Myanmar es un país impresionante dotado de una naturaleza exuberante y plagado de apabullantes templos budistas. Los birmanos son gente amable, casi entrañable, pero si por algo no destaca precisamente Myanmar es por su gastronomía.
Birmania es un país bastante pobre y la comida es sencilla, grasienta y habla más de la necesidad de alimentarse de un pueblo que de darle gusto al paladar.
Yo no lo pasé especialmente bien a la mesa en Birmania y cuando uno se sienta a comer en algún puesto callejero o en algún restaurante no hay mucho donde elegir: arroz con curry, noodles chinos, ensaladas birmana y como mucho y depende donde, algo de pescado. La fruta, eso sí, es sensacional. En mi vida he comido mangos, aguacates o piñas tan sabrosos como los que me comí en Birmania.
En general, la gastronomía birmana refleja la influencia de sus vecinos geográficos y está marcada fuertemente por las gigantes tradiciones culinarias chinas, indias y tailandesas, pero varía mucho de una región a otra debido a las contribuciones locales de cada una de las numerosas minorías étnicas que conforman el país.
En todo caso, como en el Sur de China, en Tailandia o en todo el Sudeste Asiático, la base de la gastronomía birmana es el arroz que es el alimento fundamental que llena diariamente los estómagos de miles de personas.
El cerdo es casi un ingrediente vetado en muchas regiones del país debido a la importante minoría musulmana del país y por influencia del budismo y del hinduismo (sobre todo del primero), la comunidad vegetariana es muy activa y no resulta difícil encontrar platos libres de carne.
La comida más típica incluye arroz hervido como planto principal acompañado de una serie de viandas laterales que pueden abarcar desde un curry (de pollo, cerdo o pescado), ensalada fresca, vegetales hervidos, algo de tofú y siempre como entrante una sopa. Tradicionalmente, todos los platos se sirven a la vez en una mesa baja, y los acompañantes al arroz suelen ir dispuestos en pequeños cuencos de tal forma que cada comensal puede ir mezclando el arroz con la proporción de cada ingrediente que desee y encontrar así la combinación de sabor más ajustada a su gusto. (más o menos picante, más o menos agridulce, más o menos salado…)
La comida aunque muy especiada no es tan picante como la de sus vecinos indios o tailandeses y los curris birmanos son famosos por ser los menos picantes de toda Asia (y también los más grasientos), aunque nosotros algún que otro ardiente encuentro a la mesa sí que tuvimos el placer de disfrutar.
Una parte muy importante también de la gastronomía birmana son las sopas. De hecho, la mohinga, una sopa de vermicelli de arroz con algo de verduras, jengibre y cilantro, es considerada el plazo nacional del país y es parte imprescindible del desayuno habitual de todos los birmanos.
No estábamos demasiado seducidos por el ambiente culinario del país, pero dispuestos como estábamos a darle una segunda oportunidad a la gastronomía birmana, nos lanzamos a hacer un curso de cocina para turistas en las proximidades del lago Inle, y conocer un poquito más de cerca los secretos que se esconden tras los fogones del país.
La escuela se llamaba Bamboo Delight Cooking School en la ciudad de Nyaungshwe, en las proximidades del lago y estaba regentada por una pareja amable y simpática llamada Lesly y Sue.
Quedamos con Lesly a las diez de la mañana en el mercado central de la ciudad donde compraríamos los ingredientes para nuestra aventura culinaria.
Lesly era un hombre joven pero de edad indeterminada que podría tener fácilmente de 30 a 45 años, con un pendiente en una oreja y me pareció que su apariencia era bastante moderna sobre todo teniendo en cuenta el estándar del país. Sus dientes blancos y relucientes eran la prueba evidente de que no tomaba bethel y no iba ataviado con el longyi, la tradicional falda con la que suelen vestirse los hombres en Myanmar.
Hablaba un inglés fantástico y se expresaba con fluidez y corrección.
Fue un placer recorrer el mercado con él. Nos fue explicando uno por uno todos los ingredientes principales de la gastronomía local y le dio nombre a cada una de las frutas de formas y colores imposibles que poblaban los puestos del mercado.
El lugar estaba lleno de gente con vendedores, clientes y mercancías en todos los rincones pero Lesly se movía por el mercado con agilidad y rapidez sabiendo exactamente dónde tenía que comprar cada cosa.
Los puestos de carnicería con toda la carne expuesta fueron una visión poco estimulante para el estómago pero la pescadería lo fue aún menos con todo el material cubierto de moscas. El pescado es algo fundamental para la gastronomía propia de la región, nos aclaró Lesly.
Compró carne de vaca, huevos, patatas y un enorme pescado recién llegado de las aguas del lago Inle.
Después del mercado, fuimos hasta casa de Lesly montados en un carro tirado por caballos.
Allí, nos recibió Sue, la mujer de Lesly, una mujer muy guapa, también de edad indeterminada y que al parecer era la verdadera ideóloga de la empresa. Tenían dos hijas de 12 y 8 años y contaban con un ayudante, un chico joven, tímido y silencioso, que estaba aprendiendo a cocinar con Lesly.
Aquel día cocinamos curry de vaca con patatas, curry de pescado, curry de huevo con tamarindo, ensalada de tomate con cacahuetes y ensalada de té verde.
El curry birmano se cocina de una forma completamente distinta al curry que ya conocía, el tailandés. En Birmania, el curry se asemeja más al concepto de guisote que tenemos en España. Sobre una base de cebolla bien saturada de aceite (a los birmanos les gusta el curry bien grasiento, dábamos fe de ello), el agua y el zumo de tamarindo actuaban como contrapunto al picor del curry y la cúrcuma. No se usaba ni leche de coco como en Tailandia ni nata como en India, la base del curry era un verdadero estofado con agua, aceite y cebolla.
Algo que me llamó la atención fue que la forma de cocinar el pescado y la vaca era ligeramente diferente de la forma de preparar el huevo (y el pollo) siendo la mezcla de especias algo diferente y variando sobre todo el modo de adobo y el orden en el que los ingredientes se añadían.
Después de un par de horas cocinando, nos sentamos a la mesa para probar el fruto de nuestro aprendizaje.
Como entrante, Lesly nos sirvió una salsa de cacahuete como aperitivo. Era deliciosa y espectacular y luego uno a uno fuimos disfrutando de cada uno de los abundantes platos que nosotros mismos con ayuda de Lesly habíamos cocinado.
Apartando de mi mente la visión de la carne y el pescado envueltos en moscas, la verdad es que la comida estaba impresionante.
De sorpresa y sin esperarlo, de postre, Sue nos sirvió una piña con coulisse de mango que casi me hizo llorar. Lo mejor que pude degustar en mi estancia en Myanmar.
Además de para llenar nuestros hambrientos estómagos, sentados en la mesa, la comida fue un buen momento para relajarnos y conversar más tranquilamente con nuestros maestros culinarios.
Sue nos contó que en la casa de su padre siempre se había recibido a extranjeros y que a él le encantaba mostrarles la verdadera hospitalidad del país a quienes lo visitaban. Su padre murió hace unos años, nos comentó, pero ella había decidido continuar con la tradición. Le encantaba abrir las puertas de su casa a otras culturas.
Una amiga extranjera le había dado la idea de dar clases de cocina y ya que su marido Lesly había sido cocinero desde hacía 20 años, el proyecto surgió de forma muy natural.
Lesly nos comentó que para él la cocina era parte de su vida. Había trabajado muy duro desde que era muy pequeño y él intentaba inculcarles la cultura del esfuerzo a sus hijas. Cuando no estaban en el colegio, le ayudaban en el trabajo a cambio de dinero: tienen que aprender el valor del trabajo y del dinero-concluyó.
Antes de irnos y de despedirnos, nos hicimos algunas fotos juntos y ellos nos dieron a cada uno un pequeño regalo consistente en un kit de especies (junto con las recetas que ya nos habían dado) para que reprodujéramos los platos en nuestras casas.
Lesly y Sue fueron un encuentro memorable, de esos difíciles de olvidar. Nos trataron con una amabilidad exquisita dando una buena muestra de la famosa hospitalidad del país.
Su curso de cocina, además, fue una oportunidad de oro para reencontrarnos y reconciliarnos con la humilde gastronomía birmana y conocer así de primera mano que se cuece en las cocinas del país. Una experiencia muy recomendable.
https://www.facebook.com/Bamboo-Delight-587927041266140/
RECETA DE CURRY DE CACAHUETE. (para dos personas)
Ingredientes.
1 cucharadita de aceite de cacahuete
2 cucharaditas de harina de cacahuete
Un poco de polvo de cúrcuma
Sal
Media cucharadita de azúcar/harina de pollo (avecrem)
10 cl de leche de coco
Jengibre
2 dientes de ajo
Modo de preparación.
Calentar la sartén, poner el aceite y cuando esté caliente añadir el ajo, el jengibre y la cúrcuma.
Verter la leche de coco y agua. Aderezar con la harina de pollo y sal. Cocinar durante varios minutos.
RECETA DE CURRY DE HUEVO (para cuatro personas).
Ingredientes.
Cuatro huevos hervidos duros.
2 cebollas pequeñas
1 pequeño trozo de jenbibre
10 dientes de ajo.
1 cucharadita de zumo de tamarindo
3 cucharaditas de aceite de cacachuete
1 cucharadita de sal
2 cucharaditas de polvo de pollo (avecrem) (o azúcar moreno)
2 cucharadas de pasta de curry/ o masala garam
1 cucharadita de aceite de pescado (opcional).
Media cucharada de pasta de curry rojo o cúrcuma.
Modo de preparación.
Calentar la sartén y añadir el aceite de cacahuete.
Añadir la cebolla, el ajo, el jengibre y freír hasta que esté dorado.
Añadir la pasta de curry rojo.
Añadir el garam masala
Añadir un vaso de agua.
Cocinar durante 5 minutos.
Añadir el polvo de pollo, la sal y el aceite de pescado.
Cortar los huevos hervidos en dos mitades y añadirlos a la mezcla.
Cocinar durante 2 minutos más.
Servir con arroz.