El primer apagón gordo lo sufrimos cenando en 44 Stanley, una zona bastante cool de la ciudad de Johannesburgo, muy cerca de Melvilledonde nuestro amigo Rh. vivía.
Rh. y N. que cenaban con nosotros aquella noche, parecían estar ya bastante hartos del tema. Ambos sudafricanos blancos boer culpaban, en parte, a la comunidad negra del problema. Según ellos, muchísimos ciudadanos negros no pagaban sus facturas de la luz e, incluso, muchos otros habían conectado sus hogares a la red eléctrica de forma ilegal. Ésto ha supuesto una enorme sobrecarga al sistema eléctrico del país y ha hecho además que la factura de la luz se eleve de forma exagerada obligando a la solvente población blanca a pagar de sus bolsillos su propio consumo y el de sus compatriotas, para además recibir a cambio un mal servicio con interminables e irritantes cortes de luz.
Rh. se quejaba que aquel mismo día acababan de dejar por error en la puerta de su casa un aviso de corte de luz destinado a sus vecinos. Negros-matizó Rh. Debían la friolera de unos 15000 euros a la compañía eléctrica nacional.
Lo cierto es que me resultaba cada vez más incomodo escuchar comentarios de este tipo y oír como Rh, St. y sus amigos despotricaban en contra de la población negra. En cualquier caso no dejaba de sorprenderme como en Sudáfrica siempre eran capaces de llevar cualquier debate al tema de la raza.
Y es que no fue Rh. el único que nos comentó anécdotas como aquella. La luz era un tema habitual de conversación entre la población blanca del país durante nuestro tiempo de estancia en Sudáfrica. Tuvimos que escuchar constantemente quejas sobre lo cara que era la electricidad y la morosidad de la población negra que no pagaba sus facturas, haciendo el sistema que fueran ellos, los blancos, quienes, al final de la cadena, acabaran pagando los platos rotos en su propia factura de la luz.
Pero lo que no se puede negar y tal y como argumenta el Gobierno del país, es que gran parte de los problemas energéticos de Sudáfrica son, en parte, herencia de la injusta época del apartheid y la mala y egoísta gestión de la población blanca durante décadas.
Al final del apartheid, Sudáfrica era un país productor de electricidad que contaba con un enorme excedente de energía barata que exportaba incluso a sus países vecinos. El nuevo gobierno negro del ANC tuvo que asumir el reto de suministrar energía a la emergente clase media negra del país, cada vez más demandante de consumo energético, y a las miles de viviendas de protección oficial que se empezaron a construir para dicha población de color, contando para ello con una red eléctrica pensada y planificada para sostener únicamente la demanda de una minoría blanca en el poder. Numerosos técnicos de Eskom, la compañía eléctrica nacional advirtieron a finales de los noventa del problema que se les venía encima. El sistema estaba anticuado y era necesario construir nuevas centrales eléctricas para modernizar la red pero, la intervención política en la propia compañía, hizo que muchos de los cualificados técnicos blancos abandonasen el país, desoyendo así el Gobiernos las advertencias de aquellas voces críticas que exigían una mejor planificación, tachándolas de racistas y apocalípticas. Ya a principios del 2008 la reserva energética era tan sólo de un 4%, hasta que finalmente Eskom se quedó sin energía. Durante muchas semanas, el país sufrió continuos cortes de luz, a menudo impuestos sin previo aviso. Las minas, una de las principales fuentes de riqueza de la nación, se vieron obligados a cerrar durante semanas y los hospitales tuvieron que depender del uso de generadores. Cuando finalmente el Gobierno quiso reaccionar, quedó claro que habría apagones durante otros seis años más, por lo menos hasta el año 2013, mientras se construían nuevas plantas generadoras.
Hoy en día, y a pesar de los esfuerzos del gobierno, la red eléctrica sudafricana continúa bajo presión y el riesgo de apagones sigue siendo muy alto en las nueve provincias del país.
Recientemente, Eskom ha reconocido que es muy probable que los apagones continúen durante bastante más tiempo y a finales del 2014, el gobierno anunció que se necesitan más de 6000 millones de dólares para evitar una crisis energética a la vez que continua achacando el problema al deficiente mantenimiento de las instalaciones y a la herencia recibida de los tiempos delapartheid.
Eskom alerta además de que el riesgo de desconexión de carga total es alto lo cual podría dejar al país completamente a oscuras durante semanas (un apagón total sería bastante catastrófico ya que reiniciar el sistema sería mucho más costoso y técnicamente más complicado de reenganchar) a lo que hay que sumar el hecho de que la minería y la industria son muy vulnerables a la reducción del suministro eléctrico. Todo esto se ha traducido en los últimos tiempos en una falta de confianza de los medios de Eskom que está ahuyentando preocupantemente las inversiones en el país.
Preocupado por la situación, el Regulador de la Energía Nacionalha aprobado nuevos aumentos tarifarios a finales del año 2014 (cerca del 8,0%) para respaldar a la compañía pública y ha obligado a Sudáfrica a pedir ayuda a sus vecinos y a importar energía proveniente de Lesotho, Namibia, Bostwana, Zimbabwe, Mozambique, Swazilandia y Zambia.
Lo que está claro es que entre la población sudafricana el tema de la energía es algo que levanta pasiones.
Al día siguiente estuvimos tomando café con Rh y N. y N. vino acompañado esta vez por un amigo suyo., J., un enorme granjero afrikáner de 34 años que lucía un estilo puramente boer cuya pose a lo tipo duro me recordaba al vaquero Clint Eastwood de «Sin perdón«. Era algo así como el primo de Zumosol. Pero J. también era un tío listo y trabajaba en un proyecto educativo para la Universidad de Johannesburgo en la integración educativa de la población negra.
J. tenía una visión un poco más crítica de la comunidad blanca y un discurso un poco más global e inteligente de su propio país, no exento claramente de duras palabras para la población negra. J. como no, también acabó hablando sobre el polémico tema de la luz.´
«Sólo un 10% de la población paga sus impuestos, mientras que el otro 90% viven y se benefician de estos impuestos. Hay muchísimas instalaciones ilegales y el gobierno debería hacer algo con eso»-sentenció J. preocupado sobre el futuro del país.
«Si ha habido algún cambio positivo en Sudáfrica en la transición a la democracia es la reconciliación»-aclaró después-«pero esa reconciliación sólo es posible si llega una verdadera igualdad social para todos y si las aspiraciones económicas y vitales de gran parte de la población se ven plenamente satisfechas».
Acabamos más tarde merendando dulces afrikáner en casa de N. con Rh y con J. y con otra amiga de N. que tenía una hijita, una pequeña niña rubia de unos cuatro años. Y claro, el tema de la luz volvió a salir a colación, lo que nos acabó llevando sin pretenderlo a hablar de política y corrupción.
«El principal problema de Sudáfrica es la seguridad. No me siento segura en Johannesburgo»-nos comentó mientras sostenía a su hija sobre su regazo-«Quiero un país más seguro para mi hija. «.
Aunque para J. el principal problema era el terrible sistema educativo y la falta de justicia: «Aquí la justicia no es imparcial. Lo de la luz es sólo un ejemplo más. Hay un problema básico de corrupción».
Rh. nos comentó entonces que él un día condujo borracho y que le detuvieron por ello en un control policial. Entonces él le ofreció dinero al policía a cambio de olvidar todo aquel asunto y el policía aceptó. «Ves, el sistema no funciona, todos están corruptos»-comentó entre risas.
A mi me hizo mucha gracia que para Rh. sólo era corrupto el policía negro, cuando para mí los dos eran igual de corruptos, tanto el comprado policía negro como el propio Rh. que con su dinero menoscababa la autoridad policial.
Cuando dos días después visitamos Kliptown, uno de los barrios más desfavorecidos de Soweto, le preguntamos a nuestro guía allí sobre como los habitantes de los townships conseguían acceso al suministro eléctrico.
Él nos respondió que tomaban la corriente de la red de forma ilegal, algo que justificó seguidamente con un sentido discurso: «Si el estado no nos facilita electricidad ni un lugar donde estar, tenemos todo el derecho a tomar la luz y la energía que necesitemos. Es un derecho fundamental que todo ser humano viva lo más dignamente posible. No tenemos otra opción»-nos dijo el joven.
En aquel momento me pude hacer idea del esfuerzo que suponía sostener energéticamente los cientos de miles de chabolas a lo largo y ancho de todo el país conectados de forma ilegal a la red eléctrica para también comprendo y apoyo el derecho moral de todo individuo de tomar por derecho propio aquello que el Estado no es capaz de proporcionarle. Es evidente que Sudáfrica tiene grandes retos que abordar por delante y las soluciones, desde luego, no parecen sencillas.
Aquella misma noche, impactado en parte por la visita a Soweto, me retiré pronto a la cama en nuestro cómodo Chateau de Carolle y mientras MDL leía, yo tomé mi diario de viaje para tomar algunas notas sobre lo vivido durante aquellos últimos días.
Al poco de ponerme a escribir, hubo un apagón y nos quedamos sin luz. Johannesburgo se había vuelto a quedar sin energía. Completamente a oscuras y resignado a la más absoluta negritud de la noche, dejé a un lado mi cuaderno de notas y me fui a dormir. Si quería escribir, tendría que esperar a que volviese a salir el sol de nuevo al día siguiente. Por el momento, el Sol estaba libre de apagones. Con eso al menos, podíamos contar todos.