional de Qatar o Dubai, la sala estaba atestada, era pequeña y olía mal. Sólo contaba con un pequeño restaurante casi sin comida donde largas colas de gente esperaban su turno para canjear el boucher por comida.
Nos armamos de paciencia y entre la multitud nos las arreglamos para conseguir una mesa en la cafetería restaurante donde establecimos nuestra base de operaciones. Teníamos unas «bonitas» vistas a las pistas de aterrizaje y al atardecer ya que el abrasador sol estaba empezando a languidecer en el horizonte.
El aeropuerto de Jeddah es el mayor aeropuerto de Arabia Saudí en cuanto a número de pasajeros pero no en tamaño. La proximidad de Jeddah a la sagrada ciudad de la Meca hace que miles de peregrinos viajen a este aeropuerto cada año. Hasta 13 millones de personas visitan anualmente la ciudad de la Meca. Y el aeropuerto da buena fé de ello. Todo él estaba completamente masificado. Lleno de peregrinos y viajeros. Enormes familias ocupando la totalidad del suelo del aeropuerto con todas sus pertenencias desparramadas por todas partes, niños corriendo, hombres y mujeres rezando.  Gente, gente y gritos. Para que los fieles pudiesen rezar, habían dispuesto de una pequeña sala de oración en uno de los laterales, protegida por unas mamparas blancas, en el extremo opuesto de la cafetería.
Las pantallas de televisión, estratégicamente colocadas a lo largo y ancho de la sala, mostraban continuamente imagenes de los miles de peregrinos dando vueltas alrededor de la Kaaba, la gran piedra sagrada para los musulmanes, colocada dentro de un enorme cubo de terciopelo negro.
Entretenidos ante todo este espectáculo, poco a poco, el tiempo fue pasando. Un rato leyendo, un rato durmiendo, otro rato charlando. Lo peor quizás eran los baños. Sólo había dos baños para hombres para toda aquella gente y además de estar completamente saturados, para encima, los retretes eran los típicos baños turcos, muy incómodos y parecía que no los habían limpiado hacía una década. Olían bastante mal.
Los caballeros que querían prepararse para la oración se lavaban los pies, manos y axilas en los lavabos del baño y como consecuencia, todo el suelo estaba inundado, más bien empantanado, ya que de tanto pisar, el agua había adquirido un color negruzco asqueroso.
Y el tiempo pasaba…
No había paneles de información. Bueno, para ser precisos, si que había paneles de información pero no los actualizaban nunca y la información que ofrecían no era correcta.
Nuestro vuelo a Johannesburgo no aparecía en las pantallas y yo empezaba a inquietarme. St. estaba dormido después de MDL le diese unas pastillas para dormir y la propia MDL se había quedado dormida también, así que me acerque a un mostrador de información para preguntar por nuestro vuelo. Le pregunté al caballero, un hombre completamente desaliñado y que no sabía demasiado inglés,  si nuestro vuelo estaba en orden porque se acercaba la hora de embarcar y el vuelo no aparecía anunciado en los paneles.
El hombre sonrió y farfulló diciendo que a los paneles ni caso, que funcionaban mal y que ellos nos llamarían a la hora de embarcar. Aquello me tranquilizó, pero sólo en parte porque claro en aquel aeropuerto anunciaban los vuelos a voces pero sólo en árabe, así que como para enterarse…
Me senté y esperé una hora más, libro de Coetzee en mano y observando a mis amigos dormir volcados sobre la mesa.
Tras una hora absorto en la lectura del optimista libro «Desgracia», finalmente embarcamos, tal y como el hombre de información me había dicho. Decenas de mujeres con sus caras y cabezas completamente cubiertas se agolpaban en la cola. Uniformadas como iban era imposible distinguirlas ya que sólo dejaban entrever sus miradas, algunas de ellas absolutamente penetrantes, todo hay que decirlo.
Antes de acceder al avión, los agentes de tierra comprobaban la identidad del pasaje chequeando su documentación. Aburrido como estaba, yo me preguntaba que fotos habrían puestos estas mujeres en sus pasaportes y como podían estar seguros los agentes de tierra que ellas eran ellas y no otras personas. Podría haber cualquier persona bajo aquellas ropas. Un hombre incluso. Travestirse y suplantar la identidad de alguien parecía harto sencillo en Arabia Saudí.
Una mujer con la apariencia de chica joven, envuelta en su hiqab se miraba coqueta en un espejo de mano. Se retocaba los ojos la única parte de su fisonomía que dejaba ver la tela negra del hiqab que portaba. Aquel burdo acto de coquetería, casi sin sentido,  me pareció tan femenino como irónico. Aquella mujer que sólo podía ver sus ojos en el espejo, unos ojos azules e intensos, se preocupaba de su imagen hasta el punto de pasar cinco diez minutos mirándose en aquel espejillo de mano y maquillándose los ojos, pero aún así seguía atrapada bajo la negritud de aquella tela que la sumergía  casi en el silencio del anonimato, de la invisibilidad de aquel uniforme para mujeres.
Turbado por aquella visión, me coloqué en el asiento de mi avión deseando quedarme dormido pronto. Eran las cuatro de la mañana. Estaba muerto y quería llegar ya a Sudáfrica de una vez. Ya antes de despegar rumbo a Johannesburgo, St y MDL dormían.
Yo empecé a ver Asalto a la Casa Blanca, una americanada de acción sin interés pero muy violenta.
Sin tóxicas escenas de amor ni muestras de afecto, casi sin protagonistas femeninas y sin alcohol en la pantalla, la pude ver casi entera y sin cortes. Parece ser que al menos la violencia y la muerte no están censuradas en los filmes programados por Saudi Arabian Airlines.
No se por que pero no dormí nada en todo el vuelo.

2 Respuestas a “Volar con Saudi Arabian airlines: arabian experience

  1. Hola! Muy útil la entrada, muchas gracias por compartir tu experiencia 🙂
    Nos surge una duda, ¿Sabrías si en las tiendas duty free y restaurantes que hay en la zona de escala se puede pagar con tarjeta?

    Muchas gracias de antemano! Un saludo

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    • Hola Aida, ¿Qué tal? Ante todo muchas gracias por visitar mi blog y tomarte la molestia en escribir un comentario. Se agradece saber que hay alguien al otro lado de la pantalla del ordenador. Efectivamente en las tiendas duty free (al menos, la tienda: sólo había una) se podía pagar con tarjeta sin problema. El viaje lo hice ya hace un par de años y por lo que he oído estaban construyendo una terminal algo más moderna, con lo que a lo mejor ahora el aeropuerto está algo mejor. En cualquier caso, buen viaje y espero que disfrutes del vuelo y de la experiencia.

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