Vancouver: siguiendo los pasos a la inmigración China

Nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de Vancouver, uno ya puede percibir la enorme influencia china de la ciudad. De entrada los carteles y las indicaciones del aeropuerto están disponibles en tres idiomas: inglés y francés (las dos lenguas oficiales de Canadá) y en chino mandarín y una visible población de origen asiático se agolpa esperando su turno en la cola de la parada de taxis.
No en vano, actualmente se estima que cerca del 35% de la población de la ciudad es de origen asiático, de los cuales practicamente la mitad son de origen chino. Ésto arroja una cifra de casi dos millones y medio de habitantes en toda el área metropolitana cuyo origen étnico es chino.
Es la región con mayor porcentaje de población asiática de toda Norteamérica.


Esto convierte a Vancouver en un punto estratégico para la renovada alianza económica Asia-Pacífico que pasa por buenos momentos tras el colapso financiero de las economías estadounidense y europeas.

La historia de la inmigración china en Vancouver y en la provincia de British Columbia no es un fenómeno reciente. Ya comenzó allá por el año 1880 cuando se iniciaron las obras de construcción de la línea férrea Canadian Pacific Railway  que conectaría finalmente Vancouver a lo largo y ancho de la costa este de Norteamérica.
Miles de trabajadores provenientes de China o Taiwan fueron contratados por sueldos irrisorios como mano de obra barata para acometer las obras necesarias que por aquel entonces urgía terminar en el menor tiempo posible.
Una vez terminada la construcción de la linea de ferrocarril, toda la población china se quedó sin trabajo y en una situación de exclusión social bastante precaria. A pesar de ello,  muchos decidieron quedarse en el país y se establecieron en las principales ciudades. Dada la situación legal desfavorable y discriminatoria que sufrían y que les impedía acceder a determinadas profesiones y dada la desventaja económica que ésto implicaba, gran parte de ésta población inmigrante tuvo enormes problemas para integrarse en la joven sociedad canadiense, en plena construcción por aquel entonces, y acabaron viviendo apartados en ghettos, conocidos desde entonces como Chinatowns.
Durante décadas, la situación de la población china fue mejorando considerablemente y muchas de estas familias acabaron por integrarse perfectamente en ese estado multicultural y abierto al mundo con el que tanto le gusta identificarse a Canadá y consiguieron finalmente el status de ciudadanos canadienses.

La segunda gran oleada de inmigración se vivió a partir del año 1997, cuando con la incorporación de Hong Kong a la China comunista, el miedo de muchos de los habitantes de Hong Kong a la nacionalización de capitales hizo que emigraran a Canadá (con sus suculentas carteras llenas de dinero) estableciéndose en sus grandes ciudades,  sobre todo en Vancouver y en Toronto. Hasta tal punto fue masiva la llegada de población de Hong Kong que en determinados círculos mucha gente empezó a llamar a Vancouver, a veces de forma despectiva, como «Hongcouver».

La inmigración china en la ciudad no ha cesado con la entrada en el siglo XXI, más bien lo contrario, aunque el mayor flujo de población ya no procede de Hong Kong si no del resto de China, especialmente de Cantón.
Aunque hoy en día, afortunadamente, la situación de discriminación que sufrió la comunidad china a finales del siglo XIX ya es cosa del pasado, gran parte de la población blanca del país (y de la población de origen asiático ya establecida hace decadas) recela y afronta con reticencias el verdadero tsunami asiático que ha inundado Vancouver durante el final del siglo XX y principios del siglo XXI.

A pesar del notable crecimiento económico que ha experimentado la provincia de British Columbia (en un escenario de recesión económica mundial) gracias a las exportaciones al gigante asiático (5000 millones de dolares canadienses, en el año 2011), la invasión de inversores procedentes de China y los nuevos vecinos recién llegados a la ciudad han traído como consecuencia una importante subida del valor en el mercado  de la propiedades inmobiliarias y del suelo  hasta el punto de que los precios de las viviendas y de los alquileres empiezan a estar realmente prohibitivos en la ciudad de Vancouver para el propio canadiense medio.

Los ciudadanos se quejan, conscientes de que la especulación inmobiliaria ha transformado por completo la ciudad en los últimos años.
Enormes rascacielos sin personalidad pueblan el skyline de la ciudad y en muchos de los barrios más antiguos, sus habitantes originarios han sido desplazados por la nueva oleada de asiáticos ricos dando lugar al fenómeno bien conocido de gentrificación. Zonas enteras de casas bajas han sido demolidas y sustituidos por enormes edificios de altura pareciéndose Vancouver cada vez más al prototipo de ciudad china actual.
Esta especulación urbanística, que se está convirtiendo en un problema más que en un motivo de orgullo para los ciudadanos, está transformando para mal o para bien el escenario social y urbano de Vancouver.
Parte de las antiguas reservas para la población aborigen y algunos parajes naturales están siendo expropiados para alimentar el monstruo inmobiliario y las clases más desfavorecidas, determinados grupos sociales y homeless sufren con especial dureza la subida de precios, las consecuencias del nuevo entorno económico y las políticas municipales.

Uno de los barrios que más ha sufrido este proceso de transformación ha sido el propio Chinatown, una de las zonas de la ciudad, donde lógicamente más se puede notar la huella que la población china ha dejado en Vancouver.

Tras la nueva oleada de inmigración asiática, el antiguo Chinatown ha ido perdiendo parte de su importancia y gran parte de sus habitantes se han ido desplazando a otras partes de la ciudad, quedando el barrio en una situación de degradación social y semiabandono.

Pasear por la tarde por el Chinatown actual resulta casi visitar una ciudad fantasma, con muchas tiendas cerradas y algunas de sus calles tomados por mendigos y drogadictos a plena luz del día, todo ello a pesar de los planes de revitalización iniciados en el año 2011, por los que se inició la rehabilitación de muchos de sus edificios históricos,  por el que se han concedido ayudas para la apertura de nuevos negocios.
Lo cierto es que a pesar de los problemas que sufre Chinatown en la actualidad, el distrito aún conserva su esencia, su espíritu y sigue siendo un lugar con encanto y digno de visitar. Gente nos comentó por allí que los planes de revitalización en parte parecían que estaban empezando a funcionar.
Desde luego, y a pesar de los problemas, Chinatown aún ofrece al visitante que viaja a Vancouver bastantes atractivos. Es un buen lugar para lanzarse a probar la verdadera gastronomía cantonesa y visitar sus múltiples tiendas de té y sumergirse de lleno a explorar la cultura china.

Era agosto cuando visitamos Vancouver y todo Chinatown estaba inmerso en la celebración de las fiestas vecinales. Trajes folkloricos, entrañables y cutres espectaculos de danza y música, mercadillos nocturnos daban una nota de alegría a las apagadas noches del olvidado Chinatown de Vancouver.
Pero siendo Vancouver poseedor de un 35% de población asiática, las marcas de China se notan mucho más allá del propio barrio de Chinatown.

Al sur de la ciudad, se encuentra la localidad de Richmond, fuera de la municipalidad de Vancouver pero dentro de su área metropolitana. A Richmond se puede acceder facilmente en metro o en transporte publico desde cualquier parte de la ciudad. En la actualidad Richmond cuenta con 200000 habitantes (la cuarta ciudad en población de British Columbia) de los cuales el 60% de la población es de origen asiático y el 50% exclusivamente de origen chino. Es la localidad de Norteamérica con un mayor porcentaje de población asiática.
Llegar a Richmond es como viajar en metro a otro continente. Uno puede viajar a China desde Vancouver sin tener que coger un avión o llegar al aeropuerto. A la vista, prácticamente la inmensa mayoria de negocios y establecimientos están orientados a su clientela asiática, y la práctica totalidad de los carteles están escritos en han zi, los carácteres chinos. En las calles el inconfundible y cantarín idioma mandarín no compite con el inglés si no con el cantonés.
Es toda una experiencia cultural sumergirse en las calles de Richmond.
Es precisamente allí donde se encuentran los dos templos budistas más grandes de Norteamérica constituyendo éstos una buena forma de acercarse a la comunidad china: The International Buddhist Temple y el Lin Yen Mountain Temple.

Aprovechando uno de los fines de semana que pasamos en la ciudad de Vancouver nos dimos también una vuelta por el famoso mercado nocturno de Richmond que se celebra todos los fines de semana durante los meses de verano. Nos habían dicho que era el lugar perfecto para palpar (mucho mejor que en Chinatown) el renovado espíritu asiático de la ciudad y contemplar quizás el lado más amable de ese mencionado «Hongcouver».

Y no fuimos los únicos aquel día. Cientos de personas, turistas y locales, se acercan cada tarde-noche durante el verano a las inmediaciones del mercado, donde se puede probar distintas especialidades gastronómicas venidas de las distintas partes de Asia y China, comprar productos especializados, ropa de imitación y cachivaches varios.
El mercado estaba animado por distintos espectáculos musicales a lo largo de la noche, desde una mini-opera china hasta conciertos menos tradicionales de nueva música china, concursos y sorteos.
Todo el lugar exudaba un aire de autenticidad difícil de respirar en otros Chinatowns de Norteamérica donde yo haya estado. Más allá de la limpieza escrupulosa de los puestos, me sentí transportado por momentos al continente asiático.

Pero no todo es China en Vancouver. Vacouver es la ciudad étnicamente más diversa de todo el país y cuenta también con una importantísima colonia anglo-india, especialmente procedente de la región del Punjab en el noreste del subcontinente indio. Dado su origen, la mayor parte de la comunidad india en Vancouver profesa la religión sij y no la hinduísta, lo que les hace fácilmente reconocibles por sus llamativos turbantes y su porte elegante. Me comentaba mi hermano, que vivió unos meses en Vancouver, que  la población india no era demasiado apreciada en el país. Y la verdad que no entiendo muy bien por qué. Cuando estuve en Punjab, los sijs fueron la gente más amable y hospitalaria que conocimos en todo el país y su templo Dorado fue una mis hitos personales durante nuestro viaje en la India.

El Punjabi Market se encuentra en Main Street entre la avenida 49 y el barrio de Sunset. Menos vistoso que Richmond o Chinatown es igual de auténtico y una buena forma de aproximarse al barrio más allá de sus tiendas de joyas y especies, es el templo Sij local, centro espiritual del barrio.
Tengo que reconocer que a mi no me gustó especialmente Vancouver. Vancouver es famosa por ser una de las ciudades del mundo donde mejor se vive y por poseer uno de los mayores estándares de calidad de vida, rodeada por un entorno natural espectacular.
Siendo cierto todo esto, sin embargo, para mí,  Vancouver encarna en sí misma lo peor del salvaje capitalismo americano con lo peor del inhumano neocapitalismo asiático: Cochazos de lujo, gente muy elegante, restaurantes pijos… Una ostentación de poderío que hace de Vancouver, la ciudad de los parques y del buen vivir, un lugar bastante snob en la que la riqueza de muchos convive con la desigualdad y la pobreza de otros tantos, algo que queda visible y latente en cualquier paseo por las calles del downtown de la ciudad donde grandes comunidades de desheredados vagan por las calles pidiendo limosna o buscando un tiro de droga.
Hay algo en Vancouver que chirría un poco.
Al fin y al cabo, no es oro todo lo que reluce.

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