La isla de Naxos fue el destino principal de nuestro corto pero intenso viaje a Grecia y nuestra base de operaciones en la práctica durante aquellos días en las islas.
Elegimos Naxos un poco al azar. Queríamos visitar las islas griegas pero no queríamos pasar nuestros días en las islas más concurridas y turísticas (y caras, por lo tanto) pero tampoco teníamos muchos días para alejarnos a sitios muy remotos. Fue así como Naxos surgió como la alternativa más razonable.
Naxos es la mayor de las islas Cícladas y con sus 14000 habitantes está muy bien conectada por ferry y avión con Atenas, la capital del país.
Naxos es bastante más fértil y verde que sus islas hermanas y su terreno, ya desde la Antigüedad, fue muy próspero para el cultivo. Tal vez por ello y por su mayor tamaño, allá por los años en que se pierde la memoria de los tiempos, Naxos fue el centro de la cultura cicládica, alcanzando su esplendor en los siglos VII y VI a. C. para luego caer conquistada sucesivamente por los persas, macedonios, romanos, venecianos y turcos, convirtiéndose en el reposado y tranquilo rincón del Mediterráneo que es hoy en día.
Según la mitología griega, fue aquí en Naxos, donde Teseo tras escapar del laberinto del Minotauro, abandonó a Ariadna, la hija del rey Minos, quien le ayudó a escapar. Ariadna desconsolada no tuvo mucho tiempo para llorar el ultraje, ya que Dionisio, el dios del vino, la acogió en sus brazos y se la llevó consigo consolándola con vino. No en vano, el vino de Naxos es uno de los mejores de todo el país y se dice que además es el antídoto perfecto para un corazón roto.
Con vino o sin él, Naxos bien podría ser un buen remedio para los males del alma. Es un lugar dulce y tranquilo donde disfrutar de los placeres que el Mediterráneo tiene que ofrecer a sus navegantes.
Hora, la capital de la isla, es un pequeño pueblo de casas blancas encaramado sobre una colina. El paseo marítimo bulle al ritmo de los barcos que llegan a su pequeño puerto y al son de la música de cafeterías y restaurantes, siempre a rebosar de turistas.
Hora es un lugar muy turístico pero a diferencia de otras islas de su entorno, Naxos es un destino frecuentado por griegos que vienen de Atenas huyendo del tráfico y del ajetreo de la ciudad y aunque se pueden ver a muchos alemanes, ingleses o italianos recorriendo las calles de Hora da siempre la sensación de que hay muchos griegos veraneando allí.
El templo de Apolo domina la ciudad desde lo alto de un rocoso acantilado al que se puede llegar a través de un serpenteante camino. Desde allí se pueden disfrutar de unas hermosas vistas de Hora a un lado, y del mar Mediterráneo, de un sereno azul, al otro.
El resto de la isla es mucho más tranquilo que la capital. En la costa hay larguísimas playas de arena blanca donde perderse y disfrutar en relativa soledad de la isla y de ese mar transparente y el interior, de un agreste verde amarillento, aparece salpicado de pequeños pueblecitos donde el reloj parece detenerse y el tiempo transcurre a la velocidad marcada por los ancianos, que observan los días pasar, sentados en los quicios de las puertas de sus casas.
No hay mucho que hacer en Naxos, la verdad. Salvo disfrutar del momento, del mar, de la comida, relajarse, tomarse un respiro y ejercitar el arte de no hacer nada.
DONDE DORMIR
Nosotros nos alojamos en Nostos Studios, un pequeño hostal regentado por un matrimonio de viejitos encantadores, Nickos y Domenica. Nuestra habitación era impecable y Nickos y Domenica nos trataron casi como si fuésemos sus hijos.
COMO LLEGAR
En ferry o en avión. Naxos cuenta con un aeropuerto y vuelos regulares desde Atenas, pero a Naxos nosotros llegamos en barco.
COMO MOVERSE.
Lo mejor es alquilar un coche pero para los no conductores como nosotros (que todavía quedan), la isla cuenta con una exigua pero efectiva red de autobuses. Los billetes cuestan dos euros y parten de la estación de autobuses frente al puerto de Hora a los distintos rincones de la isla.
DONDE COMER
Si tengo que recomendar un restaurante, me quedo con éste. Es un negocio familiar y se come de lujo y nos trataron como auténticos reyes cada vez que nos sentamos en sus mesas.
PARADA EN RUTA 